De parte de la Policía y el ciudadano honrado, o del transgresor y quien rompe España

Quien escribe estas líneas no es politólogo ni abogado, por lo tanto el lector no encontrará aquí tecnicismos ni literatura jurídica. Lo siguiente está escrito desde el patriotismo, la supervivencia, y el deseo de fortaleza: la seguridad es la piedra angular de una sociedad con futuro. Existen dos tipos de personas: aquellas con las que puedes mantener una conversación y llegar a un acuerdo, y aquellas con las que uno debe «comunicarse» de otra manera. Si ignoramos esto, abrimos las puertas a la anarquía, que es la tumba de cualquier sociedad. Necesitamos que quien posea el perfil adecuado (que no es quien suscribe) y esté sólidamente formado, aplique mano dura en la calle. Y armarle con ese fin de todas las formas posibles: material, económica y legalmente, con el respaldo moral de la ciudadanía. Para todo ello el requisito fundamental es que el político que emite la orden al agente, aclare de parte de quién está: de la del maleante, o la persona honrada. Así mismo debería clarificarlo quien vota a ese político. La Policía es sagrada, porque en ausencia de su fuerte intervención, el futuro es inviable. Internamente el Cuerpo debe, como en cualquier profesión, ser supervisado para que no se produzcan irregularidades. Al tiempo, es inexcusable hacer ver a cada habitante que en España el orden y la ley se respetan, por las buenas o por las malas. Que la Policía siempre será más fuerte que el bandido. La disuasión del delito no sólo se produce con la presencia sobre el papel de la ley, también aplicando agua caliente. La laxitud que llevamos padeciendo décadas en la aplicación del orden y la ley en las casas, colegios, empresas y calles, la cobardía de las autoridades a la hora de meter en cintura, el pavor a ser políticamente incorrectos (aunque ello nos empuje al precipicio), también se ve reflejado en lo que acaba de ocurrir con la amnistía a golpistas catalanes. Tal vez ello sea la gota que colme el vaso, tal vez sólo el siguiente paso en la degradación, la desaparición de España. El teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina, pasó décadas en la cárcel, en la época en que las penitenciarías no eran hoteles (sufragados por personas de orden). Pero la «igualdad» no existe, dado que otra clase de golpistas serán incluso premiados por romper España. 

Los policías que sufrieron el golpe de Estado en Cataluña, se encuentran encausados. Es ilógico, destructivo, humillante para los Cuerpos, y doloroso para españoles como quien firma estas líneas, que individuos que atentan contra la Patria sean eximidos de cualquier responsabilidad (qué puede esperarse, entonces, que suceda en colegios, empresas y calles ante la violación de normas y de la urbanidad). Los políticos enviaron a la Policía a Cataluña porque se supone que ésa ha de que salir en la foto, formar parte de la escena, si bien atados de pies y manos, porque el Mal debe prevalecer. De qué salud mental va a gozar un policía, si se esfuerza con denuedo para formarse, y posteriormente no se le permite llevar a cabo su trabajo, se le obliga a hacer sin hacer. Parece que a menos que se le apunte con un fusil, no se le permite pasar a la acción. De qué sirve la existencia de un Cuerpo de Seguridad, si sus miembros ganan más (al menos no ser denunciados) dejándose vapulear. Resulta indigno. El mantenimiento de esta situación por parte de los “gobernantes”, debería constituir delito de traición, de lesa patria, y de una forma de intento de asesinato, porque dirigen a la Policía a un matadero. Aunque qué esperar si un ministro español (izquierdista, por supuesto), declaró que prefería morir antes que matar. Escogen que otro muera a causa del propio lavado de cerebro progresista, antes que cumplir con su deber y tener arrestos y amor a España.

