Que no te pillen verde porque verde las han segado.

Escribe Margarita Álvarez Rodríguez en su estudio sobre los colores que «el verde tiene gran presencia en los refranes y en los dichos coloquiales y, aunque se le ha dado tradicionalmente el simbolismo de la esperanza, las expresiones relacionadas con el verde suelen tener connotaciones peyorativas, pues hay en ellas más bilis que esperanza. Con frecuencia se identifica con la envidia, porque nos ponemos verdes de envidia. También le damos significados relacionados con el sexo cuando contamos chistes verdes o llamamos viejo verde a alguien muy maduro o anciano con actitudes libidinosas, aunque diga el refrán que eso no cuadra mucho con la edad: A burro viejo, poco verde.

Originariamente, verde significaba persona que tenía vigor y juventud. En el s. XVII Covarrubias todavía le daba ese significado. Pero la expresión fue variando hasta adquirir el significado peyorativo que tiene hoy.

En ocasiones el verde adopta una connotación antifeminista o machista, como ocurre en: Para qué tumbarlas verdes, si maduras caen solitas. Lo mismo ocurre con ser una verdulera, una expresión que, en femenino, y con el significado de ser una persona que tiene modales poco finos, especialmente en la forma de hablar, se aplica de forma casi exclusiva a las mujeres. En muchos refranes también se recoge ese matiz antifeminista.

Cuando se trata de lanzar improperios contra alguien que no suele estar presente lo ponemos verde; la expresión puede tener que ver con el moho, de color verdoso, que indica que algo, especialmente una comida, se ha estropeado; y si algo o alguien está en un estadio poco maduro o la persona es poco experimentada decimos que está verde. Al impuntual o poco voluntarioso lo recibimos con un ¡a buenas horas mangas verdes! Parece que este dicho tiene relación con la visión negativa que se tenía de la Santa Hermandad que llegaba tarde a solucionar los problemas como ya dije en un artículo hace ya un par de años que creo transcribí del blog de Alfred López. Y de la persona muy rara se dice que es un perro verde.

El verde también puede tener connotaciones positivas si se identifica con la naturaleza, con la vida, con la energía, por eso los verdes son grupos políticos u organizaciones (Greenpeace; paz verde) que sienten especial preocupación por lo natural, aunque sus ideas resultan a veces controvertidas por ser consideradas utópicas. Y el verde también ha llegado a la economía en la que, de vez en cuando, asoman esperanzados brotes verdes (green shoots, en inglés) después de una crisis como la que se sufrió con Zapatero, casualmente hablando de brotes verdes.

Relacionada con el verde existe una expresión que tiene raíces literarias: Están verdes -dijo la zorra. La frase se basa en la fábula atribuida a Esopo y que luego populariza Samaniego en el s. XVIII. Cuando la zorra intenta coger las uvas y ve que no las puede alcanzar, desiste diciendo que no están maduras para no asumir su fracaso. En el mismo sentido se atribuye el dicho a las personas que renuncian a hacer algo, porque son incapaces, pero buscan una excusa para no asumir ese fracaso.

El color verde se identificó en épocas pasadas con la monarquía española y las siglas VERDE (Viva el Rey de España) se convirtieron en un grito de los monárquicos españoles durante los dos períodos republicanos que ha vivido España.»

También escribe sobre «el verde» Nicanor Gómez Garcia, https://lamoradadelamelancolia.com/, y dice:

«Fechado el 2 de agosto de 1924, dedicado a Gloria Giner y a Fernando de los Ríos, Federico escribe Romance sonámbulo. Ocioso que añada el apellido del autor y el título del poemario. Todo el mundo sabe o sabía estos versos de memoria, par coeur, como se diría en francés, cantados con voz rota, en mi época de juventud, por Manzanita: Verde que te quiero verde./Verde viento. Verdes ramas./El barco sobre la mar/ y el caballo en la montaña./Con la sombra en la cintura/ella sueña en su baranda,/verde carne, pelo verde,/con ojos de fría plata./ Verde que te quiero verde. Federico. Siempre Federico.

El verde para los alemanes era el color del lado del corazón, el color del lado izquierdo. Para ellos también era el color de la esperanza, y por eso al Jueves Santo de lo denomina Gründonnerstag, “Jueves Verde”. Y, por supuesto, se comían, y supongo que se comen, verduras; espinacas concretamente.

Y es que la esperanza germina, del mismo modo que en la mitología griega Perséfone/Proserpina, la hija de Demeter/Ceres, representaba la germinación en la primavera de la simiente enterrada en el infierno/invierno. Para los romanos el verde era también el color de la diosa Venus. Diosa de las vides, de las huertas, de los jardines. Y de la belleza. Pero sobre todo del amor y del deseo físico implacable, especialmente del masculino. Y la verde serpiente que convenció a Eva de probar el fruto del árbol del bien y del mal no tenía ese color por azar.

