Pendejada de la administración pública.

La tercera acepción de la palabra “pendejo” del Diccionario de la Real Academia de la Lengua española la define como “ persona de vida irregular y desordenada”, condición que puede predicarse de gran parte de esas personas jurídicas que son las Administraciones Públicas, a la vista del nuevo contexto económico de crisis que impone sus reglas de austeridad y control. También pueden calificarse de “pendejadas” las medidas de ajuste económico que no cogen el toro por los cuernos. Y es que, visto lo visto, hay que asumir que el Estado del Bienestar ha sido desplazado por el Estado del Subsistir, y  puede que la gangrena de la crisis económica esté tan extendida que sea necesario amputar. Veamos los puntos de posible intervención a criterio de José Ramón Chaves:

.- Un país con un Senado decorativo, que no se ajusta a la funcionalidad de cámara territorial en que se inspiró, bien podría soportar una severa reforma del Reglamento del Senado que limitase el número de sesiones a lo imprescindible, que recortase los costes, dietas y demás prebendas. Al fin y al cabo, en tiempo de crisis se legisla poco y es el Congreso quien convalida los Decretos leyes.

.- Un país con un Consejo Económico Social implantado por la Constitución, y cuyos resultados son tostones de datos y hojarasca, bien podía ver sometido su régimen de integrantes, asistencia y presupuesto a la tijera. Y lo mismo es predicable de sus homólogos autonómicos (e incluso locales, que los hay).

.- Un país con gran número de Defensores institucionales (del Pueblo, de las Comunidades Autónomas, del Anciano, del Menor, del Consumidor, del Animal, del Alumno, etc, ) bien podría en tiempos de crisis, confiar en las instituciones jurisdiccionales de garantía y suprimir/suspender o limitar tales centros que solo sirven para barajar papeleo y nóminas de sus propios cargos y personal.

.- Un país con 50 Diputaciones Provinciales ( o asimiladas) admitiría su supresión, mediante la sencilla absorción de sus competencias por su hermana mayor ( Comunidad Autónoma) o benjamines ( Ayuntamientos).

.- Un país con 8131 Ayuntamientos admitiría una nueva planta municipal simplificada para asegurar economías de escala.

.- Un país donde hay un auténtico Zoo de entidades bajo titularidad o dominio público ( Organismos Autónomos, Consorcios, Mancomunidades, Agencias, Sociedades públicas, Fundaciones), bien podía acometer un Plan de supresión de duplicidades. Sólo las entidades competitivas y de ventajosa eficacia probada en su prestación descentralizada debieran sobrevivir. Hay que evitar que un mismo carro de funciones públicas sea tirado simultáneamente, en direcciones no siempre coincidentes, por percherones, potros de carrera, ponis y burros, cuya alfalfa la pagamos todos.

.- Un país donde hay mas de 100.000 altos cargos en activo (estatales, autonómicos, locales, institucionales, y asimilados, etc), que unido a otros 15.000 exaltos cargos (con derecho a complemento de oro), bien podría soportar un recorte del número de unos y las prebendas de los  otros.

.- Un país donde el sistema universitario público ha pasado en treinta años de 34 Universidades  a casi duplicarlas, y de 40.000 a 100.000 profesores, pese a la caída inversamente proporcional de alumnos, necesita una reforma de “corte y confección”, nada de “prét-a porter” o café para todos.

.- Un país donde se toleran desigualdades capitales en el único ámbito  donde todos los españoles debieran ser iguales (la salud), en un campo donde todas las Comunidades Autónomas muestran un cráter de déficit galopante (sin olvidar los 15.000 millones de euros de déficit de la Seguridad Social) debería provocar una urgente Ley estatal de Armonización de competencias sanitarias, unida a una modificación del Estatuto del Personal Sanitario (menos abandonado a las fuerzas centrífugas de la dispersión autonómica y la negociación sindical), que  homogeneice las retribuciones, que equipare las prestaciones y que frene el despilfarro galopante del gasto farmacéutico.

