La dimensión política del nacionalismo.

Al margen del peso de explicaciones históricas y sociológicas, debe hacerse notar que todos los estudios que hemos hecho sobre el nacionalismo tienden a subrayar la significación de un dato que nunca ha pasado desapercibido: el decisivo significado de la búsqueda del poder en estrecha relación con la materialización más plástica del mismo en los tiempos modernos, el Estado. El nacionalismo se constituye así en una instancia privilegiada de legitimación del Estado ya existente o en el vehículo a través del cual nuevos agentes sociales pretenden llegar a la conquista del poder político en la forma, preferente pero no exclusiva, de Estado soberano. El elemento que subyace a todo lo que hemos visto, complejos y contradictorios papeles políticos es el convencimiento de su funcionalidad cara al objetivo de conquista o mantenimiento del poder en sus distintas plasmaciones territoriales.

Las tensiones que vivimos en España de signo secesionista refuerzan la conveniencia de dar prioridad a este enfoque más realista, menos apegado a las singularidades étnico-lingüísticas y a las grandes explicaciones sociológicas, a la hora de buscar la motivación fundamental, aunque no exclusiva, de los nacionalismos periféricos. Por ejemplo, hacer del nacionalismo vasco una mera reacción de una cultura amenazada, tiene que enfrentarse con el dato de que ese nacionalismo surge desde plataformas urbanas, en unos medios sociales burgueses y de clase media y en contextos políticos como el segundo trecho de la restauración, la II República y la transición democrática caracterizados por intentos de comprensión y aproximación a las realidades culturales diferenciadas de la vida española. La pretensión de singularidad es siempre rasgo obligado de estos nacionalismos, pero la visión comparada de este tipo de nacionalismo pone en cuestión explicaciones casticistas en favor de intentos de comprensión más apegados a la lucha por el poder.

El concepto centro-periferia no tiene por qué llevar aparejado la existencia de opresiones o relaciones de desigualdad de carácter cuasi colonial o abiertamente colonial. Resultan suficientes las tensiones generadas por la diferente ubicación territorial del poder político, económico y cultural, una situación en que el simple paso del tiempo puede resultar explicación suficiente, para que se produzcan las bases de una lucha por el poder expresada mediante el recurso al nacionalismo secesionista.

Que el inevitable color castellano del emergente Estado español entre en conflicto, andando el tiempo, con transformaciones de orden demográfico, económico y cultural, es razón suficiente para explicar buena parte del conflicto centro-periferia español, sin necesidad de recurrir a situaciones de opresión cuasi colonial especialmente inadecuadas en los casos que nos ocupa, Cataluña y Vascongadas.

Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca.

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