Déjenos de patrañas, pendejo, que nos van a poner mirando pa’ Cuenca.

Este sábado, Moncloa emitió una nota acerca de la postura del Ejecutivo sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania, y difundió unas imágenes del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en las que se le ve cómo seguía, por teléfono, las novedades de la escalada de tensión entre ambos países.

Se trataba de un vídeo y varias fotos en las que se ve al jefe de Gobierno, en la mesa de su despacho, ataviado con una camisa de color rosa, hablando por teléfono y tomando notas. 

La poca naturalidad de sus gestos y la puesta en escena en general no ha pasado desapercibida en redes sociales, donde Sánchez se ha convertido en objeto de bromas y memes.

El propio Sánchez explicó a través de su cuenta de Twitter que estaba «siguiendo muy de cerca la situación en Ucrania y en permanente contacto con los representantes de la UE y la OTAN, así como con líderes europeos». 

«Es el momento de la diplomacia. Apostamos por la unidad, la distensión, la solidaridad y el diálogo para resolver la crisis con Rusia», dijo Sánchez.

Qué envidia la posición madura, sensata y prudente de la ministra de Defensa alemana, Christine Lambrecht, respecto a su guerrillera homóloga española, a la que le faltó tiempo para ponerse el casco y el chaleco antibalas y enviar la chalupa Blas de Lezo a la zona. Pare un poco, señora Margarita, que Ucrania ha estado ahí miles de años y no se la va a llevar nadie. Recapacite, reúnase con la Plana Mayor del Ejército y con los expertos analistas, medite la situación, haga un poco de trilerismo diplomático (que para eso se inventaron las embajadas), dé largas si hace falta y tómese estas cosas con cierta calma, que meterse en un follón (nada menos que contra la superpotencia nuclear rusa) no es cualquier cosa.

Pero hay otras patrañas y argumentos que la prensa oficialista española ha comprado a la ligera en un sonrojante ejercicio periodístico de brocha gorda. Por ejemplo la tesis de que esta no será una guerra convencional, sino una escaramuza propia del siglo XXI, como si Washington Moscú fuesen a jugarse la hegemonía del mundo a la Play. Que esto es una guerra, compañeros, tíos, troncos, y en las guerras muere gente, hay sangre y cuerpos descuartizados por todas partes y los países en conflicto quedan hechos una braga. O si no esa otra coartada de que está en juego la libertad. ¿La libertad de quién? ¿De Ucrania, un país de claros tics autoritarios donde la corrupción campa a sus anchas? A otro perro con ese hueso.

Margarita Robles, que iba para gran mariscala de campo en la guerra de Ucrania, ha terminado degradada al rango de cabo furriel. Son las primeras bajas de la Tercera Guerra Mundial. Y eso que llevamos dos días de conflicto bélico. Cuando hayan pasado dos años solo quedará Sánchez, en plan Napoleón, mano en el pecho y espada en ristre frente a todo el Imperio Ruso y a su destino fatal, como dice en Diario 16, José Antequera.

Lo de Robles era más que evidente que no se sostenía por ningún lado. La ministra se pasó tres pueblos al anunciar el envío de fragatas, aviones y tropas al Mar Negro, pero medio país se le ha echado encima y el Gobierno ha tenido que replegar velas. Más vale perder una batalla y retirarse a tiempo que perder la guerra entera. Antes de ayer, la titular de Defensa se rectificó a sí misma ante los periodistas (o más bien la rectificaron). Después de que el presidente la llamara a capítulo (debieron montarle un consejo de guerra en Moncloa de padre y muy señor mío), el ardor guerrero de la ministra se enfrió de forma notable. El lenguaje belicoso de las primeras horas, Robles sobreactuó hasta parecer más otanista que los generales del Pentágono, dio paso a unas declaraciones mucho más atemperadas y prudentes, que era lo que tocaba desde el principio teniendo en cuenta que estaba en juego ni más ni menos que un conflicto nuclear a gran escala. Tras la bajada de pantalones ministerial, ahora de lo que se trata, según Robles, es de “trabajar por la paz”, una afirmación que quizá (y no queremos ser agoreros) llegue demasiado tarde.

Así las cosas, no extraña el inquietante comunicado que ayer mismo emitió Moscú para valorar las últimas noticias sobre la crisis en la frontera oriental. Un mensaje con el que el Kremlin acusaba a la OTAN de estar acumulando tropas en la frontera, al tiempo que colocaba las patrañas del Gobierno de España en la diana como país proyanqui, rabiosamente atlantista y enemigo de Rusia.