Las bestias en todos los frentes se enardecen, porque se dan cuenta de que no existen las consecuencias, de que los límites desaparecen sólo con solicitarlo. Algunos se preguntan “¿hasta dónde vamos a llegar?”: hasta donde los bárbaros deseen, a menos que una persona o institución dé un puñetazo sobre la mesa. Cuánto tiempo queda hasta que asesinen a un policía (ésta parece ser la única frontera que aún no se ha cruzado). Entonces el mismo político que le ha enviado a la muerte, protagonizará una escena de sentimentalismo barato, dará un aplauso (en España nunca faltan las palmas), decretará tres días de luto, y acto seguido regresará a su aislamiento de la realidad, rodeado por cinco guardaespaldas (para que sus acciones, que han llevado a la conversión de calles en selva, sólo salpiquen a los demás), en una mansión costeada por los ciudadanos a quien aplasta el cuello. El Antiguo Régimen continúa vigente, y el Estado de Derecho feneció hace tiempo: la libertad sólo existe para vagos y maleantes, un anciano no tiene derecho ni a defender su vida y su propiedad de alguien armado con una motosierra, la separación de poderes es inexistente, y Hacienda sólo interviene con quien al gobierno interesa en ese momento (es decir, la ley se aplica arbitrariamente). Sufro por España, porque impunemente están exterminando una Patria que ha requerido siglos de sudor y sangre construir. El atentado a España, si bien constituye un oprobio para cualquier español que goce de un mínimo de moral (incluyendo patriotismo) y nociones de Historia, lo es especialmente para cada miembro presente o pasado de los Cuerpos de Seguridad. Sufro por España y todos los policías, guardias civiles y militares, especialmente por los agentes obligados a acercarse al despeñadero, y denunciados cuando procuran mantenerse con vida, y cumplir con su deber, siendo éste el alimento primario para mantener España con vida.

Al gobierno nacional o global apasionó con cierto virus el bombardeo informativo 24 horas más de un año (noticia única) y difundir la histeria. No interesa denunciar que han acercado a la Policía a la muerte, que han cometido alta traición, y que España está rompiéndose.  Dado que se permite al rebaño continuar pendiente del fútbol, marionetas de internet, las rebajas y la pornografía, los súbditos (que desconocen que lo son) no levantan la cerviz. El pueblo permanece dormido, pasivo, ajeno, anestesiado como zombis, muertos vivientes: ellos que saben tanto, son tan dinámicos, tan libres (no como los aldeanos de sus abuelos), tienen todo “tan claro”, les gusta hablar fuerte, y les encanta ejercer derechos y el activismo (sólo para animales, plantas, y desvaríos sexuales)… viven como si España no fuese su cuna y su sepultura. Veamos qué debe suceder para que la población reaccione; entonces será demasiado tarde, y se limitará a señalar con el dedo y victimizarse, en lugar de asumir responsabilidades: la situación actual lleva cultivándose desde la Transición, cuando se iniciaron las distinciones entre zonas de España, el favoritismo (mientras, los defensores de la «igualdad» guardan silencio). La democracia murió el día en que el voto de dos españoles dejó de valer lo mismo. El estado totalitario arribó cuando el ciudadano fue obligado a desangrarse en pago de impuestos para mantener 23 ministerios (cuando una docena es más que suficiente), y para mantener tanto a la media España a la que el gobierno permite que coma sin trabajar, sin entregar algo a cambio, como a cualquier ilegal (que ha invadido nuestra Patria, sin obstáculo alguno, y tras apedrear a un guardia civil en la frontera). 

Todo lo negativo se agrava si la mala hierba no se arranca de raíz. Durante casi medio siglo, se ha alimentado la mentalidad independentista y matado la españolidad, en buena parte mediante libros escolares y maestros adoctrinadores. Tras medio siglo avanzando con firmeza en esa dirección, el camino se ha recorrido casi de forma completa, sólo falta el golpe de gracia. Pese a que la desintegración de España lleva trazándose desde 1979, buena parte de la población ha reaccionado por primera vez ante ello en noviembre de 2023. Manifestaciones exteriorizando un supuesto y repentino patriotismo y deseos de unidad, aspavientos y sorpresa… como si no lo hubiésemos visto venir, los que hemos tenido la fortaleza y adultez para querer ver.

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