Por amor a la Patria. (VI). La nacionalización del patriotismo.

El ideal de un patriotismo basado en el compromiso con la libertad más allá de las barreras nacionales se convirtió en el centro del patriotismo republicano del siglo XIX defendido por Guseppe Mazzini. Él creía que para construir una república no es suficiente apelar a los valores políticos encarnados en el ideal clásico de patria; se debe incorporar a un discurso más amplio que abarque también los valores culturales de la nación. Se tomó en serio las ideas de los nacionalistas alemanes cuyas obras le eran familiares. Admiraba mucho a Fichte por sus “Discursos a la nación alemana” y en un artículo de 1835 lo menciona como el filósofo que condensó los principios de la Revolución francesa.
Mientras alababa el énfasis que ponen los nacionalistas alemanes en la cultura nacional y el espíritu del pueblo, Mazzini encontraba su nacionalismo insatisfactorio. Defendían, y hacían bien, los valores de la nación, pero desatendían a la patria; es decir, a la república. El resultado era un patriotismo demasiado limitado y exclusivo. Carecía del vigor y el ímpetu para cruzar fronteras nacionales y para ser verdaderamente universal. Los trabajos de Schlegel sobre literatura, comentaba Mazzini, se ven afectados negativamente por un inmoderado amor a la patria.
Mazzini resumió las características esenciales de su patriotismo en su ensayo “Sobre el amor a la patria en Dante”, escrito uno o dos años antes de su análisis del Vorlesungen de Schlegel. Par él, Dante es el ejemplo de un amor a la patria entendido correctamente: sus trabajos y su vida pueden ser tomados como un modelo “por aquellos que saben lo que es la patria y cómo quiere ésta ser servida”. El verdadero amor a la patria es un “amor inmenso”, inmune a los prejuicios e inspirado por pensamiento de unidad y paz. Es una pasión que anima e inflama a las almas generosas que no pueden soportar la corrupción y la esclavización de su país.
El primer paso hacía grandes logros, señala Mazzini, es aprender a comprender y amar a los grandes hombres del pasado. El patriotismo necesita recuerdos. Son una fuente continua de inspiración y un bastión invencible: ni siquiera la opresión más dura puede privar a un pueblo de sus recuerdos. Los recuerdos más preciosos son los de gentes que amaron a su patria y a sus compañeros con un amor noble; no son vanaglorias nacionales o parroquialismos limitados. Por tanto, los italianos deben estudiar a Dante no para jactarse de la grandeza de su cultura nacional, sino para encontrar motivos para enfrentarse a su actual miseria y corrupción. Los padres deben contar a sus hijos historias de patriotismo no para alimentar el orgullo nacional, sino el amor a la patria.
Para Mazzini la patria no es un organismo compuesto de diferentes partes ordenadas jerárquicamente, como era la nación para Herder, sino una asociación democrática de individuos libres e iguales.
“Una patria es una comunidad de hombres libres e iguales ligados en una fraterna concordia de trabajo hacía un único fin…Una Patria no es una agregación, es una asociación. No hay una verdadera patria sin un derecho uniforme. No hay un verdadero país donde la uniformidad de ese derecho es violada por la existencia de castas, privilegios y desigualdad”.
Manzzini le da al concepto de patria un significado democrático. Se opone a la patria del pueblo, la patria de los reyes, y recalca que en una verdadera patria todos los ciudadanos han de tener los mismos derechos políticos. Una república que excluye a los pobres, a las mujeres o a los negros de los derechos políticos es infiel a sus principios. Desarrolla el concepto de patria como el de una república democrática que no abarca sólo la igualdad civil y política, sino también el derecho a la educación y al trabajo. Una verdadera patria no puede tener a extraños dentro de sus fronteras. Tanto si procediese de la negación de los derechos políticos como de la opresión social, la exclusión es incompatible con el principio de la república. Ya que ha de ser una comunidad basada en los vínculos de solidaridad y de amor, la patria debe asegurarle a todo el mundo la dignidad de ser ciudadano y el respeto y autorrespeto que la educación y el trabajo aseguran.
“Un País no es simplemente un territorio: el territorio en particular es únicamente su base. El País es la idea que se erige sobre la base; es el sentimiento de amor, el sentido de compañerismo que une a todos los hijos del territorio. Mientras uno solo de tus hermanos no esté representado por su propio voto en el desarrollo de la vida nacional, mientras uno solo vegete ignorante entre los educados, mientras uno solo capacitado y dispuesto a trabajar languidezca en la pobreza por falta de trabajo, no tienes un País como debe ser, el País de todos y para todos”.
Para Mazzini la patria es la casa común en la que vivimos con gente a la que entendemos y queremos más que a otros porque nos resultan más parecidos y cercanos. Sin embargo, también es una casa entre otras casas del mismo valor. Cuando estamos en nuestra casa, hemos de realizar nuestros deberes como ciudadanos; si las circunstancias de la vida nos llevan a otras casas debemos satisfacer nuestros deberes con la humanidad. La defensa de la libertad es siempre nuestro deber principal aunque vivamos en una tierra extranjera y el pueblo oprimido no sea nuestro pueblo: “Estés donde estés, en medio del pueblo que sea al que las circunstancias te han llevado, lucha por la libertad de ese pueblo si las circunstancias lo exigen”.
Aunque luchemos por la libertad de otro pueblo en tierra extranjera, debemos de seguir siendo patriotas. Si somos italianos, afirma, hemos de luchar como italianos. No tenemos por qué abandonar nuestro patriotismo por causa de la dignidad humana.
“Al trabajar por nuestro País de acuerdo con principios verdaderos estamos trabajando por la Humanidad; nuestro País es el fulero de la palanca que debemos esgrimir por el bien común. Si dejamos este fulero corremos el riesgo de volvernos inútiles para con nuestra Patria y la Humanidad. Antes de asociarnos con Naciones que componen la humanidad, debemos existir como Nación”.
Para Mazzini, el verdadero patriotismo exige respeto total de las naciones hermanas y el coraje de erguirse valientemente contra aquellos que se proclaman señores del mundo, sean quienes sean. Porque estás preparado para morir por la humanidad, concluye Manzzini, “la vida de tu Patria será inmortal”.
Para Mazzini, el amor a la Patria, como otras formas de amor político y moral, va de lo universal a lo particular. En una carta a un corresponsal alemán escribe: “Soy italiano, pero también hombre y europeo. Adoro a mi Patria, porque adoro a una Patria en lo abstracto; adoro nuestra Libertad porque creo en la libertad abstracta; nuestros derechos, porque creo en el Derecho abstracto”. Aquí enfatiza más el deber que el amor; el deber de cada uno de nosotros ha de conocer y realizar la Ley de Dios. Nuestra nación merece nuestro amor mientras siga siendo un instrumento para “el bien y el progreso de todos”. Las condiciones geográficas, la historia, la tradición, el lenguaje, las costumbres, no son suficientes para que la nación se merezca el amor. Todo ha de ser iluminado por una luz moral superior que viene del compromiso con la libertad y justicia para todos.
Si nuestra Nación hace el mal, se merece desaparecer.
Enrique Area Sacristán.
Teniente Coronel de Infantería.
Doctor por la Universidad de Salamanca.

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