La mentira política.

En fin, como presiento la avalancha de mentiras políticas que se avecinan esta semana entrante en Andalucia, para tocar el tema me he refugiado en la sabiduría del irlandés Jonathan Swift (1667-1745), de la mano de un artículo que dió lugar a la obra «El Arte de la mentira política» y que sintetiza magistralmente Manuel Ajenjo, escritor al otro lado del charco: «La mentira y la política suelen caminar juntas, son compañeras de viaje y no se estorban. Hay que mentir bien y conseguir que haya siempre un punto de verdad que esconda la mentira». Se miente y se habla sin mesura a pesar de las hemerotecas y de las evidencias, a pesar de que el 9 de noviembre de 1710, Swift publicó un artículo periodístico que trataré de resumir y que es un irónico ensayo sobre el origen de la mentira política. Por cierto, si este blog tuviera o tiene lectores afiliados y constantes, se les hace saber que lo que hoy leerán dio origen al libro “El arte de la mentira política”.

Según Swift el Diablo es el padre de las mentiras. La mentira es antigua y, además, surgió por primera vez con un fin político: para socavar la autoridad de un príncipe y seducir a un tercio de los súbditos que lo obedecían, motivo por el cual fue echado del paraíso. Sin embargo, aunque el Diablo sea el padre de las mentiras, parece haber perdido, como sucede con otros grandes inventores, gran parte de su prestigio al ser superado por las continuas mejoras realizadas por otros.

Quién fue el primero que hizo de la mentira un arte y la aplicó a la política es algo que se pierde en la oscuridad de la historia. Lo que sí, don Jonathan afirma que la mentira sería el último consuelo de los grupos derrotados, terrenales y rebeldes. Y no deja de reconocer que “los modernos —iguales que los actuales— han aportado grandes mejoras al aplicar este arte para hacerse con el poder y conservarlo, así como vengarse cuando lo han perdido; al igual que los animales usan sus mandíbulas tanto para alimentarse cuando tienen hambre como para morder cuando se les acosa”.

No obstante, lo dicho en el párrafo anterior según Swift “esta genealogía no siempre vale para la mentira política”. Con base en esto, con su estilo alegórico y su sentido crítico, universal en el tiempo y el espacio, hace un análisis refiriendo algunas circunstancias acerca del nacimiento de la mentira y de sus padres, que yo aprovecho para echarme en la hamaca de la transcripción: “A veces, la mentira política puede nacer de la cabeza del político derrotado y luego ser entregada a la chusma para que la cuide y la mime. Otras veces nace deforme y se perfecciona con lametazos (…) A menudo suele nacer niña y precisa de tiempo para crecer, pero también puede ver la luz hecha mujer para luego ir apagándose poco a poco (…) Sé de una mentira cuyo ruido molesta a medio reino y que, aun siendo ahora demasiado orgullosa y grande para reconocer su paternidad, nació como un cuchicheo. Para concluir acerca de la natividad del monstruo: cuando viene al mundo sin aguijón, nace muerto; y cuando pierde el aguijón, muere (…)”.

En su tratado, el escritor irlandés describe, sin decir su nombre, a un gran político “la cabeza más hábil de Inglaterra para entender asuntos delicados” cuya superioridad “no reside más que una inagotable fuente de mentiras políticas que con abundancia difunde con cada una de sus palabras y con idéntica generosidad olvida y contradice a la media hora (…)”.

“Algunos podrán pensar que semejantes mentiras dejan de ser útiles a su progenitor, o a su partido, cuando tras usarse con tanta frecuencia han acabado delatando a sus creadores: se equivocan. Pocas son las mentiras que llevan la marca de su inventor, y el más prostituido enemigo de la verdad puede difundir millares de mentiras sin que pueda conocerse a su autor. Por otro lado, al igual que el más vil de los escritores tiene sus lectores, el más grande de los mentirosos tiene sus crédulos y suele ocurrir que si una mentira perdura una hora, ya ha logrado su propósito, aunque no perviva. La falsedad vuela, mientras que la verdad se arrastra tras ella; de tal modo que cuando los hombres se desengañan, lo hacen un cuarto de hora tarde. La broma acabó, sí, pero surtió su efecto: es como aquel que ingenia una buena conversación cuando el discurso ya ha cambiado o se fueron sus interlocutores; como aquel médico que encontró el remedio luego de morir su paciente”.

Si el deseo de los dirigentes «progresistas», Espadas y compañia, no se consolida con sus mentiras, no se sorprenda usted si lee un anuncio en los periódicos: Se solicita candidato presidencial opositor en buen estado. Requisitos: carisma y buena reputación. No es necesario experiencia ni que tenga bicicleta.

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