Resultados del social-comunismo en España.

«Decía un tal Aristóteles (hace ya más de 2500 años), de cuyo nombre apenas nadie se acuerda pues, ha sido condenado a la “damnatio memoriae”, castigado al olvido, en los planes de estudio que, sólo existe una realidad -una sola- y que cada cual la vive según se la cuenta a sí mismo”. 

Y, así es, sin duda alguna. Los humanos, aunque nos hayan repetido hasta aburrir que, somos “animales racionales”, en realidad -la cruda realidad- no lo somos; si acaso se puede afirmar que somos “potencialmente racionales”, ya que podemos optar por pensar y actuar de forma racional, o renunciar a ello y dejarnos llevar por los deseos, los caprichos, los sentimientos que, evidentemente son “humanos”, pero en nada tienen que ver con la lógica, con la racionalidad.  

Hay un proverbio, un aforismo que circula por Internet que afirma que «El cerebro humano generalmente funciona desde el nacimiento hasta la muerte, pero suele dejar de funcionar cuando una persona se enamora o se convierte en izquierdista…» Y, ese es el gran problema que sufre España. Quienes nos mal-gobiernan han dejado en suspenso su racionalidad, si es que alguna vez la poseyeron. 

Pues sí, la agenda política de la izquierda española y, más concretamente, la del Gobierno social-comunista de Pedro Sánchez nada tiene que ver con las inquietudes y preocupaciones de los españoles y menos todavía con el interés general de la nación española. 

El gobierno, así como la  supuesta oposición al gobierno, viven en una “realidad paralela”, están instalados en un mundo de fantasía, absolutamente ideologizado y su discurso se basa en invenciones y sectarismos de toda clase (pues, al fin y al cabo, sectas son), cuya única finalidad consiste en perseguir las grandes utopías del progresismo moderno, dividiendo y enfrentando de paso a la sociedad, en lugar de mejorar la vida de los españoles; españoles que demuestran día tras día que les importan un bledo. 

El actual gobierno de España está empeñado en conseguir el aplauso de quienes aún logra que se pongan frente al televisor, tal cual haría un adolescente o “adultescente” que, se deleita cuando alguien le da a “me gusta” en las redes sociales. 

Si durante el siglo XIX, y parte del XX, España era una nación atípica en la cual se dieron fenómenos como el “carlismo” y el “anarquismo”, factores absolutamente determinantes, y nada marginales o anecdóticos; en el siglo XX y lo que llevamos del XXI España se caracteriza por ser también “diferente”, al ser el único lugar de Europa (y del mundo) en que las agrupaciones políticas que pretenden destruir la nación, son “legales” y concurren a las elecciones, y lo que es más grave: han llegado a ser quienes deciden qué partidos políticos gobiernan. 

Y, para recochineo, hace escasamente cuatro años, en una de las regiones españolas, Cataluña, los separatistas acabaron declarando la “independencia”, dando un golpe de estado, y los partidos supuestamente constitucionalistas no hicieron nada para impedirlo… Cuando los golpistas acabaron siendo capturados (algunos aún siguen sin ser detenidos) y juzgados; una vez condenados, fueron indultados por el gobierno social-comunista. 

Por supuesto, para llegar hasta aquí, había que recorrer un camino largo que, empezó casi tras la muerte del General Franco, en 1975. Los oligarcas y caciques de entonces pusieron en marcha el llamado “estado de las autonomías” que condujo a la fragmentación de la nación (y casi su “balcanización”) y de aquellos polvos, vienen estos lodos. Durante cuarenta años, los españoles han sido adoctrinados en la “leyenda negra” respecto a todo lo que tenga que ver con España, con su historia, con su idioma, sus tradiciones… La derecha idiota, presidida por el sobrevalorado José María Aznar, fue la que culminó el proceso y traspasó casi la totalidad de las competencias del gobierno nacional a los diversos gobiernos regionales: sanidad, enseñanza, justicia… Y claro, como dice el refranero español: “se recolecta lo que se siembra”.  