.- Un país donde contamos con conquistas sindicales merecidas, pero concebidas para tiempos de bonanza empresarial, y que dotan de rigidez al mercado laboral, necesita el sacrificio de la suspensión temporal de aquéllos avances que no afecten al núcleo esencial de la dignidad de la persona y del trabajador ( liberados sindicales, fijezas, pluses consolidados, jubilación, contratación temporal, etc).

.- Un país donde parece que pleitear es el deporte nacional con un sistema de recursos e instancias jurisdiccionales largo ( apelaciones, casaciones, amparos, inconstitucionalidades, ejecuciones morosas, revisiones internacionales, etc.) y además gravoso para todos los ciudadanos ( pues aunque litiguen unos pocos, las costas no cubren los costes, ni se imponen siempre) requiere una enérgica reforma procesal para simplificar trámites, reducir tiempos y que quien más litigue, si pierde, más pague. Sin justicia ágil no hay justicia real ni confianza o seguridad jurídica de los ciudadanos y agentes económicos.

.- Un país cuyas Administraciones públicas no saben el patrimonio que realmente poseen, en que hay miles de inmuebles vacantes sin dueño,  y en que los inventarios y el catastro no coinciden, bien podría acometer un Plan de Investigación de Patrimonios públicos, que sin necesidad de “desamortización” de activos permita rentabilizar esas manos muertas.

.- Un país que ha aprobado en la última década miles de leyes (estatales y autonómicas) bien podría hacer un balance objetivo de cada una de ellas, de manera que aquéllas que se han revelado en su aplicación ineficaces, inútiles o costosas, o sin desarrollo, fueren fulminantemente derogadas. Nadie audita la eficacia de las leyes: se aprueban y son abandonadas a la suerte en el mundo jurídico.

.- Un país donde Ministros, Consejeros y Alcaldes tienen un cheque en blanco para incurrir en chapuzas o ilegalidades bajo esa suave reprimenda que es la “responsabilidad política”, requeriría que el desajuste reiterado entre ingresos y gastos vinculados a su gestión comportarse la fulminante inhabilitación para cargo público ( al fin y al cabo, revela una pésima gestión o incapacidad para conseguir lo que otros consiguen o al menos para conseguirlo con reglas de juego limpias).

Podrá decirse que una cosa es “predicar y otra dar trigo”. Que son medidas inviables. Que a Chaves le ha dado un ataque de demagogia barata. Que Chaves ha descubierto el Mediterráneo. No. Sencillamente se expone la percepción intuitiva y experiencial de los yacimientos de déficit presupuestario. Los políticos están para hacer política y fijar objetivos, y los técnicos buscarán los medios. Pero no interesan los políticos sin pena ni gloria, ni los que prometen la gloria sin pasar penas, sino los que saben que hay que pasar penas para alcanzar la gloria.

Estoy tan seguro de que estas medidas son posibles como de que no faltarán políticos que las consideren imposibles. Que si no pueden infravalorarse las aportaciones de instituciones “consolidadas” ( Consejos y Defensores); que si no puede volverse a regímenes burocráticos y centralizadores ( supresión de entes descentralizados); que si supone ir contra la tradición (Diputaciones), que si va contra la autonomía local ( Ayuntamientos) que si va contra la autonomía universitaria (Universidades), que si va contra derechos adquiridos ( retribuciones), que si va contra las conquistas sociales (sindicatos), que si está jugándose con la calidad del servicio sanitario, etc,.

Y si alguien osado intenta acometer alguna de esas iniciativas (sea el gobierno actual o la oposición en tal papel futuro), en seguida se planteará la necesidad de dictamen del Consejo de Estado, del Consejo Económico y Social, de convocar Conferencias interautonómicas, de elaborar dictámenes (de impacto de género, de impacto medioambiental, etc.), de oír a las corporaciones de intereses, de plantear recursos ante el Tribunal Constitucional, etc. En definitiva, que los políticos acabarían vendiendo el “no se quiere” disfrazado del “no se puede”, pasando por el “no se debe”.

Y mientras tanto, el buque estatal continúa aprisionado entre los hielos de la crisis económica cuando el duro invierno se cierne sobre él.

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