Deje de mentir, ¡¡¡Por Dios¡¡¡

La invasión rusa de Ucrania ha intensificado el debate entre los países miembros de la Alianza Atlántica  en torno a la inversión en Defensa que vienen realizando en los últimos años y lo que deberían invertir en el futuro. En la cumbre de Cardiff de 2014, los países miembros alcanzaron un acuerdo para llegar a una cifra de inversión del 2% de su PIB para 2024. En el estimado de 2021, sólo 7 países de los 27 superaban esa cifra, aunque había tres rozándola.

La OTAN debe encarar una serie de desafíos internos y externos en los próximos años. Además de las amenazas internacionales, la organización atlántica también afronta unos retos de carácter organizativo para poder adaptar sus estructuras a los nuevos escenarios.

En la esfera interna, uno de los puntos donde insiste más la OTAN es en conseguir que los 28 Estados miembros alcancen unos presupuestos militares que supongan, al menos, el 2% de los respectivos PIB para 2024. Así se acordó en la Cumbre de la OTAN en Gales en 2014. El año en curso, solo Estados Unidos (3,8%), Reino Unido (2,2%), Grecia (2,2%) y Estonia (2%) cumplían con este objetivo.

De esta manera, se pretende reinvertir la tendencia iniciada con el final de la guerra fría, cuando los aliados recortaron sus presupuestos militares. Según datos de la misma OTAN, en 1990 el gasto sumado de los 14 miembros europeos era de 314.000 millones de dólares (unos 276 millones de euros), en 2014 y con 12 Estados más, la cifra descendió a 250.000 millones de dólares.

Pero los cambios organizativos que quiere la OTAN no se limitaban al incremento del presupuesto. También quería que los países miembros aumentasen la coordinación de sus fuerzas. Tal y como indica el Informe Anual de 2014 de su secretario general, el que fuera primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, se esperaba que las fuerzas armadas de los 28 hubieran mejorado sus sistemas de coordinación para operar en cualquier entorno y tipo de misión para 2020. Un ejemplo de este esfuerzo son las grandes maniobras como los ejercicios Trident Juncture 2015, que tuvieron lugar en España entre octubre y noviembre de ese año, con el despliegue de 30.000 soldados.

En este sentido, la OTAN también aplica lo que ha aprendido en las misiones donde se han tenido que coordinar múltiples contingentes como Bosnia, Kosovo y Afganistán. La Alianza aspira a dar una respuesta ágil a posibles ataques contra un país miembro, de ahí que desde la citada Cumbre de Gales haya reorganizado su contingente de reacción rápida, para pasar a denominarse Fuerza de Muy Alta Disponibilidad, cuyo objetivo es dar respuesta a una agresión principalmente en el Este de Europa o el Báltico.

La Alianza Atlántica quiere que los países miembros no solo hagan un aumento cuantitativo de sus fuerzas, sino que también mejoren las capacidades tecnológicas de sus fuerzas armadas. Incluso la propia organización cuenta con la NATO Science and Technology Organization para trabajar en cuestiones de innovación vinculadas a defensa y seguridad.

También se ha desarrollado la Connected Forces Innitiative que pretende aprovechar la tecnología para mejorar la coordinación de las fuerzas aliadas sobre el terreno.

Asimismo, la OTAN sigue trabajando en el desarrollo de la defensa antimisiles para proteger Europa. Uno de sus puntos neurálgicos está en la base española de Rota, allí se encuentran los cuatro barcos de guerra estadounidenses con los sistemas Aegis, pilar de este escudo antibalístico. Próximamente, esta cobertura se incrementará con el despliegue de más dispositivos de este tipo en Rumanía y Polonia.

Rusia siempre se ha opuesto a su desarrollo y ha advertido que podía llevar a una nueva carrera de armamento, aunque la Alianza ha asegurado que el sistema de defensa se desarrolló pensando en un ataque perpetrado por algún Estado canalla como Irán (percibido como una amenaza particularmente antes de la firma del acuerdo nuclear de 2015) o Corea del Norte.

Más allá del terreno puramente convencional, la ciberdefensa también es una de las principales preocupaciones de la Alianza. Forma parte de su Concepto Estratégico desde la Cumbre de Lisboa de 2010. Según los datos de la propia organización, en 2014 sus sistemas registraron 3.000 eventos vinculados a acciones agresivas desde el ciberespacio.

Aunque pueda parecer un concepto muy novedoso, la OTAN tiene experiencia tratando con este tipo de amenazas desde que en 1999 fuese víctima de un ciberataque de hackers serbios al comenzar los bombardeos contra ese país, y luego tuvo que hacer frente a agresiones semejantes contra Estonia en 2007.

Para saber cómo actuar ante estas acciones, la Alianza publicó en 2013 el Manual de Tallin. El documento fue realizado conjuntamente con 20 expertos mundiales y da unas pautas para aplicar la ley internacional en la ciberdefensa. Además, se reconoce que los efectos de un ciberataque son equiparables a los de uno convencional, aunque a la hora de determinar si se aplica el artículo 5 (una agresión contra un miembro es considerado como una agresión contra todos), se analizará caso por caso.

La OTAN se quiere centrar en la protección de sus propios sistemas de comunicación a la vez que los países miembros desarrollan sus propias estrategias de ciberdefensa. Aunque de momento, la implementación está siendo heterogénea y aún queda trabajo por hacer para equiparar las capacidades entre los aliados.

