Verus Israel V. Análisis sociológico. (1)

INTRODUCCIÓN

El análisis sociológico de las actitudes religiosas de los europeos desde la aparición del cristianismo representa, a nuestro juicio la parte más significativa de todo el posible conocimiento científico acerca de los fundamentos de la crisis histórica por la que atraviesa la sociedad europea.

Efectivamente, las poblaciones de cultura cristiana —que en un sentido amplio comprenden la totalidad de los actuales 2300 millones de pobladores del mundo de todas las naciones, pero que en nuestro presente estudio hemos de limitar a las que habitan el ámbito político y territorial de Europa—, formaban un conjunto humano de acendrada religiosidad colectiva dentro del contexto general de los pueblos occidentales. Por otra parte, desde el Cisma de Oriente y Occidente, Gran Cisma o cisma de 1054, conocido en la historiografía occidental como el Cisma de Oriente, fue el evento que, rompiendo la unidad de lo que era la Iglesia estatal del Imperio romano basada en la pentarquía, dividió el cristianismo calcedonio entre la Iglesia católica en Occidente y la Iglesia ortodoxa en el Oriente. Aunque 1054 se indica normalmente como el año del cisma, fue en realidad el resultado de un largo período de distanciamiento progresivo teológico y político entre las dos ramas eclesiales que subsiste hasta la actualidad. Europa y sus constituyentes naciones, sin entrar a definir este concepto con el criterio moderno, como región cultural afectada por un mismo proceso histórico de cambio de estructuras y de conciencia política y religiosa, atravesó un período de revolución histórica y social, de renovación profunda del cuadro tradicional de sus creencias y estructuras colectivas tradicionales homogéneas con la aparición del protestantismo en todas sus vertientes, luteranas calvinistas y anglicanos, originariamente grupos de disidentes que, alegando que la Iglesia católica venía incurriendo en numerosos errores teológicos, se separaron de esta en el siglo XVI, en un proceso que se denomina la Reforma protestante. Desde entonces, los protestantes niegan el primado del apóstol Pedro y por consiguiente la sucesión apostólica de los obispos de Roma.​ Los protestantes creen en el sacerdocio de todos los creyentes, la salvación solamente por la fe y no por las buenas obras, y la autoridad suprema de la Biblia por encima de la tradición apostólica (sola scriptura), que parece estar lejos todavía de haber culminado en el logro definitivo de las nuevas formas originales y estables de convivencia a las que viene tendiendo desde el final de la 2ª Gran Guerra.

Si a estos dos hechos, capitales para el vivir de los europeos, de los cuales acabamos de hacer mención, sumamos un tercer factor, igualmente decisivo, al menos en cuanto al caso concreto de Europa, incluyendo Rusia europea se refiere: la general vinculación de la conciencia y las actitudes más representativas del cristianismo en los pueblos que la conforman a las tendencias tradicionales antijudaicas de los Padres de la Iglesia, «Padres de la Iglesia se llaman con toda razón, escribió Juan Pablo II en la Carta Apostólica Patres Ecclesiae, a aquellos santos que con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos»,  y  las contrarrevolucionarias; es decir, la casi constante oposición de los cristianos al sentido mismo del proceso histórico nacional en curso, a causa fundamentalmente de determinadas deformaciones mentales típicas tanto de la psicología conservadora como de la revolucionaria, nos encontramos con la raíz misma de un fenómeno religioso de importancia esencial en la vida contemporánea de Europa: el antijudaísmo que ha unido a todas las Iglesias cristianas desde su aparición y el anticlericalismo pasional y desconcertantemente violento de una gran parte de su población, y de un sector muy calificado de sus minorías intelectuales y rectoras; fenómeno que en el fondo está lejos de suponer una ruptura radical con el cristianismo, y que supone un hecho mucho más relevante, cuantitativa y cualitativamente, que el que podría constituir el objeto de estudio de una Sociología de la irreligión entre los europeos.

El resultado de este original entrecruzamiento de tensiones y actitudes colectivas, es siglo y medio de profundo sufrimiento y malestar nacional; de guerras civiles repetidas, que culminan en la de 1939, y se enlazan en cascadas unas con otras a través de la constante división general de los espíritus entre una conciencia religiosa que lo teme todo de la agresividad antirreligiosa de las actitudes revolucionarias, y una conciencia revolucionaria, que a su vez lo temía todo de la infatigable belicosidad antirrevolucionaria de los grupos de presión tradicionales, entre los cuales ha venido situando el ánimo popular al clero; los cuales conseguían siempre movilizar en definitiva los sentimientos de heroica defensa de su religiosidad de las grandes masas, en contra del sectarismo antirreligioso de los dirigentes progresistas a los que unía el judaísmo personalizado en el fundador de la doctrina marxista.

Creo que, si no es dentro de este cuadro de hipótesis previas de trabajo, que delimitan enérgicamente el campo esencial para toda investigación sociológica relativa a la vida europea actual, los resultados que se obtengan serán siempre irrelevantes para aventurar conclusiones de verdadera importancia, respecto a las significaciones últimas y fundamentales del drama europeo contemporáneo de reaparición del antisemitismo tradicional en las élites conservadoras de todos los pueblos. Y que, en cambio, partir de estas mismas hipótesis nos permite ahondar real e inmediatamente en las direcciones más fértiles de la manifestación de esa misma conciencia colectiva de sociedad en pleno período de crisis histórica.

