A/A Ricardo Ferris, inspector jefe de policía retirado de la comisaría distrito Valencia centro

Estimado señor Ferris, 

Soy Amaya Guerra. Publico artículos en diferentes medios. Mis escritos versan sobre defensa de valores morales: autoridad, cadena de mando, disciplina, mano dura con quien no entiende las palabras, patriotismo (defensa de España y lo español) y lealtad. En definitiva, los requisitos de una sociedad civilizada y con futuro. Raíces, orden y seriedad, en lugar de la dictadura/lavado de cerebro progresista: compartamiento payaso, infantilismo crónico, desarraigo, analfabetismo funcional con título regalado, explotar a unos para conceder subvenciones a zánganos, anarquía, malos modales, agresividad, egomanía. Y pasividad sobre quién entra en nuestra Nación y a qué dedica sus horas.

El motivo por el que me pongo en contacto con usted, es para apoyarle tras su expulsión del Cuerpo (supone un eufemismo repugnante que en artículos se hable de que usted fue «cesado» o «prejubilado»). Sé que sucedió en octubre de 2022; fue recientemente cuando decidí ponerme en contacto con usted. Lo he hecho con más personas públicas para mostrarles mi respaldo: hoy parece que sólo se despegan los labios para quejarse, exigir, despreciar, y exteriorizar delirios de grandeza. Yo prefiero hacerlo con un fin constructivo, y para exponer lo que debe escucharse: todos tenemos «libertad de expresión», aunque seamos acorralados los que no somos asalariados del gobierno (lamentablemente, buena parte del Periodismo lo es en la práctica, por lo tanto no existe la democracia). Lo que usted sufrió, fue exactamente eso, una falta de democracia. Doblemente grave, porque ni siquiera compartió una idea subjetiva, se limitó a leer en voz alta datos imparciales. En la era de la comunicación, la libertad y los derechos, usted fue ejecutado por hablar. 

Ello es una muestra más de dictadura (encubierta, que son las peores, porque resulta más difícil vencer a un enemigo que se esconde). Lo único que pienso está en mis manos para luchar contra ello, para no agachar la cerviz y convertirme en un súbdito, es dirigirme a usted para mostrar lealtad. Es estéril pensar que fue injusto lo que usted padeció, si uno se limita a susurrarlo. Mi única esperanza es que usted sepa que una parte de España está de su lado, aunque seamos pocos los que hablemos. Resulta así mismo demencial, que mencionar hoy día un rasgo negativo de una persona o conjunto, aunque se trate de una estadística, se considere «delito de odio». En el fondo, ello es una manifestación de infantilismo y dictadura: «si me criticas, estallo y exijo tu silencio, porque en mi lista de habilidades y competencias, no se encuentra el digerir la reprobación». 

Señor Ferris, desconozco si mis palabras llegarán a usted. Espero que quien tenga en sus manos la posibilidad u obligación de ser heraldo, cuente con conciencia y lo haga. 

Atentamente, 

   Amaya Guerra

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