“¡Do not come! ¡Do not come!»

Kamala Devi Harris (Oakland, California; 20 de octubre de 1964)​ es una política y abogada estadounidense. Es la 49.ª vicepresidenta de los Estados Unidos desde el 20 de enero de 2021 bajo la presidencia de Joe Biden, siendo así la primera mujer en ocupar el cargo y la funcionaria electa de más alto rango en la historia de los Estados Unidos. Anteriormente, fue senadora júnior por California de 2017 a 2021. Previamente a su elección al Senado, ejerció como fiscal general de California entre 2011 y 2017.

Miembro del Partido Demócrata, se convirtió en vicepresidenta el 20 de enero de 2021 junto al presidente electo Joe Biden, tras derrotar al entonces mandatario en ejercicio, Donald Trump, y al vicepresidente Mike Pence en las elecciones presidenciales de 2020. Además de ser la primera mujer en ocupar la Vicepresidencia de los Estados Unidos, es la primera persona afroasiática americana en ocuparla.​

Nacida en Oakland, California, Harris se graduó de la Universidad Howard y del Hastings College of the Law, una Facultad de Derecho adscrita a la Universidad de California. Comenzó su carrera en la Oficina del Fiscal de Distrito del Condado de Alameda, antes de ser reclutada para la Oficina del Fiscal de Distrito de San Francisco y luego para la Oficina del Fiscal de la Ciudad de San Francisco. En 2003, fue elegida fiscal del distrito de San Francisco. Años después, fue elegida fiscal general de California en 2010 y reelegida en 2014. Harris derrotó a Loretta Sánchez en las elecciones al Senado de 2016, convirtiéndose en la segunda mujer afroamericana y la primera surasiática americana en servir en el Senado de Estados Unidos.​ Como senadora, abogó por la reforma del sistema de salud, la legalización federal del cannabis, un camino hacia la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados, la Ley DREAM, la prohibición de las armas de asalto y una reforma fiscal progresiva. Adquirió, además, un perfil nacional por sus agudos cuestionamientos a los funcionarios de la administración Trump durante las audiencias del Senado.

Dijo, no hace mucho, unas palabras a los emigrantes de América Hispana: “¡Do not come! ¡Do not come!”

Es cierto que, ahora, masas de centroamericanos pobres quieren entrar en los Estados Unidos. Pero, antes de este episodio reciente, los Estados Unidos han entrado en los países centroamericanos sin que nadie los llamara. Entre 1846 y 1848, los Estados Unidos se anexionaron la mitad del territorio mexicano, ahora llamado Texas, California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México y parte de Colorado, Oklahoma y Wyoming. Las dos mayores ciudades de California llevan nombre español: San Francisco y Los Ángeles. En 1853, los Estados Unidos entraron a Nicaragua, con un pretexto que se volverá retahíla: defender los intereses de los ciudadanos norteamericanos allí residentes; en 1854 regresan y esta vez bombardean a San Juan del Norte. En 1894, otra vez Nicaragua, en Bluefields. Mientras en 1898 intervienen en las luchas de independencia cubana, y se apoderan de Cuba y Puerto Rico de forma y manera más que criticable y deleznable: acción de falsa Bandera. En 1915, ocupan Haití. En 1916, República Dominicana. Desde 1914, una base de marines ocupa el territorio nicaragüense, hasta que Augusto César Sandino los expulsa, en 1926. En 1954 invaden Guatemala y derrocan al gobierno de Jacobo Árbenz. En 1964 ocupan Panamá. En 1965 invaden la República Dominicana. En 1968 tratan de invadir Cuba y son derrotados. En 1980 se establecen en Honduras y la convierten en base para combatir al sandinismo. En 1983 ocupan Granada. En 1989 regresan a Panamá y capturan al presidente del país. En 1994 invaden Haití para instalar al presidente Aristide. En 2004 invaden Haití para derrocar al presidente Aristide. 

La lista anterior, si peca, es por omisión. Omite las transnacionales que han explotado recursos y hombres en toda América Hispana, en particular en Centro América; además de otras en Oriente, Asia y África. Omite las interferencias de los Embajadores, las intrigas desde Washington, las iras funestas de los presidentes. Omite los experimentos con seres humanos para probar nuevos fármacos o para procurar la esterilidad de las mujeres. 

No, respetables señores cuyo nombre evoca una noble posición de defensa falsa de Derechos Humanos, y una flor sosegada de su admirable nación de origen. No son ustedes, Kamala Harris, los que tienen que decir: “¡Do not come!” a los descendientes de españoles, antiguas Provincias de ultramar. Desde hace más de un siglo, somos nosotros los que les suplicamos, les imploramos, les ordenamos, para la paz de ustedes y para nuestra tranquilidad, “¡Do not come! ¡Do not come!”. Como se diría en la armoniosa lengua de Cervantes: “¡Ya no vengan! ¡Ya no vengan!”

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