La disposición de tiempo en el conflicto Ucrania-Rusia.

El problema tiempo es de vital importancia para ambos contendientes en el conflicto. El agresor que pierde tiempo peligra, pues si el defensor tiene espacio puede cederlo por tiempo. En cambio, el defensor que no tiene posibilidad de ceder espacio no puede perder tiempo, y se ve en la obligación de resistir tenazmente para mantener su espacio y con ello prolongar la lucha, circunstancia que en ningún caso será de conveniencia para el agresor.

En realidad, lo que pasa es que a pesar de que a ambos contendientes siempre les convendrá hacer la guerra lo más corta posible, ninguno puede estar seguro de lograrlo. Primero, porque puede que el defensor tenga éxito y el agresor no le pueda imponer su voluntad y segundo, porque el defensor tiene pocas probabilidades de controlar la guerra en el tiempo si no es él quien la está imponiendo, y seguramente estará actuando a la defensiva con el máximo de su potencial; luego, será difícil para él imponer una decisión favorable en el momento más propicio.

Si el defensor tiene éxito en su defensa, la guerra tendera a alargarse. El agresor tratará de terminar rápidamente la guerra, pero debe estar preparado para el caso de que ésta se alargue.

El defensor seguramente deseará que la guerra dure el mínimo, por las consecuencias que ella trae, pero si no considera o no planifica para una guerra larga estará corriendo un riesgo enorme, ya que debe encontrarse en favorables condiciones anímicas, económicas, de alistamiento, etc., para poder prolongar el conflicto en caso de tener éxito en su defensa; sólo así podrá explotar los éxitos subsecuentes que haya logrado, salvo que el agresor, por otros motivos, renuncie por su propia voluntad a seguir en una escalada o se avenga a entrar en negociaciones, situaciones ambas totalmente imprevisibles.

Normalmente, debe considerarse que cualquiera de los contendientes que tenga fuerzas en condiciones de operar, y la energía para usarlas, estará en condiciones de imponer su voluntad al adversario.

Hoy en día existe una falsa idea de que sólo habrá guerras cortas, pero un corto análisis de las guerras de posguerra nos demuestra lo contrario.

El factor tiempo es tan importante, que tanto el agresor como el defensor deben tenerlo presente; especialmente este último, que por no tener normalmente el control sobre este factor debe estar preparado política, económica y anímicamente para soportar una guerra prolongada.

Otro factor a considerar es el aviso de tiempo que se tiene en el periodo y lugar preconflicto, esto es, el tiempo que transcurre entre el reconocimiento de los primeros signos de agresión y el momento y lugar en que ésta se produce.

Este tiempo ha sido de vital importancia para aquel que actúa a la defensiva; y aquí volvemos al ejemplo de Pearl Harbour, donde el agresor supo ocultar sus intenciones, logrando un extraordinario éxito debido a que los norteamericanos no supieron reconocer el tiempo de aviso que tuvieron, el que les hubiera permitido algún tipo de reacción.

Los japoneses, mediante la sorpresa y tomando la iniciativa, lograron coartar la libertad de acción de su oponente y esto, tal como lo dice el General Beaufre: «es la esencia misma de la estrategia».

El problema más grave se presenta cuando el defensor logra obtener este aviso, porque significa que ya el enemigo ha comenzado sus preparativos y de ahí a evaluar la información reconocerla por las autoridades y diseminarla, transcurre otro tiempo que para el defensor es valiosísimo, porque juega en contra de sus preparativos.

El agresor comenzó a a formar las bases para una agresión siguiendo varios modelos, que en la generalidad se iniciaron con una presión indirecta, buscando sus objetivos mediante acciones insidiosas de carácter político, diplomático o económico, a la vez que tomando medidas sicológicas y económicas en su propio país, antes de comenzar el despliegue operativo o llegar a una amenaza directa.

En todo caso, todas ellas son indicativas de la amenaza, lo que hace que hoy día sea difícil una sorpresa real en el campo estratégico, a no ser que la evaluación haya sido muy mala. Sí, podrá haber sorpresa en cuanto a dónde y cuándo se materializará el ataque, y por eso quien actúe a la defensiva estará en desventaja y debe estar preparado para este tipo de sorpresa, a fin de poder impedir que el adversario conserve la iniciativa.

Este aviso de tiempo es muy importante, entonces, para que el defensor trate de resolver su problema política y militarmente . En virtud de que normalmente existirá un retraso en tomar medidas (el tiempo está jugando en su contra) será importante que éste tenga sus fuerzas, en cuanto a ubicación y organización, en forma tal que pueda reaccionar en el mínimo de tiempo y evitar que el hecho consumado se produzca rápidamente como ha ocurrido en Kiev.

Esto requiere tener fuerzas presentes en los teatros, tanto como ello sea posible, y suponiendo que tiene el aviso de tiempo suficiente debe tener preparadas las medidas políticas, económicas y militares.

De las medidas que el gobierno de Ucrania ha tomado, que parecen acertadas en lo político y sociológico de preparación para la guerra durante este período de preconflicto y de las decisiones que se tomen a partir de ahora en. los diversos campos de acción, puede estar toda la diferencia entre el éxito o el fracaso en la guerra (se puede perder la guerra antes de empezarla), especialmente si se ha tomado la decisión de actuar a la defensiva.

Una política de carácter puramente defensivo tiene un escaso valor de disuasión, porque su clave es el tener capacidad para amenazar, y ésta se basa principalmente en lo material, en especial en la potencialidad que quedará después del primer ataque. Además, existe un factor muy importante e imponderable, cual es el sicológico, que depende del prestigio resultante de la potencia y eficacia del presente y aquél las que se estime podrá alcanzar en el futuro. Este es el plano que explota una política ofensiva, que concibe un sistema de ataque en función de las debilidades o necesidades de aquellos que trata de convencer y no de las propias. Para ello, la ofensiva podrá escoger las regiones geográficas que quiera defender, amenazar o atacar, y cuándo hacerlo.

En lo material, la defensa, para llevarla en forma adecuada, es muy costosa por la cantidad y diversidad de elementos que requiere, por cuanto se debe desarrollar y adoptar nuevos conceptos de armas en función de la amenaza. Por ejemplo, en el campo táctico, la cantidad de equipos que se necesita para lanzar un misil es mínima si se considera qué se requiere para neutralizarlo y la capacidad de hacer blanco.

Cuando se tiene una amenaza constante, la calidad y cantidad del armamento no puede sacrificarse en aras del ahorro.

Habrá, entonces, que buscar una estrategia que sea consecuente con las necesidades de la nación, sus medios y las amenazas, y crear un poder disuasivo tal que permita asegurar que se podrá privar al enemigo de su libertad de acción y mantenerlo así hasta el final; en otras palabras, como dice el General Beaufre: «El problema no es parar los golpes, sino impedir que el enemigo conserve la iniciativa y arrebatársela hasta lograr la decisión».

Sólo de este modo se podrá convencer al enemigo que cualquier intento de continuar la agresión le saldrá muy caro, que el país está preparado para una larga y dura resistencia, que la guerra no le va a salir rentable y que, tal vez, tenga que pagarla a un precio demasiado caro.

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