Análisis histórico de los nacionalismos periféricos en España. (I) El nacionalismo Catalan.

         Introducción

   Antes del último tercio del siglo XIX, los nacionalismos catalán, vasco y gallego como expresión política de una conciencia colectiva que asume el hecho de una diferenciación con respecto a otras regiones, todavía no ha tomado cuerpo en proyectos políticos articulados. Sin embargo, según Bahamonde y Martínez[i], si partimos de la base de que estos nacionalismos tienen su fundamento y precedente inmediato en la recuperación particular de los respectivos pasados históricos, entendidos en términos culturales, lingüísticos, institucionales y etnográficos, este proceso se inicia lentamente a partir de 1840.

            Lo que singulariza estos tres casos[ii] es que unas décadas después la secuencia desembocó en proyectos políticos estructurados que a mediados del XIX no entraban en contradicción con la forma en que el moderantismo y su versión del nacionalismo español organizó el funcionamiento del Estado. La secuencia se resuelve en un largo periodo de integración cultural que tiene como pilares otros fenómenos de integración a escala económica, urbana, social, a lo que se añade la consolidación de unos instrumentos de divulgación de los mensajes elaborados en forma de prensa escrita o de otras formas de expresión. Por eso fue en Cataluña donde más arraigo tuvo la recuperación de sus referentes culturales.

            Durante el tiempo de la Restauración toman forma diversas corrientes regionalistas, como ya he dicho, pero tras la abolición de los fueros en 1876, el sentimiento foralista resentido genera una protesta radicalizada por el “bizcaitarrismo” separatista de Sabino Arana.[iii] El nacionalismo de Sabino Arana, de familia carlista, y una de las figuras intelectuales vascas de la misma época como Miguel de Unamuno, son fiel reflejo del contraste de la mentalidad liberal-urbana y de la rural-carlista.[iv]

            En otro lugar, la recuperación de la cultura gallega estuvo mediatizada por una marcada compartimentación social en el uso lingüístico: las elites del dinero y del poder habían abandonado, hacía siglos, la práctica de la lengua gallega, patrimonio, sin embargo, del campesinado. Entre 1850 y 1890, es decir, durante las guerras carlistas, como sucede en las otras dos regiones que estamos analizando, el galleguismo cultural alcanza sus rasgos definitorios, sin que ello se concretara a medio plazo en un proyecto político nacionalista mayoritariamente asumido.

            Todas estas tendencias de exaltación regionalista de oposición al “centralismo” perfeccionado de la Administración liberal son anteriores al desastre del 98. Pero una de las repercusiones del mismo fue, sin duda, la activación de los regionalismos políticos, especialmente en Cataluña, donde su soporte social había adquirido mayor consistencia.

            Por último, se hace necesario resaltar la tremenda carga católica y tradicionalista que tienen los tres movimientos regionalistas, que los relacionan con el problema de la sucesión a la corona, los movimientos carlistas y la abolición de los fueros, factores que vamos a tratar a lo largo de este capítulo.

Los mapas políticos de España: la ficción político-territorial de los nacionalismos a través de la Historia.[v]

En este epígrafe voy a mostrar, gráficamente, Historia. Creo que gran parte de culpa de nuestras pasadas y presentes desventuras y el futuro peligro de desintegración de la Nación española está en la falta de conocimiento y sentido histórico de los españoles; no es lo mismo añorar tiempos pasados que el saber extraer de la historia su sabia y constante lección.

            Nos falta sentido histórico: hay que revisar nuestra Historia y ponerla al alcance de todos si no queremos seguir en la triste alternativa de las Españas frustradas.[vi]

            Especialista únicamente, si lo soy en algo, en cuestiones generales, me conformo con mostrar la verdad objetiva de aquél investigador que plasmó en estos documentos gráficos que reproducen las divisiones de los distintos reinos de España desde la Edad Primitiva hasta la abolición de los fueros en 1876, fecha a partir de la que ya no se puede mostrar historia sino “política”, y la historia de España desde la abolición de los fueros está llena de olvidos involuntarios y de pretericiones parcialistas.[vii] Media España rechaza lo hecho por la otra media y quiere darlo por inexistente.

Solo señalaré algunas líneas generales de esa historia de España, que debe ser como la historia de un ser vivo, la biografía de un país y de un pueblo que aquí se plasma en radiografías.

            Decía Azorín que según se enfoquen los hechos se puede demostrar, por ejemplo, que la Inquisición fue culpable del atraso científico de España, que la Inquisición favoreció el desarrollo científico de España e, incluso, que la Inquisición no tuvo nada que ver en pro y en contra en este asunto.

            Sin llegar a este extremismo aleatorio, el de “así se escribe la historia”, es necesario insistir en la importancia de la valoración y juicio de los hechos, juicios que siempre son relativos como queda demostrado con las diferentes “historias” que se muestran de la de España según sea de un partido u otro el “consejero de cultura” de cualquier Gobierno autónomo.

