El personal de los Ejércitos en el Estado plurinacional.

El Presidente y sus socios de gobierno en su anterior etapa, corta por cierto, afirmó en rueda de prensa que la estructura del Estado en España debía de ser una confederación plurinacional, apoyado ahora por el programa de Podemos, sin saber siquiera qué naciones la constituirían a excepción de Cataluña, Vascongadas y Galicia que sólo tienen de históricas el fundamento de las Guerras Carlistas en el XIX, ¡¡¡vaya historia¡¡¡

Estas afirmaciones tienen una repercusión tremenda para los Ejércitos si se llevan a cabo por importantes razones:

Se trata de saber si existirían entre nosotros tres o cuatro ejércitos, cuatro naciones, anatemizada una de ellas como es la principal, España, y tenida por indigna de servir al Rey, a España y a los españoles. Y para limitarme a lo que directamente me concierne como Oficial del Ejército español, trato de saber si en el porvenir vamos a llamar a la defensa de la Patria a los soldados que han hecho su gloria en todos los Teatros de Operaciones donde han actuado o vamos a declararlos a perpetuidad peligrosos y problemáticos para el Estado plurinacional por servir a España, por su falta de preparación para incorporarse a la vida económica civil, a pesar de las promesas implícitas o explicitas del Ministerio de Defensa de proporcionarles formación y puestos de trabajo, o, por otra parte y para los Cuadros de Mando, que se les impida el ascenso cercenando su carrera en empleos de medio nivel.

Esta decisión sería injusta, porqué estos soldados, del empleo y graduación que sea, han sido admirables en todas las misiones donde han participado. Un ardor infatigable los animaba, una paciencia heroica les sostenía; jamás han pensado que sacrificaban su vida por otra cosa que por el honor de España; y cuando se vean obligados a separarse de sus Banderas, aún podrían ofrecerle a la Patria sus servicios con inmensos tesoros de buen hacer, fuerza y bravura en otros menesteres de la vida civil si se hubiera llevado una política razonable de Recursos Humanos aumentando la conciencia de la Defensa Nacional. ¿Ha de renunciar España a ofrecérselos? ¿Deberá en sus adversidades, dejar de enorgullecerse de estos hombres que el resto de Ejércitos de los Países aliados no han dejado de admirar? Nuestra salud no reside en el olvido de tantos servicios, en la desconfianza de tanto valor, en el abandono de un baluarte tan seguro. Nuestros soldados de todas las graduaciones han expiado mucho, porque han sufrido mucho. ¿Quién se obstinaría en rechazarlos negándoles una salida honrosa?

Los ejércitos permanentes impiden o pueden impedir la libertad de acción de estos tipejos que urden con trapisondas el desmembramiento de España. Los “progres” miran con rencor ese coloso sentado a sus pies, inmóvil y mudo y les molesta y les atemoriza; no sabe qué hacer de él en un Estado plurinacional y teme que se le rebele.

Conducidos desde hace años por una administración sin planes, sin reglas, sin principios determinados, aún vamos a seguir por el mismo camino. En todas partes el capricho y la arbitrariedad con aquellos que tienen convicciones morales y no se amedrentan ante estos sujetos siguen desplazando a la justicia. Se está desmembrando el Ejército; 28.000 o 30.000 soldados de Tropa y un número indeterminado de Oficiales y Suboficiales se ven privados de ascender en sus carreras o de tener, en el caso de la Tropa un retiro digno o un trabajo honrado a partir de los 45 años. Suponiendo que esta medida sólo alcanzara a hombres de sentimientos dudosos, lo que no es exacto, no se podría negar a estos desdichados derecho a quejarse amargamente de los ministros que con la inconstancia de sus sistemas y con sus doctrinas corruptoras, los extravían, produciendo el odio hacia lo que más han querido: los Ejércitos. Y, sin embargo, mientras que estos militares se encontrarán acaso sin pan para ellos y sus familias o con la falta de incentivos morales para continuar trabajando por el estancamiento de sus carreras, estos ministros gozan en sus palacetes todas las dulzuras de la fortuna. Sépase, señores, que si un solo Oficial, si un soldado solo, puede olvidar sus deberes y traicionar a sus Mandos y al Rey y al Estado, todo el crimen de la traición toda es del gobierno, los ministros y los políticos.

Las leyes se establecieron para garantizar a cada uno la fortuna legítimamente adquirida. Ahora bien, ¿hay fortuna, hay propiedad más legitima que la de un militar que a cambio de veinte años, treinta años de servicios a la Patria, que no ha obtenido la formación como se prometió y ha obtenido un grado en pago de su juventud entera, de una larga servidumbre, de la sangre por él derramada? Buscad en todas las clases de la sociedad un bien pagado tan caro… ¿Cómo podría admitirse que pudiera perderse este bien para la Nación, que pudiera quitársele sin razón, sin más motivo que un capricho ministerial que los puede remitir al paro y a la desidia?

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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