La Unión Europea debe dejar de importar gas y fósiles de Rusia a pesar de derivarse una economía de guerra.

La Comisión Europea lanzó la estrategia ‘REPowerEU’, con la que busca reducir gradualmente las importaciones de gas, petróleo y carbón que provienen de empresas rusas. Pero no es un plan fácil porque más del 90% del gas y el petróleo de la UE es importado. Otra opción es aumentar el carbón, pero esto contraría los objetivos climáticos del bloque, vaya chorrada ante una guerra que se presenta en las puertas de Europa.

La Unión Europea (UE) enfrenta un dilema climático absurdo ante la posibilidad de no sobrevivir ante un monstruo. Por un lado, quiere depender cada vez menos de las importaciones de combustibles fósiles que provienen de Rusia, especialmente ahora en medio de la guerra en Ucrania. Pero no es un logro que se pueda cumplir a corto plazo y menos si las 27 naciones quieren cumplir con el Pacto Verde Europeo, llamado ‘Green Deal’, en inglés. Por otro lado, necesita acabar con la guerra de invasión de Ucrania por Rusia que es su mayor proveedor en gas, petróleo y carbón.

Para entender la dificultad, primero es preciso señalar que Rusia es de lejos el mayor proveedor energético de la UE.

Este país exportó cerca del 45% del gas que se consumió en todo el bloque en 2021, según la Comisión Europea. Además, casi una tercera parte del petróleo que se consume en las 27 naciones es ruso y un 46% del carbón provino del mismo país.

El poder que tiene Rusia en los suministros energéticos europeos es todavía mayor si se tiene en cuenta que más del 90% del gas y del petróleo que se consume en el bloque es importado.

Es por esta razón, por ejemplo, que la UE no ha impuesto sanciones a Rusia que prohíban la importación de gas y petróleo; como lo hicieron Estados Unidos y Canadá para castigar a la economía de ese país por la invasión que ordenó el Kremlin contra Ucrania, lo que unido a la decisión de que las transacciones se realicen en rublos, moneda rusa, hace que los preceptos impuestos sean de una ridiculez tremenda: le estamos comprando al enemigo en sus divisas, lo estamos alimentando y manteniendo en sus capacidades más importantes y esenciales.

Por eso, la gran pregunta del momento es cómo reducir la dependencia europea de los combustibles fósiles que explotan empresas rusas.

En un intento por responderla, la Agencia Internacional de Energía publicó recientemente un documento con diez ideas. Pero, dentro de ellas, no incluyó la opción de aumentar la producción de carbón porque esto aumentaría las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE.

Aunque reconoció que sería una de las opciones que podría “desplazar grandes volúmenes de gas relativamente rápido”. En otras palabras, una vía más expedita para reemplazar al gas ruso.

Sin embargo, la explotación del carbón no es un camino políticamente muy viable para el bloque. Y es que aumentar la producción de combustibles fósiles los alejaría del Pacto Verde Europeo. El objetivo de este es que las 27 naciones lleguen a las cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2050. Si lo logran, esto haría de Europa el primer continente climáticamente neutro.

Considero, objetivamente, como técnico militar y sociólogo, que el Pacto Verde Europeo puede esperar a que se meta en cintura a Rusia ante sus ansias expansionistas. Parar la guerra a las puertas de Europa trae consigo no ser el primer continente climático del mundo. ¡¡¡Y qué si con ello paramos a Putin¡¡¡

La situación es aún más difícil, pues la UE aspira a aumentar el gas que tiene almacenado para poder enfrentar el próximo invierno, cuando el consumo de energía se dispara a causa de los calentadores. Actualmente, ese almacenamiento está en menos del 30% y la Comisión Europea está pensando una propuesta legislativa para lograr que el llenado sea del 90% para el 1 de octubre de cada año. Es previsible que Rusia ya haya contado con esta circunstancia y limite sus ventas de gas para que la UE no tenga excedentes importados para almacenarlos.

Alexander Ege, director de programa de energía de la alianza Global Methane Hub, le explicó a France 24 en Español que el riesgo es que se aumente la producción de energía proveniente del carbón, como ya está ocurriendo en República Checa, Bulgaria, Italia y Alemania. “El invierno que viene es cuando Europa será más vulnerable ante Rusia. Entonces, es fundamental que las decisiones que se tomen ya no sean para muchos años. Puede que necesitemos carbón para los próximos 12 meses; pero más allá de eso, no hay necesidad de revivir una industria de combustibles fósiles que Europa ya dejó atrás”, señaló Ege.

Por la otra parte, a partir de los datos previamente expuestos, queda claro que un hipotético corte de suministro del gas por parte de Rusia, afectaría de forma muy desigual a los países de la UE-27, tanto por su diverso grado de dependencia de las importaciones vía gasoducto desde Rusia, como por su diferente capacidad de importar gas por barco en forma de GNL.

Por ejemplo, España se vería muy poco afectada, tanto por la desconexión de nuestro país con el sistema de gasoductos ruso, como por el gran potencial de diversificación de aprovisionamiento que le otorga su notable infraestructura de plantas de regasificación de GNL.

Para muchos países, la alternativa inmediata a un corte de suministro del gas ruso pasaría, fundamentalmente, por incrementar sus importaciones de GNL desde otros proveedores. Una alternativa no exenta de obstáculos.

Biometano e hidrógeno renovable, la apuesta de la UE a largo plazo

Una de las soluciones que planteó la Comisión Europea para depender menos de Rusia y, a su vez, intentar opciones climáticamente más amigables, fue la estrategia ‘REPowerEU’. El plan aspira acabar con la dependencia de los combustibles rusos de aquí al 2030 e, incluso, plantea el objetivo de reducir dos tercios de las importaciones en un solo año. Se me antoja que 2030 no es una fecha lo suficientemente cercana para acabar una guerra que ha empezado en 2022. Los objetivos de la Unión de reducir 2/3 la dependencia de combustibles rusos en el año en curso los considero inalcanzables en ese plazo; seamos realistas: habrá que buscar mercados alternativos y apretarnos el cinturón; acabar con la guerra significará a corto plazo empobrecer Europa pero no correrá el peligro de su desaparición a manos de un visionario existencial de Rusia.

El proyecto tiene dos pilares. El primero es diversificar las fuentes de gas, tanto importando más de otros países como Estados Unidos o Noruega, como aumentando la producción energética del biometano y el hidrógeno renovable. El segundo fundamento es que consuman menos combustibles fósiles y apuesten más por la eficiencia energética y las energías renovables.

Sin embargo, Ege precisó que el biometano y el hidrógeno renovable aún es “una parte relativamente insignificante de la producción energética de la UE”. Y además advirtió que son esquemas que se demoran años en avanzar y no tenemos ese tiempo.

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