            Antes de pasar a mostrarla gráficamente en el trabajo de Artero y González, no quiero dejar de referirme al enjuiciamiento de los hechos sin citar algunos, enunciados por Vaca de Osma: ¿no conviene reflejar que las características de nuestra colonización de América con resultados admirables en unos casos y frustrantes en otros, fueron consecuencia de su carácter popular, no de minorías, como la inglesa y la holandesa con sus Compañías de Indias? ¿Se dice al simple aficionado a estos temas que Castilla no fue nunca centralista hasta los Austrias que, concretamente, hasta Felipe II, por no centralizar, no tuvo ni capital? ¿Se ha aclarado que los Austrias vinieron a España por Aragón, por la política antifrancesa que heredamos de este antiguo reino, mientras Castilla y Francia eran aliadas más de dos siglos, es decir, que Carlos I siguió la política de un gran rey catalán, Pedro III? ¿Se ha juzgado imparcialmente la conducta idealista de aquellos españoles que han antepuesto los intereses de sus propios movimientos a los de la Patria al apoyar, por ejemplo, algunos masones liberales, la independencia de Hispanoamérica y aquellos otros, como los Carlistas, que pospusieron los intereses nacionales a otros dinásticos o de terco idealismo sin esperanza en vez de meditar soluciones y acciones que hiciesen compatible el bien de España y la protección de otros muy altos ideales supranacionales?

            El atlas historiográfico no da respuesta a estas preguntas pero tiene el poder de mostrar acritica e imparcialmente cuales son los territorios históricos de España desde la primitiva hasta 1876, fecha a partir de la que realizaremos el estudio de los nacionalismos excluyentes.

España Primitiva hasta la época Cartaginesa.

España Cartaginesa 450-201 a. de J.C.

España durante la conquista Romana 201-27 a. de J.C.

                    España desde Augusto a Caracalla con la división en Conventos Jurídicos. 27 a. DeC._217p.C.

España Romana desde Caracalla á Constantino, con los itinerarios. 216-332 p.C.

España Romana desde Constantino hasta la invasión de los Bárbaros del Norte. 332-409.

España durante la invasión de los Bárbaros del Norte 409-428.

España Visigoda hasta el reinado de Leovigildo 428-572.

España Visigoda desde Leovigildo hasta la invasión de los Árabes. 572-711

España desde la invasión de los Árabes hasta Abderrman 1º. 711-756.

España desde Abderraman 1º hasta Alfonso 3º. 756-866.

España desde Alfonso 3º á Ramiro 3º. 866_967.

España desde Alfonso 6º hasta la separación de Castilla y León. 1072-1157.

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España desde la separación de Castilla y León hasta la unión definitiva de estos reinos en tiempo de S. Fernando. 1157-1230.

España desde S. Fernando hasta la unión de Castilla y Aragón en tiempo de los Reyes Católicos. 1230-1479.

España desde los Reyes Católicos hasta la conquista de Portugal por Felipe 2º. 1479-1580.

España desde la conquista de Portugal hasta la independencia de este reino en tiempo de Felipe 4º. 1580-1640.

España desde la independencia de Portugal en 1640, hasta 1876.

            Para finalizar esta exposición, reproduciré un párrafo de la obra de Claudio Sánchez Albornoz “España: un enigma histórico”[viii] en el que se hace referencia a la influencia de la geografía en la historia, dice así:

            “Con igual criterio geográfico ya Herculano explicaba la formación de los reinos medievales por la dificultad de las comunicaciones a través de altas montañas; pero ni los elevados montes tienen ese decisivo poder aislador que se les atribuye, ni en España sirven de límite a las comarcas que están o estuvieron más tocadas por el espíritu autonómico. Las grandes montañas que de norte a sur recorren Cataluña están muy al este del País y no en el límite con Aragón; los cien túneles del ferrocarril del norte no separan a Castilla de León, sino a León de Asturias; la frontera de Portugal tampoco está determinada por sierras. (…) El mayor localismo de España no depende de una realidad multiforme, étnico-geográfica, sino al contrario, de una condición psicológica uniforme; depende de la conformidad del carácter apartadizo ibérico, ya notado por los autores de la antigüedad mucho antes que afluyesen a la Península la mitad de las razas enumeradas por Hume como causantes de las tendencias dispersivas. Que las realidades étnico-geográficas de la Península no comportan ninguna fuerza especial fragmentadora, se muestra en la diversidad dialectal de España, mucho menor que la de Francia o la de Italia.”

2.- El Nacionalismo Catalán.

