Los ángeles caídos.

Leyendo el libro La Tiniebla en el Exorcismo, del Padre J. A. Fortea, exorcista español, me encontré con el relato que él hace de un exorcista que erróneamente aseguraba estar vaciando el infierno porque en los exorcismos que realizaba lograba hacer que los demonios se arrepintieran de sus pecados y se convirtieran. Buscando en la web, hay muchas publicaciones en las que infinidad de curiosos se hacen la pregunta ¿podría Dios perdonar a Satanás? ¿Por qué Dios no perdonó a Satanás?… y no faltan las acusaciones contra la «misericordia divina» por no dar una segunda oportunidad a los ángeles caídos como la ha dado el gobierno de Sánchez a los golpistas.

Pero ahondando en el tema de la salvación de los ángeles y comparándolo con los ínclitos del proces, es necesario realizarse la siguiente pregunta: ¿Por qué los demonios y los ángeles caídos no pueden arrepentirse y salvarse? La respuesta a esto nos va a mostrar algo maravilloso acerca de nosotros mismos. ¿Por qué no se puede convertir el reino de las tinieblas? Después de todo, el enemigo los engañó a ellos como a nosotros, sin embargo, se nos ha dado la oportunidad de arrepentirnos de nuestra lealtad a Satanás y regresar a Dios. ¿Por qué ellos no pueden? ¿Por qué no lo harían? ¿Por qué no lo hacen los asesinos etarras y, actualmente, los expresos del proces?

Ha habido personas en la historia de la iglesia que pensaban que los demonios y los ángeles caídos se salvarían al final, porque Dios es tan magníficamente indulgente, su gracia es tan buena y su poder tan invencible. ¡Seguramente Él los perdonará! En realidad, no es una cuestión de perdón como en nuestro caso. Es evidente que Dios tiene en su corazón el perdonar como lo tenemos todos los españoles si estos asesinos y rebeldes de ambas regiones se arrepintieran. Es concebible que los demonios y los ángeles caídos puedan ser perdonados, pero eso no es lo que está en juego aquí. Hay dos lados en este enigma en el que podemos aplicar la comparación de estos independentistas con los ángeles caídos.

Antes que nada, los demonios y los ángeles caídos, como los catalanes y etarras desleales a España, no quieren arrepentirse. Han tomado una decisión y no tienen ningún deseo de cambiarla, estando totalmente comprometidos tanto con su orgullo como con su rebelión. Han llegado a un completo acuerdo con el mal y el maligno y literalmente no ven razón para cambiar sus mentes: son el pecado personificado. ¡Los humanos estamos solo “medio comprometidos” con el pecado y con el mal en comparación con ellos!

El otro lado es la absoluta imposibilidad de que sean atraídos al arrepentimiento debido al ambiente radicalmente diferente en el que viven. Esto requiere algunas explicaciones. Ellos viven en (lo que para nosotros) es el reino invisible y espiritual de la creación; nosotros vivimos en el mundo visible y material, ciegos a ese otro reino, el cual a veces podemos ver e interactuar cuando estos espíritus rompen el velo para intentar engañarnos. ¡Qué poco apreciamos el hecho de que no podemos ver el reino invisible! Cuán a menudo nos lamentamos: “Si tan solo pudiera ver a Dios…” Y, sin embargo, nuestra esperanza de arrepentimiento y redención radica en este regalo de misericordia y de protección divina, ya que nuestra visión está envuelta en el ámbito material.

Más grave que una ceguera material es una ceguera espiritual, la cual es el efecto funesto que les sucedió a Adán y Eva cuando cayeron en el pecado: ya no podían contemplar a su Dios con una idea verdadera y precisa de quién es realmente. Perdieron de vista su imagen, le creyeron a la serpiente, pecaron y se escondieron del Creador. Pero el Señor preparó el reino material como una red de seguridad para atraparlos cuando cayeron. Ya estando en un mundo físico, Adán y Eva quedaron ciegos a Dios la mayor parte del tiempo, tal como actualmente todos lo estamos, pero todavía podían ser alcanzados por Él a través de su Palabra, de su ayuda y de su guía mediante el Espíritu Santo.

