Me voy de picos pardos.

Muchas veces, decimos palabras o expresiones que han ido pasando de generación en generación sin preocuparnos en averiguar sus orígenes. Esto es lo que ha ocurrido a lo largo del tiempo con la frase “ir de picos pardos”. En la actualidad, la solemos emplear para referirnos a salir de fiesta o bien a echar una canita al aire.

Sus orígenes son parecidos a su significado, aunque, con el paso de los años, este se ha ido suavizando. Tenemos que remontarnos a los tiempos en los que gobernaba Carlos III, el famoso rey, para conocer el nacimiento de una de las expresiones más conocidas de nuestro idioma. Y, por supuesto, que apareciera tiene su porqué.

Conocer lo que se esconde detrás de las diversas frases hechas o expresiones nos enriquecerá a nosotros y también a nuestro idioma.

Hay quien afirma que el origen de este dicho viene de la Edad Media (siglos V al X) cuando a las prostitutas se les obligaba a llevar en las vestiduras un trozo de tela en forma de pico de color marrón o pardo, de ahí lo de “irse de picos pardos”. Sin embargo, otros sostienen que fue en el período siguiente del Renacimiento (siglos XV y XVI) cuando las mujeres llevaban una falda en forma de lienzo cuadrado con una abertura en el centro que se ajustaba a la cintura, de tal modo que la falda resultante tenía cuatro picos. 

En El Quijote se habla de la condesa Trifaldi y se dice en concreto que lleva una falda con tres picos en vez de cuatro. Según el diccionario de la RAE, con “andarse, o irse, a picos pardos” se da a entender que hay quien, pudiendo dedicarse a cosas útiles y provechosas, prefiere entregarse a las más inútiles e insustanciales con tal de no trabajar. Luis Montoto, notario eclesiástico, concejal del Ayuntamiento de Sevilla y cronista oficial de la ciudad, en su obra “Un paquete de cartas” escribe: “Los picos o los mantos con picos pardos fueron distintivo de las mujeres de vida airada, mozas de partido, etc. En tiempos pasados, las tales tenían que vestir como se les ordenaba. Según las Ordenanzas de la Casa Pública de Sevilla, no habían de usar vestidos talares, ni sombrillas, ni guantes, sino una mantilla para los hombros, corta y encarnada”. 

Remontándonos a tiempos de Carlos III, la frase que estamos analizando pertenece a la época en la que el rey gobernaba nuestro país. Este obligó a las prostitutas que hacían la calle a coser trozos oscuros de tela en las esquinas de su falda de cuatro picos para diferenciarse de otras que no se dedicaban a la profesión.

Aunque también se dice que “ir de picos pardos”tiene que ver con las costumbres ligeras de los estudiantes del Siglo de Oro y sus acompañantes, donde las prostitutas para identificar su condición llevaban un cintillo pardo en el borde de la falda.

En cuanto al significado, “Ir de picos pardos” es una frase arcaica que, para muchos, también es enigmática. Es muy usada por la población en general, sobre todo por los que tienen más edad. Sin embargo, no siempre tenemos muy claro el significado que tenía en su origen esta famosa frase hecha. Lo que está claro es que la usamos para indicar que nos vamos de fiesta, de juerga, o de farra. Esta última es otra de esas palabras cada vez más utilizadas, aunque proviene de Sudamérica.

En la RAE (Real Academia de la Lengua Española), podemos ver en otro de sus significados: ir de juerga o diversión a sitios de mala nota. Proviene, como decíamos, de la época en la que Carlos III gobernaba España. Fue uno de los Borbones más famosos, más conocido como el “alcalde de Madrid”, pues elevó la capital a una de las más importantes a nivel europeo gracias a construcciones como el Museo del Prado. En estos tiempos, las mujeres usaban un trozo de tela en forma de cuadrado al que le hacían un agujero y se colocaban como una falda.

En este agujero cosían un forro o dobladillo. Por aquí metían un cordón y al tirar, se asían la falda a la cintura. De este modo, la prenda terminaba teniendo cuatro esquinas o picos cayendo de cintura para abajo, una forma similar a las esquinas de una mesa con mantel. En ocasiones, estos picos llegaban a rozar el suelo, por lo que había que reforzarlos para que no se destrozaran.

El machismo reinaba en aquella época. Por tanto, al anochecer, las mujeres “de bien” no salían por la calle. Tan solo se encontraban prostitutas y mujeres de mala vida. Eso sí, los hombres campaban a sus anchas. A veces, las mujeres de la nobleza querían pasear, pero eran increpadas por los hombres por creer que pertenecían al gremio de las prostitutas.

Debido a estos problemas, Carlos III, decidió diferenciar a las prostitutas del resto de mujeres a través de su ropa. Ordenó que las primeras tenían que llevar trozos de tela oscuros en los picos de sus faldas. Así, se diferenciaban de las demás, que los llevaban claros. Y este pequeño detalle fue el comienzo para elaborar una de las frases más conocidas que han llegado hasta nuestros días.

Después de esto, los hombres empezaron a referirse como “ir de picos pardos” cuando querían decir que iban a los prostíbulos. Por su parte, con el paso del tiempo, las mujeres también empezaron a utilizar la expresión cuando empezaron a salir a divertirse. Ahora se usa para ambos géneros cuando se refieren a irse de juerga.

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