Los derechos de los españoles.

La ingeniería ideológica nacionalista ha acuñado el eufemismo «ámbito de decisión», vasco o catalán o gallego, para intentar fijar en el inconsciente de todos, nacionalistas y no nacionalistas, la inmanencia de este ámbito, su existencia más allá de toda duda y discusión. La existencia de este ámbito de decisión supondría el derecho a decidir sobre el futuro de estas regiones con independencia de lo que digan el resto de ciudadanos de la nación de la que siempre han formado parte. Ellos pueden decidir sobre el conflicto que tienen con el Estado español, pero los españoles que se sienten así, la otra gran parte del conflicto, por lo visto no tiene nada que decir.
¿Por qué? Se suele contestar a esto echando mano del criterio de las mayorías, pero teniendo en cuenta que las realidades nacionales trascienden con mucho la voluntad electoral manifestable en un momento dado, no pueden dejar de constatarse las limitaciones de dicho criterio, sobre todo si su aplicación tiene visos de causar, con la ruptura traumática de la convivencia, una situación de violencia y crispación inevitables. Y con el agravante que sucedería en una de las sociedades más pacíficas, desarrolladas y prósperas y libres del planeta y que, además, permite y potencia con rango constitucional el desarrollo de todas las manifestaciones culturales y lingüísticas que se dan en la nación.
Por lo tanto, se debe hacer una enmienda a la totalidad. Si los ciudadanos de estas regiones, parte, son separatistas, como dicen los nacionalistas y tienen derecho a la autodeterminación cuando lo deseen del resto de la nación española en virtud de una mayoría en las urnas, la misma lógica democrática legitimaría a los ciudadanos de toda España a expulsarlos, y con la misma excusa de una mayoría en las urnas. La aberración es idéntica, y en este segundo caso, mucho más democrática aún que la primera, dada la mucho más amplia mayoría conseguible. ¿Si una minoría puede escindirse democráticamente por qué una mayoría no habría de poder expulsar democráticamente a dicha minoría?
Más aún, dice Lainz, como la gran mayoría de los españoles jamás renunciaría ni a las regiones vasca, catalana y gallega ni a los muchos cientos de miles de ciudadanos de estas regiones que no quieren separarse de España, los expulsados podrían ser los que exigen la independencia, que ya podrían ir haciendo las maletas, como los judíos en 1492, para fundar un hogar nacional en algún lugar del mundo. Y todo ello se conseguiría siguiendo escrupulosamente la lógica democrática de estos nacionalistas.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca

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