Originalmente el término patraña, que es lo que está haciendo este gobierno, llevaba una «ese» intercalada en la primera sílaba y se escribía y decía en la forma «pastraña«, dándole el significado literal de «noticia fabulosa«, no en el carácter de hecho extraordinario, sino como algo irreal, imaginario o fantasioso. Existe constancia escrita de su uso en algunas obras del periodo bajomedieval (siglos XIV y XV). Fue hacia el siglo XVI cuando ya apareció en la forma que actualmente conocemos: «patraña».

Etimológicamente proviene del término latino «pastoranea«, cuyo significado literal era «reunión o consejo de pastores» y, ya se sabe, reunión de pastores, ovejas muertas.

Y es que, en su origen, el término ‘pastraña’ (y posteriormente «patraña») provenía del mundo pastoril. Eso sí, los expertos apuntan a dos posibles causas que diesen lugar a la creación del vocablo para hacer referencia a algo imaginario o irreal que es lo que parece la posición española, siendo esta a menudo fantasiosa y difícil de creer como en la posición del gobierno español en el desastre del 98 con las órdenes que dieron a la Armada española.

Prácticamente en todos los países de habla hispana del continente americano es utilizado el término “pendejo” como un insulto, teniendo el significado en la mayoría de ellos de “persona boba, tonta, estúpida, crédula o fácil de engañar”. También encontramos que se le puede dar el significado de “cobarde, pusilánime y falto de valor” e incluso donde se refieren con dicho vocablo a un adolescente o muchacho joven, circunstancia que no puede servir de justificación al Sr. Sánchez en sus delirios mitómanos.

Pero lo curioso es que originalmente ninguno de esos adjetivos servía para describir el significado de la palabra “pendejo”, siendo su etimología el vocablo en latín “pectinicŭlus” y que hacía referencia al “vello púbico”, pelo que nace en la ingle y alrededor de las partes íntimas a cierta edad, coincidiendo con la pubertad, edad intelectual de nuestro presidente.

Curiosamente esa connotación negativa no se le dio originalmente en el continente americano pues, anterior a su popularización allí, ya era utilizado en España, quedando registrado en el Diccionario de Autoridades de 1737 en dos acepciones: “Aquel pelo que nace y se cría en el empeine y en las ingles” “Apodo que se da comúnmente al hombre que es cobarde, sin valor ni esfuerzo”, acepción que queda bien ajustada a aquéllos que mandan a los miembros de sus ejércitos a zonas de crisis sin valorar antes los riesgos y las posibilidades de éxito de esas misiones poco meditadas que nos pueden poner mirando pa’ Cuenca dado que los miembros europeos de peso en la OTAN, como Francia o Alemania, no han hecho otra cosa que dar largas diplomáticas para ganar tiempo antes de enfrascarse en un envio de tropas y Unidades que les puedan obligar a tomar decisiones posteriores forzadas.

La expresión “Poner mirando pa’ Cuenca” se utiliza frecuentemente para hacer una clara referencia a la posición sexual conocida comúnmente como «postura del perro» (o más formalmente «coito a tergo») y por analogía la misma postura en la que se colocan los musulmanes a la hora de orar.

Como bien sabréis, éstos rezan mirando hacia La Meca que está al Este, aunque sí nos situamos desde Madrid encontraremos que la ciudad en la que nació el profeta Mahoma está en el Sureste.

Si trazásemos una línea recta desde Madrid hacia La Meca (tal y como aparece en la imagen del mapa que ilustra este artículo) podremos observar que Cuenca está situada en la misma trayectoria, siendo la primera población/provincia en ese recorrido en línea recta saliendo de la capital de España en dirección a la ciudad islámica.

Y es más que posible que sea esta la razón por la que se cambió la expresión, que en su origen era “Poner mirando a La Meca”, por la referencia de Cuenca con la intención de darle un sentido más castizo y cañí a un modismo que se utiliza, tal y como he especificado, como clara alusión a la postura y orientación en la que se colocan los musulmanes para realizar sus oraciones y su parecido a la mencionada postura sexual.

Evidentemente tampoco podemos dejar de tener en cuenta el importante pasado musulmán de Cuenca, Localidad escogida quizá por su pasado musulmán, su castillo, su artesanía y, sobre todo, su mezquita, sobre la que a finales del siglo XII se levantó la catedral. tal y como nos explica el amigo Toni en el blog 1de3.

Con los años, muchas son las variantes (como “Poner mirando a Cuenca” “Mirar para Cuenca”, “Te voy a poner mirando a/para/pa’ Cuenca” y un largo etcétera) y las poblaciones que se han ido introduciendo en la expresión encontrándonos quien alude a Pamplona, Teruel o incluso Roma, pero hacia muchisimo tiempo que personajes políticos de tan poca calidad intelectual no ponian en solfa el pandero de los defensores de la Unidad Nacional, esa tan vergonzosamente olvidada por todos, incluyendo los del artículo 8º.

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