El Presidente debe ser lapidado como todo «profeta».

A medida que los grupos crecen y adquieren más funciones y objetivos, aparece una jerarquía donde se hallan los líderes primarios. Posteriormente aparecen capas intermedias sucesivas. Cuanto mayor es el grupo, mayor es el número de líderes que exige. Por tanto, parece lógico suponer que en la medida en que aparecen necesidades, aparece el “liderazgo” como institución y no sólo como personalización.

El liderazgo sería, en una sociedad compleja, una institución de la que el líder sería cabeza; los medios de comunicación contribuirían a la personificación de esta forma compleja de liderazgo. Desde este punto de vista, el hecho de que se produzcan conflictos entre los Estados o dentro de los Estados, no depende de las características de sus líderes tanto como de las instituciones en la que ellos mismos se organizan; por ello, “es a partir del momento en el que los hombres se organizan en grupos sociales definidos (Estados, naciones, Comunidades), cuando sus “obligaciones” como ciudadanos les exigen sentir hostilidad hacia los ciudadanos de otras Comunidades.”

 El elemento más consistente señalado en las múltiples definiciones de liderazgo es la existencia de una relación de influencia entre el líder y sus seguidores, pero teniendo en cuenta que el líder influye en el grupo más de lo que éste lo hace en su líder. Aunque, y citando a Levin, las frustraciones hacen que el pueblo dirija la agresividad contra las clases dirigentes de las democracias, Shaw, señala que de los obstáculos que ha superado puede deducirse que el líder tiende a ser más inteligente. Además, los individuos más inteligentes tienden a ser más activos e inconformistas. El líder, por tanto, será más inteligente (lo que le permitirá persuadir).

El liderazgo es un proceso que cuando es asumido, se autoalimenta, de forma que el líder cada vez demandará más poder y será más exigente en recibirlo.

Nixon citando a McGregor Burns sostiene “los presidentes han de poseer voluntad de poder o no tendrán éxito como presidentes. Han de buscar constantemente el poder, construyéndolo, si fuera necesario con cada fragmento de autoridad formal y de influencia personal que puedan encontrar. Han de guardar constantemente el poder que hayan logrado. Han de atesorar poder para que esté disponible en el futuro.”

 Compárese con la opinión apuntada por Vallejo-Nájera: “El líder nato lo es porque tiene impregnado todo su ser en la pasión de mandar y con ella una condición casi fanática de empeño en el contagio de su ideal y la disposición a sacrificarlo todo por conseguirlo… y automáticamente por imponerlo. No bastan el talento, ni las condiciones personales, hace falta una motivación tan cargada emocionalmente que rebasa las premisas de lo razonable”.

Es de nuevo la desmesura, ligada a la pasión, al ansia de poder, al exceso, y que se encuentra recogida por Maquiavelo en el concepto de virtu como algo específico y hasta deseable en los príncipes. Un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno unido a la falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento inspirado por las pasiones exageradas, la furia o el orgullo. Como explica el psiquiatra González Duro “la paranoia del político le viene dada por la soledad que da el adhesivo uso del poder, sobre todo si el poder es su única fuente de autoestima y de estimación de los demás. Hay que hacer notar aquí la paranoia de ciertos dirigentes políticos. No sólo están obsesionados con la imagen, sino que la furia le desborda cuando leen resúmenes de prensa contrarios a su política. Ven enemigos por todas partes. «Hay que abordar el hecho de que el problema real está en los negros. La clave está en organizar un sistema que tenga esto en cuenta sin que lo parezca» (Nixon, 28 de abril de 1969).

 La desmesura designa el hecho de desear más que la justa medida que el destino nos asigna. El castigo a la hybris, desmesura, es la némesis, el castigo de los dioses que tiene como efecto devolver al individuo dentro de los límites que cruzó. Herodoto lo expresa claramente en un significativo pasaje: “Puedes observar cómo la divinidad fulmina con sus rayos a los seres que sobresalen demasiado, sin permitir que se jacten de su condición; en cambio, los pequeños no despiertan sus iras. Puedes observar también cómo siempre lanza sus dardos desde el cielo contra los mayores edificios y los árboles más altos, pues la divinidad tiende a abatir todo lo que descuella en demasía”.

Puedes ver personas que no eran nadie antes de tomar posesión del poder, que lo son todo con el poder y que temen volver a la nada si lo pierden.  Por su parte, los miembros del grupo le estarán cada vez más sometidos, puesto que cuanto más dura sea la exigencia, más exigente puede ser el líder con los individuos situados en estatus inferiores. Como señala Homans, el líder proporciona a los miembros del grupo recursos valiosos que estos no pueden obtener por sí mismos. El grupo ofrece a cambio, obediencia, respeto, lealtad y admiración. Es un compromiso ya que “un dirigente que limita su papel a la experiencia de su pueblo se condena al estancamiento; un líder que quiere anular la experiencia de su pueblo se arriesga a no ser comprendido.”

Clausewitz señala que el pueblo es el elemento pasional de la guerra; tiene sus propios códigos, afectos y fobias, no siempre reconocidas. Por eso Kissinger decía que “un gran presidente debe ser también un educador que tienda un puente entre el futuro de su pueblo y su propia experiencia” y añadía “los presidentes no hacen grandes cosas basándose en sus limitaciones sino concentrándose en sus posibilidades.”

Los líderes se mueven siempre en el posibilismo y la política. En esta línea, Liddell Hart sostiene “los profetas han de ser lapidados; este es su destino y la prueba de autorrealización. Pero es posible que la lapidación de un líder sólo sea prueba de que ha fracasado en su función por falta de sentido o por confundir su función con la de profeta

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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