Juan Carlos I, el ‘insecto asesino’ que finge ser una presa para devorar a las arañas, el Stenolemus bituberus

El color de su sangre es la sangre de una araña: la molécula que va asociada contiene cobre, haciendo que esta sea de un color azulado como las de la nobleza, este es el color de la sangre del Rey.

Quien fue denominado como “Juanito ‘El Breve” por el ex-secretario general del PCE, Santiago Carrillo, tras el juramento de aquel ante Las Cortes franquistas, vivía por entonces el máximo apogeo de su reinado, iniciado en 1975, con las más altas cuotas de popularidad y la FNMT acababa de hacer una tirada de nuevas monedas sobre el monarca, todo ello tan sólo seis años después de la noche del 23-F, con sus sombras y sus luces. España se preparaba para los fastos de 1992, con los JJOO de Barcelona y la Expo de Sevilla, que debían ser la puerta de entrada a un nuevo futuro.

En una de aquellas noches de invierno, el hijo de Don Juan disfruta de la proyección de la recién estrenada película de Bernardo Bertolucci, “El último emperador”, y le dejan profundamente emocionado las imágenes de Pu Yi viviendo en el exilio entre fiestas decadentes, aristocracia desvaída y oropeles que dejaron de serlo; piensa en su padre, que renunció a ser Juan III para que él fuese Juan Carlos I, y a su recuerdo vuelve su abuelo, Alfonso XIII, muriendo fuera de España y del trono que ocupó, igual que ocurrió con Isabel IICarlos IV o Amadeo de Saboya; y es que el último Rey de España que murió en el ejercicio de su reinado fue Alfonso XII, toda una excepción a la regla, aunque sí vivió el exilio antes de su ascenso al trono cuando acompañó a su madre, Isabel II, tras la revolución de 1868.

¿Este cazador de elefantes está atrapado en una telaraña tejida por sus propios errores o la utiliza para cazar a sus nuevas presas?, aunque el perjuicio parece que no termina en su persona, ni siquiera en su recuerdo o legado para la posteridad, sino que las consecuencias pudieran afectar, quizás de manera definitiva, a su hijo y heredero Felipe VI, así como a la prole de éste, en esa telaraña está acompañado de su ex-amiga entrañable Corinna zu Sayn-Wittgenstein, el comisario Villarejo y bastantes otras personas con informaciones al respecto. La partida sigue en juego y el equilibrio parece inestable, mientras tanto quien reinó 39 años en España recordará, desde su lujosa suite en Abu Dabi, aquellas imágenes de Pu Yi que tanto le desasosegaron en 1987 …y que nunca pensó llegar a protagonizar.

Esta situación política del emérito, me hace recordar la de un insecto que se queda enganchado en una telaraña y el arácnido acude para ‘buscar’ su comida. Hasta ahí, natural. Pero muchas veces las cosas no son lo que parecen.

Se supone que un arácnido cace un insecto y no a la inversa. Pero he aquí que existe un tipo de insecto asesino, nombrado Stenolemus bituberus, que trastoca dicha fórmula. Veamos qué hace para agenciarse su alimento.

Este insecto Real, el Stenolemus bituberus, ha desarrollado la capacidad de simular que está atrapado. Arranca los hilos de la telaraña imitando las vibraciones que producen las moscas u otros insectos pequeños, para atraer a la araña, al traidor del delito de lesa majestad.

Ésta, confiada, se dirige a por su presa, pero se convierte en el cazador cazado, porque el ‘insecto asesino’ (como lo llaman los investigadores) golpea a la araña con sus antenas y tras desestabilizarla, la embiste con su afilado hocico.

Los científicos que han elaborado la investigación conocen este comportamiento como ‘imitación agresiva’, y es una de las dos estrategias que emplean este tipo de insectos para atrapar a su presa.

Uno de los aspectos que más llamó la atención a los expertos es que las arañas no reaccionaban del mismo modo a lo que ‘caía’ sobre la telaraña. No respondían si caía una hoja y la postura de las hembras cambiaba cuando aparecía un macho.

Pero las arañas no podían discernir entre las vibraciones de una presa pequeña o del ‘insecto asesino’, porque las imitaba perfectamente, según las conclusiones publicadas en el diario Proceedings of the Royal Society B.

Respondían del mismo modo que lo hacían ante un insecto pequeño o exhausto, y se lanzaban velozmente a por su presa, aunque no tan rápido como si fuera una ‘captura grande’. Porque ahí radica su fuerza, en la velocidad de su ataque.

No obstante, las arañas no caían siempre en la trampa. Frenaban en el último instante y gracias a su capacidad para moverse sobre la telaraña, conseguían evitar el ataque del Stenolemus bituberus. Posteriormente, los arácnidos atacaban, mataban y se comían al ‘insecto asesino’.

Todos nos preguntamos cómo nacen las telas de araña y cómo estas forman desde la seda que las arañas biosintetizan y secretan a través de sus glándulas de hilado, en la parte posterior del abdomen; pero todavía los interrogantes son mayores si trasladamos el caso del insecto Stenolemus bituberus a la propia realidad: caerá la araña traidora en la trampa o la araña evitará el ataque real y se comerá al emérito insecto.

El Rey emérito sabe que las arañas pueden estar en todos lados: está comprobado que nadie puede estar más lejos de 3,5 metros de una araña, pero estas se mantienen escondidas para no molestarte; se cree que hay más de 30.000 especies diferentes y según los especialistas todavía hay más por descubrir. La araña hembra tienen más apetito como ha quedado demostrado en este caso con Corinna y se comprobó que en algunas especies la hembra come más que el macho, tal vez esto sucedió en el escalofriante video que podemos visar en Google en el que un arácnido se come un pájaro. La fuerza de la tela de araña es cinco veces más fuerte que un hilo de metal del mismo grosor.

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