En astrología el verde es el color del signo Tauro, que se correspondía además con la primaveral estación de los nacidos en abril y mayo.

El Rasul (“enviado de Dios”) Muhammad llevaba un turbante y un manto verde. La bandera más santa del islam, el sandshak-i-sherif es el estandarte que llevaron los ejércitos islámicos que conquistaron la ciudad más sagrada del Islam: La Meca. Por ello, el verde es el color del islam. Y de la Liga Árabe: todos sus miembros llevan ese color en su bandera nacional. Y en las respectivas banderas de la Unión India, de Pakistán y de Bangla-Desh la presencia del verde hace referencia al islam, pero también a la esperanza, a la exuberancia de la vegetación y a la prosperidad.

No puede sorprendernos la fascinación que ese color ejerció entre los primeros musulmanes, los árabes, un pueblo que procedía del desierto. Era el color del Paraíso que Muhammad prometía a quienes respetaran a Dios y llevaran una vida virtuosa: un oasis perpetuo, lleno de fuentes. Y verde: Al-Jadir.

Blas Infante apeló directamente a las raíces islámicas de su tierra cuando eligió el verde omeya y el blanco para la bandera de Andalucía, y recordó que, en 1195, tras la victoria almohade en la Batalla de Alarcos, sobre la actual Giralda, entonces el minarete de la mezquita mayor de Sevilla, ondearon dos banderas: una blanca para celebrar la victoria y otra verde, el color del Islam.

En Irlanda, y también en Escocia, el verde es el color de los católicos. Y el trébol verde, su emblema. Como el color naranja lo es de los protestantes. Por ello, a los autores de la actual bandera irlandesa se les ocurrió la bienintencionada idea de fundir en ella los sentimientos religiosos de católicos, agnósticos y protestantes. Y esa singularidad ha dado lugar a uno de los más prodigiosos daltonismos del mundo: un irlandés dirá muy probablemente que los colores de su bandera son verde, blanco y “oro”, porque aman su bandera, pero detestan lo que implica uno de sus colores: el naranja, el color de Guillermo de Orange y de la Orden de Orange, vivita y coleando en nuestros días en Irlanda del Norte, un caballo de Atila para la memoria de los católicos. Y los clérigos católicos (y los de las denominaciones protestantes más próximas al catolicismo) utilizan hábitos verdes durante los oficios litúrgicos del tiempo ordinario. Para los cristianos ortodoxos es el color asociado al tiempo de Pentecostés.           

Verde es el color del movimiento ecologista internacional y de los partidos a los que ha dado lugar. Verde es el color de la Green Card, que a quienes penan y suspiran por ella se les debe antojar el color del paraíso. Y Grønland fue el nombre que Erik el Rojo le dio a Kalaallit Nunaat, ese inmenso territorio cubierto (de momento) por hielo y nieves casi perpetuas que más que una isla es un continente. Estoy hablando, está claro, de Groenlandia. ¿“La tierra verde”? Pues debió de tratarse de una treta propia de un experto actual en marketing nombrar con tan atractivo nombre a un territorio tan inhóspito para atraer a colonos bastante crédulos.

Y, una vez más, San Juan de la Cruz, en cuyo Cántico Espiritual encontramos aquellas inolvidables verduras:

¡Oh bosques y espesuras, /plantadas por la mano del amado! /¡Oh prado de verduras,/de flores esmaltado, decid si por vosotros ha pasado!.»

El verde se usa también para rechazar de forma rotunda lo dicho por alguien: ¡Verdes las han segado!, o sea, todo lo contrario a dar luz verde para hacer una cosa. Cuando algo es evidente y no hace falta probarlo podemos decir eso de verde y con asas (la alcarraza). La alcarraza era una vasija de cerámica pintada de verde y que servía para refrescar el agua. Y cuando hacemos algo inútil es como si estuviéramos segando en verde.

Y para finalizar, dice la leyenda que cuando el Rey Carlos I quiso que el Conde Olivares le presentase a su novia para saludarla, este le dijo “Alteza, verdes las han segado”

La primera vez que oí la citada frase fue a mi padre. Para ser sinceros, no decía “segado” decía “segao”. “Verdes las han segao” Y empleaba dicha frase con cierta frecuencia y siempre referido a solicitudes que se le hacían que eran imposibles, o muy difíciles de aceptar.

En algunas ocasiones, al comentar algo que no resultaba del todo optimo decía “Verdes las han segao”; hoy se lo agradezco.

Pablo Casado, que no te pillen verde en el examen de mañana porque “verdes las han segao”. Para llegar a la excelencia se necesita segar “las mieses maduras” y pasar del verde al amarillo dorado de los cereales ya soleados; no te olvides que verde más amarillo dorado de la madurez, nos proporcionará el azul, color de tú opción política.

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