Debe de ser descendiente de Mahoma…

Pocos son los hombres inmunes al orgullo más o menos inocente de su genealogía. Nos gusta hablar de nuestros padres y de nuestros abuelos, sin que para el caso importe si fueron santos o pecadores. Para los que no han conseguido distinguirse, la genealogía familiar es a menudo un factor vital. Y aún hay quienes, como aquel horrible extrovertido, Mr. Bounderby, en Hard Times experimentan una suerte de maligno orgullo a la inversa en el hecho de venir del arroyo, aunque sabemos que en el caso de Mr. Bounderby ello era pura imaginación.

Se ha dicho de la genealogía que es la ciencia de los esnobs, y ciertamente, en su nombre se han cometido los más extraños crímenes intelectuales (y también reales). Nadie negará que se trata de un tema fascinante; es también muy amplio, y en relación con el problema de la estupidez humana sólo necesitamos examinar un aspecto: el de esos antropoides que trepan a los árboles genealógicos ajenos; es decir, los “Fabricantes de antepasados nobles”. No aludo con esto a los genealogistas serios y reputados, como los eruditos editores del Debrett, de los que hay muchos, sino más bien a esas serviles criaturas que han utilizado sus conocimientos y su capacidad literaria para elucubrar fantásticas tablas genealógicas de príncipes y de nobles. A través de la manipulación de enorme masa de hechos, han procurado demostrar que, por ejemplo, los antepasados de su patrocinador lucharon en Troya contra los griegos… o fueron reyes y profetas del Antiguo Testamento.

Hace algunos años se halló un interesante documento en los archivos del Ministerio de Guerra de Gran Bretaña.

Contenía la genealogía de los reyes anglosajones, la que se remontaba directamente al propio Adán. Sin duda, la Biblia afirma que todos descendemos de Adán; pero pocos son los mortales comunes que pueden permitirse probar las diversas etapas de esta línea genealógica. Para costear investigación semejante, es preciso ser rico y poderoso.

Cuando se lee un documento de este tipo, se experimenta la tentación de desecharlo como estúpido ejemplo del esnobismo de los antiguos. Es indudablemente tonto, pero sería grave error negarle significado. Antaño estos ficticios árboles genealógicos tenían gran importancia; en su preparación se ocupaba una multitud de eruditos; los resultados de la investigación se publicaban en libros cuidadosamente impresos, y las masas pagaban piadosos tributos a la ilustre familia vinculada con el propio Salvador. Y como podemos comprobar, no se trata de una broma de gusto más que dudoso.

Esta absurda exageración que no comprendía la blasfemia cometida; la vanidad que no retrocedía ante la figura misma de Jesús… todo ello revela cuán profundamente podrida de estupidez estaba el alma humana. La moderna concepción de la filosofía de la historia coloca a la historia de las ideas muy por encima del materialismo histórico. Sin embargo, cuando examinamos el gran número de obras consagradas a la historia espiritual de la humanidad, no hallamos entre ellas una enciclopedia completa de la estupidez humana.

El documento hallado en los archivos de Londres probablemente se basa en el trabajo de Statyer, quien compiló una genealogía para Jacobo I, la que también comenzaba con Adán. Prudencio de Sandoval (1550-1621), historiador español y obispo de Pamplona, había precedido a Statyer al trazar el árbol genealógico de Carlos V. Con el fin de demostrar que la casa real española era más antigua que cualquier otra dinastía europea, Sandoval consagró tremendo celo e industria a la tarea, remontándose a lo largo de ciento veinte generaciones, hasta llegar al Padre Adán.

A principios del siglo XVII, Johannes Messenius, el poeta, dramaturgo e historiador sueco, emprendió una tarea semejante. Demostró que los reyes de Suecia descendían en línea directa de Adán, y en sus tablas cronológicas utilizó ampliamente la genealogía del Antiguo Testamento.

Es preciso discernir la intención que se escondía tras de esta inmensa labor. Adán no era el antepasado importante; después de todo, lo era también de toda la humanidad. Pero si se remontaba la genealogía familiar, una vez que los exploradores habían llegado a Abraham no era difícil descender, siguiendo los detalles incluidos en el Evangelio de San Mateo, y establecer vínculos familiares con San José. Poco importaba que la familia así glorificada fuera católica o protestante; tampoco era obstáculo el sacrilegio o la blasfemia que así se cometía.

La gloria de los “descendientes directos” de Adán, el orgullo de las casas reales inglesa, española y sueca provocaban considerable envidia… pero también emulación. Una antigua familia de la aristocracia francesa, el clan de los Lévis, recogió el desafío. Se trataba de una familia rica, muy rica y distinguida, que había figurado en la historia de Francia desde el siglo XI, y había dado al país varios mariscales, embajadores, gobernadores y otros dignatarios. Posteriormente se elevaron al rango ducal. Pero, no contentos con la fama y el honor que otros podían alcanzar, contrataron a un genealogista, el cual muy pronto descubrió que la familia descendía de la tribu de Leví, de destacado papel en el Antiguo Testamento. El punto de partida fue el nombre del clan; y no fue difícil reunir los datos necesarios, utilizando un poco de imaginación y deformando bastante los hechos. En esos tiempos, ¿quién se hubiera atrevido a poner en duda la verdad de esa afirmación?

Desde ese día, la familia Lévis se mostró extremadamente orgullosa de su parentesco bíblico. Relacionadas con este orgullo excesivo circulaban muchas anécdotas más o menos auténticas. Lady Sydney Morgan, en uno de sus libros de viajes por Francia (publicado en 1818) relata la visita a uno de los de los castillos de los Lévis. En uno de los salones encontró un gran cuadro al óleo de la Sagrada Virgen, sentada en su trono, y frente a ella, arrodillado, uno de los Lévis. Con arreglo a la antigua y repulsiva tradición artística (cuya moderna contrapartida son los “globos” con leyendas en las historietas cómicas), de la boca de la Virgen salía una cinta con estas palabras: Mon cousin, couvrez vous… (Primo mío, cubríos)

¡La Virgen pedía a su primo que se cubriera y que no hiciera cumplidos!

¿Cuál será la trama de Sánchez para descubrirnos su ascendencia más allá de la regencia por parte de su padre de putiferios, casas de citas para homosexuales y transexuales y toda clase de lenocinio, alcahuetería, tercería o proxenitismo y compararse, a la contra, con los reyezuelos que se dicen descendientes del mismo Profeta en las monarquías árabes?  

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