El pueblo que se vaya «A tomar viento a la farola»

En España, cuando queremos desprendernos de algo indeseable, de un pelmazo, de un individuo que nos cae gordo por su impertinencia o por otras razones, recurrimos a la contundente admonición «Vete a la mierda». No sé cómo en ocasiones similares los catalanes, los vascos, los valencianos, los gallegos, los asturianos, los mallorquines, los araneros, los ibicencos y los extremeños recurren a esa desagradable expresión o tienen en sus lenguas, idiomas, dialectos y argot o jergas otras frases iguales o parecidas. En Málaga, los malagueños (incluidas las malagueñas, según la gramática española) son más elegantes, más educados y menos expeditivos en las ocasiones en que tienen que desprenderse de un pegajoso, un insolente o un tipo coñazo. Los despachan con un «Vete a tomar viento a la Farola».

Ahora, cuando ya se ha conmemorado el doscientos aniversario de la construcción de la Farola se propuso por Guillermo Jiménez Smerdou, entre los actos que se organizaron para festejar los dos siglos de su erección, un reconocimiento al anónimo autor de la expresión que figura en nuestro acervo popular. Hasta se podría encargar a un político vacunado, sin deber serlo, un monumento a la expresión «Vete a tomar viento a la Farola», de la que soy asiduo porque formo parte de esa ciudadanía sufrida a la que los políticos sinvergüenzas, y ahora otros que no lo son como los Mandos del EMAD, ¡¡¡Dios mío¡¡¡, que no acostumbra a disfrutar de ninguno de sus eventos televisivos en los que aparecen personajes corruptos mintiendo a la ciudadanía y a la que, forzosamente mandan a tomar ese viento que reina en los alrededores de un icono de Málaga, al igual que El Cenachero; el artista malagueño Jaime Fernández Pimentel inmortalizó en 1964 en una estatua a este pintoresco personaje, inspirado en un pescador real llamado Manolo “El Petaca”; y El Biznaguero, vendedor de biznagas, que son las flores del jazmin, ensartadas una a una en un ramillete muy especial; otro de los personajes que pregonaba su mercancía de forma tradicional y que todavía ahora se pueden ver algunos sólo como reclamo turístico por las calles de Málaga.

Los escultores, como los dibujantes y pintores, gozan del don de la creación y no necesitan del consejo de nadie para interpretar una gesta, una hazaña, un hecho o algo tan etéreo como el viento. Desde una veleta estilizalada hasta un paraguas vuelto del revés por la acción del viento, cualquier interpretación es válida para perpetuar el famoso dicho malagueño, porque faros hay muchos, pero farola solo una, la de Málaga.

Tanto nos mandan a tomar viento a los ciudadanos, al pueblo, que es lo mismo que mandarnos a tomar por Rasputín, que acabaremos todos en la farola de Málaga o en la mierda en su decir poco culto.

Véase ejemplo sin par en la gestión de la vacunación contra el COVID en la que una gran cantidad de “líderes del pueblo” y, ahora sabido, hasta de la Defensa, y al que dicen servir y defender en sus derechos democráticamente conseguidos por una lucha sin par contra la “Dictadura” que no han vivido y desconocen por ser la mayoría alfa betas, han dado el mejor de los ejemplos: “Yo me vacuno y el pueblo que se vaya a tomar viento a la farola”, porque es indeseable e incómodo, “que se vaya a la mierda”.

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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