El «sacramento militar».

Escribe Balmes, en “El criterio”, unas apuntaciones sobre las fuerzas morales que entresaco del magistral libro y que bien sirven para aquellos viajeros que no valoran en su justa medida las líneas que marcan la forma de actuación de todos los Ejércitos del mundo durante toda la historia en las Naciones serias y, especialmente, de las españolas:

“Las fuerzas morales son como las físicas; necesitan ser economizadas; los que a cada paso las prodigan, las pierden; los que las reservan con prudente economía, las tienen mayores en el momento oportuno. No son las voluntades más firmes las que chocan continuamente con todo; por el contrario, los muy impetuosos ceden cuando se les resiste, atacan cuando se cede. Los hombres de voluntad más firme no suelen serlo para las cosas pequeñas; las miran con lástima, no las consideran dignas de un combate. Así, en el trato común son condescendientes, flexibles, desisten con facilidad, se prestan a lo que se quiere. Pero llegada la ocasión, sea por presentarse un negocio grande en que convenga desplegar las fuerzas, sea porque algunos de los pequeños hayan sido llevados a un extremo tal en que no se pueda condescender más, y sea necesario decir ¡BASTA¡; entonces no es más impetuoso el león si se trata de atacar, no es más firme la roca, si se trata de resistir.”

Recordad lo que, sin duda, con harta frecuencia habéis visto a vuestro alrededor, y decidme si en lo que acabáis de leer no encontráis más de un exacto trasunto de alguno de vuestros recuerdos o de la lectura de los libros de nuestra historia; y seguramente os veáis inclinados a pensar que igualmente ciertas son las otras advertencias que nos dirige esta obra de la que he extractado este párrafo que, aprovechando vuestra favorable disposición de espíritu, os brindo con la lectura de otros frutos de aquella esclarecida inteligencia respecto a la dignidad de todo profesional de la milicia:

“Nada más conforme a razón que aquel sentimiento de la propia dignidad, que se exalta santamente cuando las pasiones brutales excitan a una acción vergonzosa; que recuerda al hombre lo sagrado de sus deberes y no le consiente deshonrarse faltando a ellos; aquel sentimiento que le inspira la actitud que le conviene tomar, según la posición que ocupa; aquel sentimiento que llena de majestad el semblante  y modales de monarca, que da al rostro y maneras de un pontífice santa gravedad y unción augusta; que brilla en la mirada de fuego de un gran capitán y en su ademán resuelto, osado, imponente; aquel sentimiento que a la dicha no le permite alegría descompuesta, ni al infortunio abatimiento innoble; que señala la oportunidad de un prudente silencio, o sugiere una palabra decorosa y firme; que deslinda la afabilidad de la nimia familiaridad, la franqueza del abandono, la naturalidad de los modales de una libertad grosera; aquel sentimiento, en fin, que vigoriza al hombre sin endurecerle, que le suaviza sin rebajarle, que le hace flexible sin inconstancia y constante sin terquedad”.

Estos dos párrafos que os he brindado del comportamiento moral del militar os deben dar la confianza segura de que los profesionales de la milicia cumplirán siempre y harán cumplir la Constitución que han jurado en lo que ha sido llamado durante mucho tiempo el sagrado “sacramento” militar.

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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