            El profesor Pabón sintetiza con trazos magistrales las cuatro corrientes originarias del catalanismo político[ix], según Palacio Atard[x]:

            a.- La Reinaixenca cultural, que se basa en la lengua y es la primera que aparece en el tiempo. Se menciona la Oda a la Patria de Carlos Aribau en 1833 como la proclamación de la lengua catalana, símbolo vivo de su cultura. En el Romanticismo europeo se da este tipo de movimientos restaudadores de las lenguas locales: el bretón de los “Academi Ureiz” en 1989, se concreta con Rubio i Ors un movimiento literario consciente en torno al periódico Reinaixenca (Milá[xi], Rusinyol, Juan Maragall[xii], Victor Balaguer[xiii], Antonio Bufarrull, Jacinto Berdaguer), movimiento que se ratifica en torno a los juegos florales iniciados en 1859, como ocurre en la otras dos Regiones objeto de la investigación.

            b.- El proteccionismo económico, en pugna con el librecambismo, en cuya larga polémica Cataluña adquiere conciencia de su personalidad económica, sobre todo en el periodo 1840-1868, con las reformas arancelarias de 1849 (proteccionista) y de 1862 (liberalizante). El triunfo del liberalismo económico en la Revolución de 1868 y el arancel de 1869 provoca entre las clases empresariales de Cataluña una reacción proteccionista, fundándose el Fomento de la Producción Nacional, llamado a constituir un activo grupo de presión.

            Las rectificaciones parciales al arancel[xiv] librecambista entre 1876- 1881 en la primera fase de la Restauración, no son mantenidas por Sagasta en base a los tratados comerciales bilaterales (tratado hispano-francés de 1882, modus vivendi con Inglaterra en 1884). Posteriormente, la conversión de Canovas al “proteccionismo” se plasma en el arancel de 1891, y la polémica a favor del mismo ganará terreno, a semejanza de lo que ocurre en otros países de Europa, hasta que el arancel de 1906 refuerce la línea proteccionista. Inicialmente se había perfilado, pues, el catalanismo sobre estas dos realidades señaladas por Pabón: la poesía, la realidad cultural; y el arancel, la realidad económica.

            c.- La tradición regionalista. Es una corriente de derechas, que se apoya en la historia y en la defensa del derecho catalán: la raíz foralista del catalanismo. Los carlistas y los grupos confesionales católicos son sus principales receptores. El obispo de Vich, Monseñor Torras i Bagés es su figura más representativa. Luego, Manuel Durán i Bas encabeza la escuela del derecho catalán.

            d.- El federalismo, corriente de izquierdas, basada en la filosofía política, a diferencia de la anterior que buscaba fundamentos en la historia, distinción que estableciera en su tiempo Rovira i Virgili. De las tesis abstractas de Pi y Margall saldrán dos líneas diferentes: una la del federalismo, que desembocó en el cantonalismo primero y finalmente en la F.A.I en el s. XX; otra puramente federalista, sobre la base autonómica de las regiones presuntamente históricas. Valentín Almirall pasó del federalismo abstracto al catalanismo político concreto al formar en 1882 el Centre Catalan.

            Durante la mayor parte del s. XIX el catalanismo había sido, pues, fundamentalmente económico y literario. Sólo más tarde, con el Centro Catalá y luego con la primera Lliga de Catalunya, en 1887, toma cuerpo el catalanismo político. Esta Lliga la formaba un grupo juvenil de la burguesía ilustrada, con Duran i Ventosa[xv], Prat de la Riba[xvi], Puig i Cadafalch.[xvii]

            Las diversas corrientes del catalanismo político inicial se refunden en el manifiesto de la Unió Catalana el 16 de marzo de 1897: “Queremos la lengua catalana con carácter oficial y que sean catalanes todos los que en Cataluña desempeñen cargos públicos; queremos Cortes catalanas….; queremos, en fin, la facultad de poder contribuir a la formación del Ejército español por medio de voluntarios o dinero, suprimiendo en absoluto las quintas y levas en masa, y estableciendo que la reserva regional forzosa preste servicio solamente en Cataluña.”[xviii]

            Después del desastre del 98, el catalanismo creció vertiginosamente, pero, también caóticamente, según Pabón, hasta que Prat de la Riva puso orden al fundar el 25 de Abril de 1901 la nueva Lliga, en la que se incorporaba la Unión Regionalista fundada en 1900 por el Doctor Robert. En ella se integraban grupos heterogéneos de intelectuales, económicos, los tradicionalistas de Vich, castelaristas y la masa neutra movilizada a la política. En las elecciones a Cortes de mayo de 1901, sacaron triunfantes sus cuatro candidatos por Barcelona. Era la primera réplica al sistema de partidos políticos “oficiales” de turno y la materialización en programas políticos del primer catalanismo oficial en el que estaban representados desde los tradicionalistas Carlistas de Vich hasta los federalistas, es decir, todas las corrientes catalanistas.

            Después de esta breve introducción, pasemos a analizar los mitos y las cuatro corrientes del catalanismo mencionadas en párrafos precedentes:

   2.1- Los mitos. La verdadera historia del 11 de septiembre de 1714.

