Cadera, catedrático y catedral, tres palabras con un mismo origen etimológico: ‘una silla’

Conocemos como ‘catedrático’ (o catedrática) a aquella persona dedicada generalmente a la docencia (normalmente universitaria o de enseñanza media) y que ha alcanzado el más alto rango o status.

Por su parte una ‘catedral’ es una edificación monumental dedicada al culto religioso, siendo la iglesia principal de una diócesis y, por tanto, sede del obispado.

Y la ‘cadera’ es la parte de nuestra anatomía que está compuesta por dos partes salientes y formada por los huesos superiores de la pelvis.

Estos tres términos tienen un mismo origen etimológico (una silla o asiento), aunque los dos primeros (de ahí su similitud) provienen de una vía diferente que el referido a la parte de la anatomía humana.

‘Catedrático’ proviene del latín medieval ‘cathedraticus’ cuyo significado era ‘el que ocupa la silla o asiento’. El asiento al que se hace referencia es la ‘cátedra’, una silla o butacón elevado desde donde el maestro daba antiguamente la lección a sus alumnos o discípulos. El término cátedra a su vez provenía del latín clásico ‘cathedra’, cuyo significado era ‘silla, asiento’ y hasta ahí llegó desde el griego ‘kathédra’ –καθέδρα– de idéntico significado.

La ‘catedral’ recibe dicho nombre ya que era la edificación religiosa y principal en la que se encontraba el asiento del obispo de una diócesis (territorio en el que éste tiene su jurisdicción religiosa) y en el que se sentaba durante los oficios.  El término, al igual que el anterior, también proviene del latín clásico ‘cathedra’ y éste del griego ‘kathédra’.

Pero por su parte, el término ‘cadera’, proviniendo prácticamente del mismo origen etimológico, tuvo un viaje más que los dos vocablos anteriores, pasando desde al griego ‘kathédra’ al latín clásico ‘cathedra’ y desde ahí al latín vulgar ‘cathegra’ antes de convertirse en el castellano ‘cadera’. Y es que recibió ese nombre ya que es la parte de nuestra anatomía que se articula para que tomemos asiento, con la que nos podemos sentar, de ahí que tenga una etimología casi idéntica con otras palabras que, a simple vista, parece que no tengan nada que ver con ésta.

Poe Alfred López. «El listo que todo lo sabe»

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