Estimo, por ello, que la forma primaria de un verdadero esfuerzo científico sobre las peculiaridades y problemas de la religiosidad europea como pilar de la Nación que se quiere construir, especialmente a partir del comienzo del siglo XX, al mismo tiempo la primera providencia obligada de un sistema ya maduro de la Sociología de la religión contemporánea, lo constituye el estudio de lo que llamo «la reflexión sobre el cristianismo antijudaico europeo». Esta labor de amplia preocupación intelectual sobre la realidad religiosa de la vida europea, en sus más diversas manifestaciones y desde las más sugeridoras perspectivas, es la obra de literatos y pensadores, o de especialistas en el campo de la filosofía, de la historia, o de la crítica literaria, que nos han ofrecido dispersa en libros y revistas una cantera inagotable de materiales, todavía por explotar en su casi totalidad.

El problema religioso del antisemitismo en la formación del carácter histórico de los pueblos español, alemán, ruso e inglés es puesto de manifiesto en los libros respectivos I a IV de Verus Israel, recién publicados ; y en este se analizan desde el punto de vista de la sociología las manifestaciones de esta problemática que ya podemos decir que es político-religiosa en los distintos pueblos de Europa.

Un fenómeno de excepcional envergadura en la conciencia contemporánea, lo ha representado la tendencia que se viene conociendo con la denominación de «autocrítica religiosa», y que ha llegado a suponer la actividad intelectual más significativa aportada hasta ahora por las generaciones de la postguerra mundial. Sus orígenes creo que hay que buscarlos en la labor de apostolado popular iniciada con el conocimiento del Holocausto judio, por cristianos profundamente preocupados ante los trágicos problemas sociales y espirituales por los que entonces atravesaban las Iglesias que habían mirado para otra parte a la barbaridad nacionalsocialista; labor que fue manifestándose en diversas actuaciones orientadoras de la conciencia colectiva, a partir del Concilio Vaticano II.

Las ya citadas pequeñas Comunidades de judíos en los diferentes países estudiados daba como número probable el de, como máximo, el 1% de disidentes judíos para el total de cada uno de estos según épocas, a confesiones cristianas en las naciones objeto de estudio.

Esta indiferencia práctica de la conciencia europea a los intentos de libertad religiosa de unas minorías, de signo agresivamente anticristiano, actitud a la que suelen responder los medios cristianos con otras no menos destempladas, nos lleva a fijar nuestra atención en los únicos fenómenos religiosos de importancia que alteran sensiblemente la homogeneidad espiritual efectiva de los países europeos estudiados a partir del liberalismo, con excepción de Inglaterra: la fuerte tendencia clerical conservadora tradicional, de una parte, y la no menos intensa anticlerical progresista liberal, de otra, que se hostilizan, en torno a numerosos problemas concretos, en el conjunto de la vida del cristianismo como cuerpo social. Así, pues, la vida espiritualmente sana y normal de la gran comunidad cristiana nacional ; el estudio de las dos desviaciones más importantes, clerical y anticlerical, dentro del cristianismo; el de la secta judeo-masónica, con su trascendental influjo en la vida política y económica contemporánea de Europa; el de las supersticiones populares y regionales; y el de las diminutas comunidades religiosas judias, son los capítulos que debe comprender, a nuestro parecer, la Sociología de las religiones, al aplicarse, como esfuerzo científico concreto, al estudio sociológico de las actitudes religiosas de los europeos.

De la Sociología de las actitudes religiosas, esperamos, sencillamente, que su cultivo nos facilite una aportación racional decisiva para la solución de la contemporaneidad europea como crisis.

Precisamente, las características de esta misma aguda crisis histórica, tal como las enumerábamos al principio; y el papel decisivo que en ella han jugado, tanto el arraigo vital de las creencias peligrosas como el de las revolucionarias en la conciencia del pueblo, han hecho que los europeos nos hayamos dividido pasionalmente en la defensa heroica de uno y otro cuadro de creencias. La indagación de las causas de nuestra enfermedad colectiva no nos había dejado hasta ahora el menor sosiego de ánimo para investigarlas con la frialdad del análisis científico. Sólo el pesimismo, la unamuniana «agonía» y la zozobra, como actitudes intelectuales; y el sufrimiento callado o el trágico estallido sangriento como actitudes nacionales y sociales, nos habían servido hasta hoy de lenguaje adecuado para expresar nuestro radical desconcierto contemporáneo.

Ahora parece empezar a manifestarse, en determinados núcleos y tendencias de europeos jóvenes, una conciencia antisemita que rebasa con signos repetitivos la antigua conciencia desgarrada y fratricida. En esa misma medida ha aparecido entre nosotros, a nuestro parecer, la posibilidad de una investigación desinteresada y objetiva por conocer todos los aspectos favorables y pervertidos de nuestra realidad.

El resultado definitivo, para una comprensión total del drama espiritual de los europeos de nuestro tiempo, es lo que esperamos, por fin, de la Sociología total de sus actitudes religiosas contra un grupo de disidentes.

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