Todos saben que la Diada, el día que los catalanes declararon emblemático de su lucha histórica, conmemora una derrota: el asalto a la ciudad de Barcelona por las tropas borbónicas, al mando del inglés Mariscal-Duque de Berwick, el 11 de septiembre de 1714. Lo que ya no es tan sabido[xix] es que la guerra de Sucesión a la Corona de España era la que así concluía.

El 1 de noviembre de 1700 moría en Madrid el último rey español de la casa de Austria, Carlos II, a quien la historiografía borbónica ha presentado con las tintas más negras, “el Hechizado”, un cretino, vástago de una familia degenerada que habría dejado hundirse a España en la postración de la que dice la habrían sacado luego el esplendor y la ilustración de la Casa de Borbón; su parecido con la realidad es escaso o nulo.

La verdad es que, como lo señaló en sus estudios Pierre Vilar[xx], el reinado de Carlos II marca el inicio de una recuperación económica, que hubiera sido sensiblemente mayor y más sólida sin la guerra de sucesión y su desgraciado final. Ese reinado dispensó protección a los intereses económicos españoles, teniendo un efecto de prosperidad principalmente en Cataluña, no por favoritismo alguno, sino por ser ésa la región más industrializada y comerciante de España.

Al carecer de herederos, Carlos II, bajo la presión de la aristocracia redactó, estando ya moribundo, un testamento ilícito, inválido y semi-secreto[xxi], que legaba el Trono a un nieto de Luis XIV, el duque Felipe de Anjou, al que le corresponderá reinar con el título de “Felipe V”; testamento que los pretendientes del Archiduque Carlos consideraron nulo no sólo porque no se hizo según las formas correctas, sino sobre todo porque esa legación vulneraba lo dispuesto en el Tratado de los Pirineos[xxii] de 1659 y en todos los demás preceptos vigentes del derecho internacional.

Fueron varias las razones por las que el pueblo catalán vio con enorme recelo y temor la llegada al Trono de la Casa de Borbón. No sólo los catalanes: en general una parte del pueblo español, principalmente en los territorios de la Corona de Aragón.

La Casa de Borbón en opinión de los defensores de la Casa de Austria perpetraba un despojo, un atropello que transgredía las normas jurídicas españolas e internacionales.

La Casa de Austria tenía sobradas razones para oponer a la de Borbón su propia candidatura al Trono de España. Contaba con las “simpatías” de buena parte del pueblo español.[xxiii]

A la casa Borbón la apoyó la mayoría de la nobleza castellana, así como una buena parte de la población de Castilla, bajo la inducción del clero secular y en particular de la Compañía de Jesús y comarcas pertenecientes al antiguo reino de Aragón como Castellón, Alicante, el valle de Arán, el interior de las provincias de Barcelona y Valencia, Calatayud o Tarazona.

El Duque de Anjou hacía su entrada por Irún el 23 de enero de 1701. El 18 de febrero de ese año llegaba a Madrid y el 8 de marzo era entronizado por los cortesanos. Perfectamente consciente de la inclinación de los catalanes a mantener su lealtad a la Casa de Austria, acude a Barcelona y celebra allí Cortes el 8 de septiembre de 1701, recibiendo el agasajo de la aristocracia.[xxiv]

El 13 de septiembre de 1703 es proclamado en Viena el Archiduque Carlos de Austria como Rey Carlos III de España.

El 14 de octubre de 1705 el pueblo de Barcelona, impulsado por el estudiantado universitario, se alza a favor de la causa de Austría, adhiriéndose al Archiduque. El 16 de diciembre lo hace Valencia. El 27 de junio de 1706 entra Carlos en Madrid, recibiendo una tardía adhesión de quienes momentáneamente lo creyeron ganador. El 29 de junio es jurado Rey en Aragón.

La contraofensiva borbónica, pese a una segunda y fugaz entrada de Carlos en Madrid en septiembre de 1710, es propiciada por la traición de Inglaterra, que abandona su causa para entenderse con la Casa de Borbón. El 29 de enero de 1712 se inaugura el Congreso de Utrecht. Hasta el 19 de marzo de 1713 mantiene su corte en Barcelona la esposa de Carlos, la Reina Isabel Cristina. Sin embargo, en una asamblea de los «Brazos» el día 9 de julio de 1713 se decide resistir a las tropas borbónicas.

En 1713 Felipe y su esposa, MªLuisa de Saboya, declaran que los catalanes son “forajidos y pillastres”. El 6 de marzo de 1714 se firma el Tratado de Rastadt[xxv] entre Francia y Austria: el gobierno de París, en nombre del Duque de Anjou, renuncia a los territorios españoles de Bélgica, Luxemburgo e Italia.

