El estereotipo de la feminista.

Los estereotipos nunca son totalmente falsos, porque deben tener algún parecido con las características de las personas estereotipadas o no podrían ser reconocidos, pero los estereotipos están siempre distorsionados en cuanto que exageran y universalizan alguna de las características de algunos de los miembros del grupo estereotipado.

No se sabe cómo empiezan los estereotipos. Una vez que este se ha convertido en parte de la cultura, se mantiene por percepción selectiva, tomando nota sólo de los incidentes o casos que lo confirman y dejando de advertir o recordar las excepciones, por interpretación selectiva (interpretando las observaciones en términos del estereotipo: p. ej: los judíos son “molestos” mientras que los no judíos son “ambiciosos), por identificación selectiva (“parecen maestros de escuela…”), y por excepción selectiva (“en realidad él no actúa como todos los judíos”). Todos estos procesos implican un recuerdo del estereotipo, de modo que aun las excepciones y las identificaciones incorrectas sirven para alimentar y mantener el estereotipo.

Un estereotipo negativo, la creencia de que las feministas no son atractivas ha sido puesto a prueba por una investigación. En la Universidad de Coneccticut a 30 mujeres se les preguntó cuál era su actitud acerca del movimiento feminista. Aproximadamente el 50% de las opiniones fueron favorables y el 50% desfavorables. Se tomaron fotografías de las mujeres y luego se mostraron a un grupo de estudiantes que estuvieron muy de acuerdo cuando las calificaron por su atractivo. Las más atractivas y las menos atractivas estaban igualmente distribuidas entre las feministas y las antifeministas. Cuando a otro grupo de estudiantes se les mostraron las fotografías, y se les pidió que separaran a las que estaban en favor del movimiento y a las que estaban en contra de él, el estereotipo prevaleció. Invariablemente las menos atractivas fueron identificadas como feministas. Lo interesante es que las actitudes propias de los estudiantes no influyeron en su aceptación o en su rechazo del estereotipo. Como concluye el informe: “Evidentemente, aun las feministas se rindieron a la idea de que las bellezas no eran feministas y las feministas no eran bellezas”.

Y eso tiene una razón de ser muy clara como muestro en la fotografía en la que supongo se afianza el nacimiento por el que surgió el poco halagador estereotipo de que las feministas son feas o poco saneadas dado el valor que hay que tener para deleitarse, como hombre, con la belleza que inunda estas feminazis que aparecen como modelo y ejemplo, para mí, poco acertadas en su comportamiento; el término feminazi (que aparece como adjetivo y también como sustantivo) se usa con un sentido peyorativo en contra del feminismo en general o en contra de algunas feministas en particular, sobre todo a las que se percibe como radicales, con el argumento de que el feminismo no busca la igualdad entre hombres y mujeres. Su uso fue popularizado en 1992 porRush Limbaugh, un locutor de radio y comentarista político conservador estadounidense. Vean y perdonen mi atrevimiento; ¿a alguno les pueden parecer bellas las estampas de la puerta de una Iglesia.?

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Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería. (R)

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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