Los españoles, sin derechos.

Si se hubiera de votar para decidir el futuro de nuestra nación, dice Lainz, como así se desprende de los objetivos marcados por los nacionalistas y otros, habría mucho que discutir sobre quien ha de votar como marcan los conservadores, social demócratas, liberales y otros que se sienten españoles. Si la nación vasca y catalana, así como la gallega, pueden autodeterminarse, ¿por qué no la nación española? Si estas supuestas naciones – definidas por los que consideran que dichas naciones existen, es decir los nacionalistas y la izquierda – se quieren autodeterminar, ¿por qué no va a poder hacer lo mismo la nación española?

Los nacionalistas, apoyados por “los progresistas”, dicen: nosotros somos estos, nos extendemos por estos territorios, hemos estado siempre en España de prestado y somos una nación, por lo que tenemos el derecho a votar para autodeterminarnos. Pero el resto de los españoles podríamos decir: nosotros somos estos, nos extendemos por estos territorios y somos una nación, por lo que vamos a votar para autodeterminarnos.

Y de este modo se produce una intersección irresoluble, porque, siguiendo a Arzallus, el concepto nacionalista de ellos es excluyente de nosotros, pero según la tesis no-nacionalista el concepto de nosotros incluye necesariamente el de ellos, porque los españoles también consideramos a los vascos, catalanes y gallegos parte de nosotros. Los nacionalistas dirían que no aceptan ser incluidos en la idea de nación que tenemos los españoles y, por lo tanto, según Lainz, que les autodeterminen en contra de su voluntad, como parte de España. Pero siguiendo el mismo razonamiento, los españoles no tendrían por qué aceptar que los vascos, catalanes y gallegos fuesen excluidos de su idea de nación y que se autodeterminasen en contra de la voluntad del resto de los españoles.

Los nacionalistas de estas regiones contestarán que son dueños de su destino, no admitiendo injerencias de quien no sea vasco, gallego o catalán, pues descartan que formen parte de una unidad humana e histórica superior llamada España. Pero, ¿no son los españoles también dueños de su destino? ¿No estarían legalmente legitimados para no admitir injerencias en lo que a su nación concierne? ¿Según qué principio de procedencia divina o humana se otorga la capacidad de decisión sobre el destino de una porción de la Nación y del territorio español a unos ciudadanos sí y a otros no? ¿Es que sólo los ciudadanos de estas Comunidades están legitimados para votar? ¿Por qué esta parte de la ciudadanía puede votar por su soberanía y los españoles no pueden sobre la suya?

¿Acaso no es la pretendida aniquilación de la nación española una cuestión que afecta a todos los españoles? ¿Es que el proceso del llamado de construcción de estas supuestas naciones que implica la destrucción de la nación española, ha de llevarse a efecto sin que los españoles podamos abrir la boca? ¿Acaso no es precisamente la nación y el territorio de los españoles los que se ponen en cuestión? ¿Sus ciudadanos no tendrían que decir algo al respecto?

La ingeniería nacionalista ha acuñado el eufemismo «ámbito de decisión», para intentar crear en el inconsciente de todos, nacionalistas y no-nacionalistas, su existencia más allá de toda duda y discusión. La existencia de estos ámbitos de decisión supondría el derecho a decidir sobre el futuro de vascos, catalanes y gallegos con independencia de lo que digan el resto de los ciudadanos de la nación de la que siempre han formado parte. Ellos pueden decidir sobre el conflicto que tienen con el Estado español como dijo Ibarreche, pero los españoles, la otra parte en el conflicto, por lo visto no tiene nada que decir.

Si los ciudadanos de estas Comunidades tienen derecho a separarse del resto de la nación española cuando lo deseen en virtud de una mayoría en las urnas, la misma lógica democrática legitimaría a los ciudadanos de toda España a expulsarlos, y con la misma excusa de una mayoría en las urnas. La aberración es idéntica y, en este último caso, mucho más democrática que la primera, dada la mucho más amplia mayoría conseguible. Si una minoría puede escindirse democráticamente, ¿por qué una mayoría no habría de poder expulsar democráticamente a dicha minoría?

Todo ello se conseguiría siguiendo escrupulosamente la lógica democrática de estos nacionalistas.

Enrique Area Sacristán

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca

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