Barcelona es sometida a asedio y bombardeo. Berwick, que manda las tropas borbónicas, a título de “Generalísimo de las dos Coronas’”, tras haber lanzado un ataque a la misma, da orden de asalto el 11 de septiembre de 1714, habiendo amenazado con pasar la población a cuchillo si se prolongaba la resistencia antiborbónica. Mallorca resiste a los borbónicos hasta el 2 de junio de 1715 en que es tomada Palma.

Destacaron en aquella contienda civil muchos patriotas de una Casa y de otra que veían en la causa de Carlos y la de Felipe la de una España más justa y más libre, no sometida al despotismo político o económico de uno u otro bando, una España en la que se cumplieran las leyes, un estado de derecho en el que el rey no pudiera disponer del reino a su antojo, caprichosamente, nombrando sucesor a quien le diera la gana, sin sujeción a la normativa vigente.

Entre esos patriotas mencionaremos aquí: Rafael Casanova y Coma[xxvi] (1660-1743), Consejero jefe de la Generalidad, Doctor en Derecho; Salvador Feliú de la Penya; los guerrilleros Antonio Desvalls, Pere Barceló (Carrasclet), Bach de Roda; el General Josep Moragues, decapitado luego por los borbónicos, que hicieron que su cabeza pendiera 14 días, expuesta a la intemperie, junto a una puerta de la muralla de Barcelona; Antonio de Villarroel, General jefe de Cataluña y comandante de la plaza de Barcelona. Éste último proclamó: “Combatimos por toda la nación española”.[xxvii]

Frente a ellos militaron, en las filas borbónicas, otros patriotas, hombres honestos, que querían ver a España, imitando a Francia, seguir su destino, y aquellos para el que el principio de la «obediencia debida» al mandato regio, el testamento de Carlos II, pasaba por encima de cualquier consideración jurídica sobre su validez o invalidez; militaron también en su mayoría las clases altas atemorizadas por el «cariz populista» que desde el comienzo se señaló en el partido austriacista.

Los catalanes que intentan mantener la dignidad y la honradez intelectual, los que creen que la nación española es un conjunto de leyes, fundamentadas en una Constitución aprobada por todo el pueblo español, que nos iguala a todos en derechos y deberes, los que no están dispuestos a inventarse el pasado, conmemoran que el 11 de septiembre de 1714:


1.- Los catalanes se levantaron en armas en nombre de España.

Los habitantes de algunas ciudades catalanas se levantaron en armas contra una oligarquía comercial barcelonesa que imponía sus intereses y en nombre de la libertad de España y de todos los españoles. Ferrán Soldevila, historiador nacionalista catalán, dice:

“Hasta el último momento de la lucha los objetivos habían sido los que se hacían constar en el documento dirigido al pueblo: salvar la libertad del Principado y de toda España; evitar la esclavitud que espera a los catalanes y al resto de españoles bajo el dominio francés; derramar la sangre gloriosamente por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España” (F. Soldevila, Moments crucials de la Història de Catalunya).
¿Por qué los nacionalistas de hoy han tergiversado los hechos que los nacionalistas de ayer reconocían como ciertos? ¿Por qué historiadores radicalmente nacionalistas como Soldevila coinciden en su explicación de los hechos de 1714 con historiadores no nacionalistas, mientras hoy difieren totalmente e inventan unos hechos que no sucedieron?


2.- No hubo enfrentamiento entre regiones:

Al revés de lo que inventan hoy los nacionalistas, la guerra de Sucesión no supuso el enfrentamiento entre Cataluña- Austria y España (o Castilla)-Francia. Ciudades y comarcas pertenecientes al antiguo reino de Aragón como Castellón, Alicante, el valle de Arán, el interior de las provincias de Barcelona y Valencia, Calatayud o Tarazona, fueron partidarias de Felipe V, el rey Borbón. Y lugares como Madrid, Alcalá o Toledo se declararon fieles al aspirante austriaco, el archiduque Carlos. El enfrentamiento interterritorial de 1714 es otra patraña más inventada por el nacionalismo para negar el carácter de guerra civil que tuvo aquella sucesión al trono.


3.- Ningún ejército español tomó Barcelona.

Las fuerzas que integraban el ejército de Felipe V estaban formadas por soldados procedentes de varias regiones españolas y aun de países europeos. De él formaban parte varios miles de soldados nacidos en Cataluña. En cuanto al bando supuestamente catalán, los soldados que se enfrentaron a Felipe V y fueron derrotados el 11 de septiembre de 1714 estaban mandados por un general, Antonio de Villarroel, que en su última arenga recordó a las fuerzas bajo sus órdenes que estaban luchando “por nosotros y por toda la nación española”.


4.- Los vencedores no destruyeron la identidad nacional de nadie.

El fin del sistema foral que había estado vigente hasta 1714 fue abolido sin que en tal medida existiera la menor voluntad de acabar con una “identidad nacional” que solo se inventaría doscientos años después con personajes como Prat de la Riba. Es otra muestra más de supina ignorancia histórica, cuando no de mala fe y de manipulación, sostener que semejantes argumentos podían encajar en la mentalidad y las estructuras políticas y jurídicas del siglo XVIII.