Otro ámbito que presenta incertidumbres es la futura ampliación a países como Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Ucrania y Georgia. En diciembre de 2015 la OTAN ha formalizado la invitación a Montenegro para ser miembro. La Alianza tiene que ponderar si la incorporación de estos nuevos Estados le aporta verdadero valor estratégico, y hasta qué punto le puede suponer un incremento muy peligroso de la tensión con Moscú.

En la Declaración de la Cumbre de Cardiff en septiembre de 2014 se evitó acelerar el proceso de algunos Estados candidatos, por una falta de unanimidad necesaria entre los miembros actuales, debido a las divergencias entre las percepciones de seguridad por parte de los países de Europa Occidental y los antiguos satélites comunistas.

Entre los aspirantes hay casos muy complejos. No se contempla incorporar a Ucrania con la guerra en el Donbass, pero la OTAN hace hincapié en el Informe Anual del Secretario General de 2014 en que se seguirá entrenando a las fuerzas ucranianas para mejorar aspectos como las comunicaciones, la logística y la ciberdefensa.

En la Cumbre de Cardiff, también se resaltaron los progresos de Georgia para mejorar sus mecanismos militares y políticos, pero no hubo una invitación clara a integrarse. En un caso similar al ucraniano, si se uniera a la OTAN, ésta se vería obligada a acudir en defensa de Tbilisi en caso de un nuevo conflicto con el Ejército ruso en Osetia del Sur y Abjasia, como sucedió en 2008.

En los casos de Montenegro, Macedonia y Bosnia-Herzegovina, la cuestión rusa también pesa. La OTAN teme que si hace una rápida propagación en los Balcanes (también una zona de tradicional influencia rusa), se pueda alimentar el discurso del Kremlin de que la Alianza está siguiendo una política de expansión muy agresiva.

Según datos de un estudio de Pew Research Center de 2014, el apoyo a la OTAN entre la población de los países miembros es bueno, con una media del 62%. Pero si se analiza cada Estado, hay diferencias importantes. En Polonia la opinión es más positiva (un 70% a favor, ha crecido 10 puntos desde 2013), seguida de Francia e Italia (cada una con un 64% y aumentos de 6 y 4 puntos). Entre los menos entusiastas están EE UU (con un 49% y sin variación desde 2013) y España (con un 47% pero con un aumento del 5%).

En este sentido, la OTAN debe trabajar más la comunicación de sus acciones de cara a la opinión pública si quiere que los apoyos sean más homogéneos y también conviene hacer pedagogía sobre lo que supone formar parte de la Alianza. El citado informe de Pew Research Centre indica una división sobre si se debe acudir en defensa de un aliado (en particular, se preguntaba por una hipotética agresión rusa). Por ejemplo, Estados Unidos y Canadá eran los más partidarios (porcentajes a favor de un 56% y un 53%, respectivamente); mientras que entre los más reticentes están Alemania (38%), Italia (40%), Francia (47%) y España (48%).

España es uno de los países que menos invierte en materia de Defensa. Los últimos datos que ha hecho públicos la OTAN, el pasado mes de marzo, indican que nuestro país tan sólo destinó a Defensa el 1,03 del PIB. Es decir, casi la mitad del presupuesto que se comprometió a alcanzar para dentro de dos ejercicios. Fue el segundo país de la OTAN que menos invirtió en esta materia de todos los aliados en 2021.

Sólo supera en inversión a Luxemburgo, y cada vez pierde un poco más de comba respecto a Bélgica, el tercer país que menos invierte y con el que España lleva intercambiándose la penúltima y la antepenúltima posición desde hace más de un lustro. Un total de ocho países de la Alianza Atlántica ya han alcanzado y superado ese 2% del PIB comprometido en Gales y otros dos se encuentran a las puertas, con inversiones superiores al 1,85% de su PIB.

Las cifras sobre la inversión en Defensa han sido bastante polémicas en los últimos meses, pues el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha mentido sobre ellas. En una entrevista de televisión llegó a decir que la inversión en España en esta materia alcanzó en 2021 en 1,44 por ciento del PIB, y que cuando él llegó al Gobierno se estaba destinando aproximadamente el 1,25 por ciento del PIB. Unas cifras muy alejadas de la realidad.

La realidad es que el año que Pedro Sánchez llegó al Palacio de La Moncloa se estaba muy lejos de ese 1,25% del PIB. Según las tablas de la Alianza Atlántica, España invirtió ese año el 0,91 por ciento del PIB, siendo el penúltimo país en el ránking de inversiones. Sólo se superaba al diminuto Gran Ducado de Luxemburgo. En 2019, el primer año natural completo con Sánchez en la presidencia sólo se invirtió el 0,92% del PIB.

El estimado de la OTAN para 2021 elaborado el pasado junio de 2021decía que España estaba en una proyección de invertir tan sólo el 1,02% del PIB en Defensa, sólo superando una vez más a Luxemburgo. Y el leve aumento presupuestario para 2022 establece que la cifra que se invertirá este año estará en torno al 1,1% del PIB, una cifra muy lejana al 1,44% que esa noche dijo que se estaba invirtiendo el Sr. Sánchez.

Lo más llamativo es que las cifras dadas esa noche también se contradicen con las hechas públicas por el propio presidente en las dos últimas semanas que le sucedieron, tanto tras el Consejo de ministros extraordinario de la UE como en la entrevista que dio a TVE el 28 de febrero. En ambas, dijo que España alcanzará el 1,22% del PIB en Defensa en 2024, una cifra que según lo dicho ya se invertía cuando él llegó a La Moncloa y que estaría muy por debajo de lo que en la noche de ese lunes dijo que ya se estaba invirtiendo –un 1,44% del PIB.

Deje de mentir, ¡¡Por Dios¡¡¡

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