Se crearon 17 “miniestados” con sus respectivos gobiernos (y ministros, claro), 17 parlamentos, 17 Tribunales Superiores de Justicia, 17 sistemas públicos de sanidad, 17 planes de estudio diferentes… diferente legislación hasta en el calendario de vacunaciones, diferente fiscalidad (a pesar de que la Constitución Española de 1978 afirma que todos los españoles somo “iguales ante la ley”), y un largo etc. de perversidades. 

Como resultado, España ha pasado en cuatro décadas de tener alrededor de 750.000 empleados públicos a 3.500.000, cuando la población española apenas ha aumentado un 50%. Ni que decir tiene que, aparte de los empleados públicos, también ha aumentado el número de políticos profesionales, y asesores de todo pelaje y condición, que viven de la hacienda pública. La burocracia estatal ha aumentado de forma mastodóntica, se ha, no duplicado, sino cuadruplicado; y al mismo tiempo que aumentaba el gasto público, obviamente aumentaba el endeudamiento del estado, y de los actuales españoles y futuras generaciones… 

Al mismo tiempo que, todo ello sucedía, España se incorporó a la Unión Europea, y de ser la novena o décima potencia económica mundial, ha pasado a ser un país intrascendente, dependiente de la “generosidad” de los burócratas de la Unión Europea. Para pasar a ser un país dependiente, y subsidiado, había que desmantelar la entonces potente industria española (de lo cual se encargaron los diversos gobiernos socialistas, destruyendo el Instituto Nacional de Industria entre otros), reconvertir a la agricultura, la ganadería y el sector primario en general, para hacerlas totalmente improductivas e igualmente dependientes, destruir el sistema de enseñanza español, por entonces de los mejores del mundo… y un largo etc. 

Y claro, como España es un país receptor de dinero procedente de “Europa”, ocurre como los dineros que se envían a los países que se denominan “del tercer mundo”: el dinero que, supuestamente, se envía para ayudar a los más necesitados de esos lugares, generalmente no les llega, o apenas les llega, pues se queda en el camino y va a parar al bolsillo de los oligarcas y caciques locales que, acaban poseyendo inmensas fortunas y cuentas en bancos de “paraísos fiscales”, mientras convierten sus países en “infiernos fiscales”. 

Y, mientras tanto sucede todo esto, Pedro Sánchez repite sin ruborizarse, sin recato que su intención era conformar un Gobierno ecologista y feminista, además de guerra-civilista e identitario, gracias al inestimable apoyo de los enemigos de España y de la Constitución, con el partido estalinista Podemos y los separatistas como aliados y socios para conquistar y mantenerse en el poder.  

Prueba de ello era su obsesión por sacar los restos del General Franco del Valle de los Caídos, al margen de lo que diga la ley y dictaminen los jueces, o su interés por convertir de nuevo a España en el gran referente internacional en la lucha contra el cambio climático, sin importar el enorme coste fiscal y energético que ello supone para la mayoría de los españoles, así como su insistencia en abanderar las estúpidas proclamas del feminismo más fanático, legislando al dictado de la ideología de género y fomentando la desigualdad ante la ley de hombres y mujeres. 

Las bases del programa del Gobierno del Partido Socialista Obrero Español son un gran proyecto de ingeniería social e intervencionismo económico contrario al desarrollo y a la creación de riqueza. El Gobierno de Pedro Sánchez va en la dirección contraria a la sana y pacífica convivencia de los españoles.  

Sin duda alguna, Pedro Sánchez y sus secuaces (socialistas, comunistas, terroristas y separatistas) viven en una realidad paralela, absolutamente alejada y radicalmente diferente de la que comparte la inmensa mayoría de la población, los españoles decentes que se levantan cada mañana para trabajar y sacar adelante a sus familias con un enorme esfuerzo. 

Los problemas reales que sufren los españoles, que son muchos y muy graves, no son los que nos cuentan en la televisión, oímos en la radio o leemos en la prensa. La agenda del Gobierno social-comunista poco tiene que ver con nuestra vida real, con las actividades básicas, laborales, familiares y sociales.  