Felipe V juró en 1702 fidelidad a las leyes de Cataluña, cosa que no siempre habían hecho sus predecesores. Pero los sublevados de 1714 cometieron un delito de lesa majestad. Habían traicionado su juramento de fidelidad y eran culpables del peor de los pecados políticos de la época.

No hay aquí relación jurídica entre estados, solo existía uno, sino una traición a la lealtad debida expresada a través de compromisos personales y colectivos con la dinastía. De modo que los privilegios de las zonas derrotadas fueron abolidos como castigo a la traición dinástica, en modo alguno como procedimiento para destruir una nación que no existía.

5.- Nadie persiguió la lengua catalana.

Los decretos de Nueva Planta, a través de los cuales se articuló el Estado adaptándolo a los mismos criterios modernizadores que se estaban aplicando en otros países y que se consideraban esenciales para organizar con mayor eficacia el único país que existía, es decir, España, en ningún momento prohibieron el uso de la lengua catalana. Los nacionalistas no pueden mencionar ni una sola línea de aquel texto en que se prohíba el uso del catalán. Por la sencilla razón de que no era esa la intención de los decretos. Además el catalán no se utilizaba en la documentación administrativa, jurídica, etc., de las instituciones catalanas. La lengua de la administración, en Cataluña como en toda España, era el latín. Mal podía pues prohibirse el catalán.

Lo único que legislan en este sentido los decretos de Nueva Planta[xxviii] es que los documentos de la Audiencia de Barcelona debían abandonar el latín para usar el castellano. Y esa norma se adoptó en toda España. Se puede argumentar que fue una medida injusta. Pero eso también será falsear la realidad porque supone juzgar con criterios actuales los códigos que regían hace 300 años.


6.- No hubo una reacción “nacional” catalana porque no hubo agresión españolista.

Tras el 11 de septiembre de 1714 nadie en Cataluña lamentó los hechos en el sentido en que se plantea hoy. No hubo una reacción de carácter nacionalista, catalanista, frente a la toma de Barcelona[xxix]. No existe un solo documento, del tipo que sea, que recoja la queja de un pueblo agredido, de una nación vejada y sometida, o la lamentación por la supuesta prohibición del catalán.

Si 1714 fue una derrota de la “nación” catalana frente a España, ¿por qué ningún contemporáneo lo proclama? ¿Tal vez el miedo, la represión? Pero tampoco lo proclaman los hijos de los derrotados. Ni sus nietos. Durante 150 años nadie se queja del episodio del 11 de septiembre. De hecho no existe la menor protesta hasta que llegan los inventores del nacionalismo, a finales del siglo XIX. La fiesta del 11 de septiembre no se establece hasta 1901, es decir, cuando cuatro extraviados que defienden los intereses económicos de las clases dirigentes catalanas se han inventado ya lo de que Cataluña es una nación. ¿Dos siglos sin sentirse agraviados como nación? ¿No será que no hubo agresión nacional?


7.- 1714 supuso el despegue económico de Cataluña.

Con el desmantelamiento de los últimos residuos feudalizantes de la arcaica sociedad española de la época gracias a leyes importadas de Europa como los decretos de Nueva Planta, la economía catalana quedó lista para iniciar su despegue y pudo convertir el Principado en la región más próspera de España. Las medidas políticas del rey Borbón sentaron las bases del desarrollo económico catalán de los siglos XVIII y XIX. Sin el fin de los arcaicos privilegios de la monarquía austriaca tanto en Cataluña, como en el País Vasco, como en el resto del país, España hubiera permanecido anclada quién sabe cuánto tiempo más en el pasado.


8.- No hubo mártires en 1714.

La represión que siguió a la toma de Barcelona fue del mismo tipo y alcanzó la misma intensidad que la desatada en cualquier otro episodio de guerra civil[xxx], con independencia de la región que lo viviera. La brutalidad de las represalias resulta espantosa contemplada desde nuestro actual punto de vista, pero no fue más sanguinaria por estar dirigida a los sublevados de Barcelona.

Ni siquiera su supuesto líder, Rafael Casanova, se comportó como el héroe y mártir que hoy nos presenta el nacionalismo. Casanova, que no quería resistir frente al ejército de Felipe V sino negociar la entrada de las tropas en la ciudad, no mostró el menor ardor patriótico y falsificó el certificado de su propia defunción para huir de la ciudad disfrazado de fraile. Se instaló a pocos kilómetros, en Sant Boi de Llobregat, y ejerció tranquilamente su profesión de abogado. No perdió ninguno de sus bienes y a los pocos años fue perdonado públicamente por el rey Felipe V[xxxi].

