El autoengaño enfermizo del Gobierno.

“Nada más frágil que la facultad humana de admitir la realidad, de aceptar sin reservas la imperiosa prerrogativa de lo real”, afirma Clément Rosset en su libro Lo real y su doble. Ensayo sobre la ilusión.

«La realidad está frente a nosotros pero en el momento que empezamos a asignarle significados, ya no es “la” realidad sino “mi” realidad, la cual es fruto de las experiencias pasadas, las expectativas futuras, los miedos o las creencias. En ese sentido, S. Freud afirmaba que a fin de evitar el sufrimiento «sólo vemos lo que queremos ver».

Por lo tanto, percibir es seleccionar. Y esta es la razón de las diferencias que existen entre los individuos que tienen diferentes visiones de la realidad y del entorno, basadas precisamente en la peculiar distorsión que efectúa cada uno al aceptar o rechazar los estímulos que percibe.

En otras palabras, la percepción de la realidad no es la consecuencia de un proceso objetivo de la mente o el cerebro, sino el resultado de un mecanismo inconsciente que está al servicio de la propia necesidad o conveniencia.

El autoengaño es pensar o decirse cosas que no se corresponden con la realidad, en una o varias áreas de la vida (la pareja, el trabajo, los amigos, etc.). La finalidad es disimular las deficiencias o los conflictos existentes, por lo cual el individuo pretende enriquecerlas o compensarlas con argumentos que resulten aceptables a sí mismo.

Mentir no es bueno, pero resulta mucho peor cuando uno se miente a sí mismo. Y, más aun, si se termina creyendo esa mentira como si fuera una verdad. El autoengaño es una práctica común pero peligrosa porque nos aleja de la realidad hacia un decorado identificado que nuestra mente toma como verdadero.

A través del autoengaño se pueden justificar fracasos, la falta de capacidad, el no enfrentar determinadas responsabilidades o intentar escapar al juicio crítico de los demás. Quien se autoengaña se convence que así podrá mantener bajo control ciertas actitudes, deseos, ideas, relaciones o emociones aunque, en el fondo, las considere problemáticas, negativas o censurables.

Es necesario destacar que el autoengaño es el más escurridizo de los procesos mentales ya que puede resultar imposible, en este sentido, darnos cuenta de lo que no queremos darnos cuenta.

Además, opera tanto a nivel individual como grupal. A veces el precio que se paga tácitamente para pertenecer a un grupo es negar dudas o inquietudes propias y no cuestionar la manera en que el grupo hace las cosas. A su vez, los grupos ayudan a esto al sofocar toda discrepancia, actitud que no resulta para nada saludable.

Así, tanto en una persona como en un grupo cada cual pretende -con ciertos tipos de criterios- negar la realidad desviando la atención para no verla en sus justas proporciones. La consecuencia, y al mejor estilo avestruz, es que se termina escondiendo la cabeza para negar que algo importante está sucediendo.

El autoengaño es una estrategia de supervivencia y nadie se libra de utilizarlo en algún momento de su vida pero si se emplea como hábito y no como excepción, puede volverse enfermizo y en contra de uno mismo» como ocurre con los que gobiernan esta magnífica Nación de buenos ciudadanos.
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E. Norberto Abdala.

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