Aparte del gravísimo problema de quienes pretenden destruir España (socios del Gobierno de Pedro Sánchez), más allá del desafío separatista, España debe encarar retos muy importantes a corto y medio plazo que urge afrontar y resolver sin más aplazamientos. 

España posee una economía frágil y altamente endeudada, en la que predominan pequeñas y medianas empresas, lo cual conduce a pensar en que, a no mucho tardar España vuelva a ser víctima de una nueva crisis a poco que las turbulencias financieras se agraven a escala internacional. El constante aplazamiento de reformas estructurales, imprescindibles, desde hace más de una década, explica claramente la debilidad económica española. Y lo más terrible es que, el Gobierno que preside Pedro Sánchez se ha empeñado en derogar las escasas mejoras introducidas en los últimos años. 

Otra cuestión, no menos importante, es el desempleo, cuya tasa está en España en torno 15%, un nivel absolutamente inaceptable en un país supuestamente desarrollado. El desempleo estructural es un enorme lastre que condena a situaciones de precariedad, de pobreza, a millones de familias, sin que el Gobierno social-comunista haga nada para poner remedio a la situación; excepto agravarla subiendo el salario mínimo interprofesional o con sus subidas fiscales y rigideces en lo que respecta a los contratos laborales. Por otro lado, España posee salarios inferiores a la media de la Unión Europea, debido a la baja productividad y, como solución, los partidos políticos con representación en el Parlamento se dedican a ponerle obstáculos a la revolución tecnológica, la base sobre la que se sustenta la nueva economía. 

 Tampoco podemos olvidar el enorme envejecimiento de la población española y el ínfimo número de nacimientos anuales que, además de poner en peligro la supervivencia de la nación, pues es imposible que se produzca relevo generacional, pone en muy serio riesgo que quienes en estos momentos tienen empleo, acaben cobrando alguna clase de pensión de jubilación… el envejecimiento también trae consigo consecuencias tales como el aumento del gasto en sanidad y pone en riesgo la perdurabilidad financiera del llamado estado del bienestar… y mientras tanto, el Gobierno social-comunista que, preside Pedro Sánchez, promueve acciones para destruir la institución familiar, fomenta el divorcio (España es en la actualidad el país más divorcista de Europa) y legisla para disuadir a los varones que tengan idea de contraer matrimonio… Además de todo ello, Pedro Sánchez y sus secuaces siguen gastando alegremente, despilfarrando a manos llenas, en lugar de tomar decisiones para frenar la deuda pública, lo cual conducirá a España a la bancarrota, a suspender pagos, o a ser intervenidos y rescatados, tal como fue Grecia no hace muchos años…  

Mención aparte (que da para más de un artículo), merece la corrupción política, que sigue encabezando la lista de preocupaciones de los españoles en todos los estudios de opinión. 

Pues sí, nada de ello figura en la lista de intenciones del Gobierno social-comunista que, insisto: vive en un mundo paralelo; es por ello por lo que lo último que debemos esperar es que el Gobierno de España acabe tomando alguna decisión para intentar resolver alguno de los problemas “reales” de los españoles. Su único interés es favorecer y contentar a los socialistas, comunistas, etarras-terroristas y separatistas, a sus socios de gobierno. Su único interés es seguir creando nuevos problemas, más y más gasto, más y más burocracia… factura que, finalmente acabarán pagando los contribuyentes y, muy especialmente, los españoles con menor poder adquisitivo. 

Y, para más INRI, de vez en cuando, algún ministro del Gobierno de España se da una vuelta por el extranjero para recomendar que no compren productos españoles, como ha hecho hace pocos días el “ministro de Consumo”, el estalinista Alberto Garzón… Y, mientras la oposición se queja de que, cada vez que sale a la calle, se encuentra demasiados rótulos de “Mac Donald” por boca del portavoz de VOX en el Parlamento Europeo, un tal Jorge Buxadé…»

Carlos Aurelio Caldito Aunión en «La voz del lector» (ECD 10/01/2022)

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