Este es el héroe de la sin igual resistencia frente al ejército invasor castellano que acabó con la independencia de Cataluña tal día como el 11 de septiembre de 1714.[xxxii] Esta es la historia que se han inventado los nacionalistas que se reúnen en Barcelona para conmemorar una patraña de este calibre.

   2.2- La Renaixenca cultural.

Antes del último tercio del siglo XIX nace en Cataluña un movimiento cultural, la Renaixenca, cuya importancia supera los limites marcados por su vinculación al romanticismo peninsular y europeo.[xxxiii]

El inicio de este movimiento lo podemos fechar, según estos autores, a partir de 1833 con oda A la Pátria de Bonaventura Carles Aribau[xxxiv], que constituye una de las raíces inspiradoras del catalanismo político.

La eclosión de esta corriente debe contextualizarse en un doble sentido, siempre siguiendo a estos autores. Por un lado, el sustrato romántico con que se representa permite explicar las líneas fundamentales de su producción cultural e ideológica, sobre todo en los primeros autores, superando, incluso, las matizaciones a causa de la filiación política de algunos de sus miembros más representativos, como el conservador Joaquim Rubio y Ors[xxxv] o los autores vinculados a la revista liberal El Propagador de la Libertad.

Se definen como elementos esenciales de este movimiento cuestiones tales como la vindicación de una tradición particular, el sentido de colectividad o las alusiones místicas a un pasado idealizado. La diversidad de estos trabajos va desde el ascetismo y la épica en Jacint Verdaguer[xxxvi] al clasicismo de Pons i Gallarza[xxxvii], debiéndose citar también, la más tardía madurez del teatro histórico, la comedia o el sainete costumbrista.

En segundo término, el sentido y alcance de la Renaixenca no puede estudiarse sin aludir a los fenómenos de industrialización y transformación social que sufre Cataluña durante estos años. Este movimiento, básicamente urbano, ha sido vinculado a la formación paralela de una burguesía de carácter nacional necesitada de mecanismos ideológicos privativos. Su carácter estrictamente cultural supondría la primera fase de una inquietud mucho más vasta que conduce a la formulación de plataformas y mensajes políticos que desembocarán en el nacionalismo años más tarde.

En líneas generales, los principales problemas planteados por estos intelectuales se circunscriben a la normalización lingüística del catalan. Los concursos literarios y, sobre todo, los Jocs Florals,[xxxviii] iniciados en 1859, suponen el resultado más evidente de tales esfuerzos. La reivindicación cultural solo se produce a la sombra de personas aisladas como Illas i Vidal o Joan Cortada.

La multiplicación de órganos de expresión en catalán o la eclosión de asociaciones culturales o excursionistas son posteriores a 1874, aunque son la prolongación lógica en el tiempo de los resultados culturales e incluso sociales del movimiento.

En las décadas centrales del siglo, se habían sucedido también los esfuerzos para normalizar y difundir la lengua catalana al medio rural. Tales medidas, que tienen en la publicación del Calendari del Pagés en 1856 su momento más importante, deben relacionarse tanto con la persistencia de formas lingüísticas como con la existencia de normas seculares de sucesión y herencia en el campo catalán. No se debe olvidar que el mito del Derecho Consuetudinario formará parte esencial en las formulaciones ideológicas de un romanticismo literario proclive a la evocación de la vida rural idealizada, al igual que ocurre en tierras gallegas y, posteriormente con el nacionalismo político vasco que careció de esta fase cultural. Es en el marco agrario donde se ha producido a partir de los años 20, las concreciones teóricas con mayor incidencia en el marco político, el también heterogéneo foralismo catalán, presente en los levantamientos de 1827 y 1846-1849.[xxxix]

2.3- El proteccionismo económico.

Vamos a tratar en este epígrafe tan sólo el registro de algunos hechos, en opinión de Pabón, que permitan percibir, cómo la polémica entre librecambistas y proteccionistas contribuye a la formación de una conciencia política catalana.

            El librecambismo penetra en España, acentuando su carácter innovador como doctrina liberalmente optimista. Se enseña en las cátedras, se difunde en los libros y los hombres públicos la defienden a capa y espada; pero una sola entidad, cuya existencia se remonta al siglo XVIII, se opone al avance general del librecambismo: la Comisión de Fábricas de Hilados, Tejidos y Estampados de Algodón del Principado de Cataluña. Su proteccionismo ha sido, según este mismo autor circunstancial o transitorio. Su labor teórica, modesta: una Memoria sobre la necesidad prohibitiva en España, impresa en Barcelona en 1834. Su tarea práctica, reducida: lucha contra el contrabando y con la concesión de privilegios y permisos especiales.[xl]