Al dejar abierta esta “puerta de escape”, el Señor se aseguró de que tendría un camino para revelarse a Sí mismo a sus hijos caídos y hacernos saber de la necesidad de arrepentirnos. Gradualmente, el Espíritu Santo trabaja con todos nosotros desde el nacimiento, tratando de convertirnos de las tinieblas a la luz, de la necedad a la sabiduría, y de ese modo nos abre a devolver nuestros corazones a Dios. La misma ceguera que nos impide ver a Dios, le permite a Él revelarse a nosotros en minúsculas medidas que podamos tolerar. Aquí vemos la diferencia: el verdadero Creador se revela de maneras suaves, sutiles y paso a paso, los demonios crean espectaculares apariciones, revelaciones, experiencias místicas para engañar a sus víctimas.

Los demonios y los ángeles caídos estaban privados de la posibilidad de “no ver” a Dios como los independentistas vascos y catalanes están privados de “no ver a España”, es la razón de su existencia espiritual. Dios fue en todo momento y en todos los lugares completamente revelado en el reino invisible y espiritual que ocupan. Aquellos que escogieron alejarse no cayeron en la ceguera como nosotros lo hicimos. Todavía podían ver todo acerca de Dios: sus ojos están completamente abiertos a su luz. Como nunca perdieron de vista quién es Dios (como nosotros sí lo hicimos), no había nada más que Dios pudiera revelar acerca de sí mismo a ellos. Debido a que se volvieron contra la verdadera luz que eternamente brilla en el reino celestial, no había ningún lugar donde pudieran ir para alejarse de él en su rebelión, excepto huir a la oscuridad espiritual. Ellos viven en la oscuridad eterna hasta este día, con el fin de esconderse de la odiada luz verdadera que ellos rechazan rotundamente.

La diferencia es que a estos hombres se les ha dado o concedido una segunda oportunidad, la opción de arrepentirse, enmendar su camino, sin necesidad de convertirse y conseguir, no la salvación divina, sino la nacional, sólo respetando las ideas y espíritu de los que no comparten sus ideas como es el respeto a las leyes. Tanto ha sido el esfuerzo que estamos haciendo todos los españoles por redimir a los rebeldes que, haciendo una comparación, después de la caída de Adan y Eva, Dios envió a su Hijo Único a hacerse hombre para redimir al hombre. Pero por Satanás y los demás ángeles (demonios) caídos no sucedió tal cosa. Aparentemente Dios no fue misericordioso, no tuvo piedad alguna con ninguno de ellos. El Libro del Apocalipsis (12,7-10) nos relata la batalla que sucedió en el cielo después de la caída: «En ese momento empezó una batalla en el Cielo: Miguel y sus Angeles combatieron contra el Monstruo. El Monstruo se defendía apoyado por sus ángeles, pero no pudieron resistir, y ya no hubo lugar para ellos en el Cielo. Echaron, pues, al enorme Monstruo, a la Serpiente antigua, al Diablo o Satanás, como lo llaman, al seductor del mundo entero, lo echaron a la tierra y a sus ángeles con él».

Y San Pedro dice: «Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los encerró en cavernas tenebrosas, arrojándolos al Infierno» (2 Pe. 2, 4). San Juan Damasceno:  «No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los seres humanos después de la muerte». Será un fuego eterno, un castigo eternoEntonces dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles» (Mt. 25,41).

¿Por qué Dios resulta tan radical y dicta una sentencia de validez eterna, irrevocable contra estos espíritus que se rebelaron contra él? ¿No es suficiente la misericordia de Dios como para otorgarles perdón o darles la oportunidad de arrepentirse y convertirse? El Catecismo nos dice que no fue por un defecto de la Misericordia Divina que el pecado de los ángeles caídos no fuera perdonado, sino debido al carácter irrevocable de su elección. La «caída» de los ángeles consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino (cfr. CIC 392 y 393). No es que Dios no haya querido perdonarlos y ofrecerles la oportunidad de regresar a su Reino, es que los ángeles caídos decidieron rechazar tal oportunidad. Es similar a lo que sucede con el pecado de traición a la Patria, que no será perdonado ni en esta vida ni en la otra por muchos españoles. La realidad nos está enseñando, por el decir de ellos mismos, que ese pecado consiste en el rechazo total de la salvación ofrecida por la Patria. A la fuerza no se puede salvar a estos hombres por mucha misericordia que tengamos porque aseguran que repetirán; como tampoco pudo salvar Dios a Satanás y los demás demonios o ángeles caídos.

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería. (R)

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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