            En los primeros momentos del encuentro, se enfrentan una teoría económica, aceptada y defendida con entusiasmo, y la representación de unos intereses reales, concretos y limitados. A lo largo de la polémica, esos caracteres iniciales, serán destacados en la mutua acusación. Canovas, proteccionista, no hablará del maestro y de la escuela, sino de “el profeta Smith y la Iglesia de Manchester”. Don Gabriel Rodríguez, librecambista dirá: “El simpático nombre de protección al trabajo nacional, no es en el fondo otra cosa que un despojo legalmente organizado del mayor número de ciudadanos en provecho de un pequeño número de privilegiados protegidos”.[xli]

            En este primer tiempo, un hecho curioso permite considerar lo erróneo de una interpretación tan sencilla, y los posibles enlaces de la resistencia económica iniciada. La Comisión de Fábricas requirió el asesoramiento de un catalán que residía en Madrid: Buenaventura Carlos Aribau.[xlii]

            Un segundo tiempo, continuando con Pabón, comprende los años que van desde el fin de la primera Guerra Civil a la Revolución de 1868. Durante ellos, la polémica entre Madrid y Barcelona, entre librecambistas y proteccionistas, alumbra sus mejores razones y se agudiza en torno a los proyectos y leyes arancelarias.

            Tres reformas centran los esfuerzos de ambos bandos: la primera, llevada a cabo en julio de 1841, bajo el progresismo de la Regencia de Espartero, constituyó, no obstante, una transacción, gracias a la fuerza que el proteccionismo logró en la alianza de algodoneros catalanes, trigueros de Castilla y metalúrgicos Vizcaínos; la segunda reforma fue planeada por Alejandro Mon, Ministro de Hacienda.[xliii] Se discutió en ambas Cámaras, donde actuaron dos pequeños grupos parlamentarios proteccionistas además de Narváez, Jefe de Gobierno, a favor de una información detenida antes de que fuese ejecutada la reforma. La nueva Ley, aprobada en julio de 1849, más compleja y favorable a los proteccionistas, no lo fue tanto en la práctica, por las alteraciones parciales, introducidas frecuentemente y desde primera hora; La tercera reforma fue proyectada por Pedro Salaverría, Ministro de Hacienda en el Gobierno de la Unión Liberal, presidido por O´Donell. Reforma parcial, establecida por Decreto en Noviembre de 1862, y transformada en reforma completa mediante un proyecto presentado en las Cortes poco más tarde. Este proyecto no prosperó, pero sí la alteración parcial decretada, de sentido liberal, y ambas facciones renovaron la pugna anterior, vieja y creciente.

            Junto a la batalla concreta de los aranceles, ambos bandos perfeccionaron su doctrina y reorganizaron sus fuerzas en una ininterrumpida actividad.

            Con la visita de Cobden[xliv], los partidarios del librecambismo redoblaron su actividad. Constituyeron en Madrid la Asociación para la reforma de los aranceles, en la que ocupaban lugar destacado algunos catalanes residentes en la capital: Pastor, Figuerola[xlv], Sanromá, los hermanos Bona…,etc.[xlvi]

            Del lado catalán y proteccionista, transformada ya la vieja Comisión en Junta de Fábricas, se creó el Instituto Industrial de Cataluña, 1848, cuyo objeto era “el progreso y fomento de la industria española” y cuyo órgano periodístico fue “El Bien Público”. En el bando proteccionista la campaña estuvo dirigida  por Güell y Ferrer.[xlvii]

            El problema que se discute es gravísimo, y la polémica no puede mantenerse puramente en el terreno teórico. El apasionamiento dio lugar a frecuentes desviaciones. Güell y Ferrer, patriarcal y ponderado, negaba al librecambismo, el patriotismo o la sinceridad. Los librecambistas denunciarían al proteccionismo como un irracional egoísmo catalán.

            Un tercer tiempo se inicia con “la Gloriosa”. Dura de 1869 a 1875, es decir, durante el periodo de la Restauración.

            La Revolución de septiembre eleva al Gobierno de España a los teorizantes del librecambismo. En el Gobierno Provisional es Ministro de Hacienda Laureano Figueruela, cuya cátedra de la Universidad Central fue, durante muchos años, un poderoso baluarte en la contienda doctrinal. Por decreto suprimió el derecho diferencial de bandera, y, con él, toda protección especial a la Marina Mercante.[xlviii]

            Del lado catalán, un amplio debate en el Ateneo de Barcelona alumbró la figura que había de encabezar la lucha por el proteccionismo: Bosch y Labrús.[xlix] Con éste, el proteccionismo pasó a convertirse en un movimiento popular. El 21 de Marzo de 1869, días después de constituirse legalmente el Fomento de Producción Nacional, recorrió las calles de Barcelona una gran manifestación de protesta contra el librecambismo; participaron en ella los obreros industriales, y entre los oradores figuró Valentín Almirall, el primer teorizante del catalanismo político.

            La victoria del librecambismo tuvo lugar en el Arancel de 12 de Julio de 1869, siendo Ministro Figuerola, y presidente de la Comisión, Moret,[l] su mejor discípulo. De todo el Arancel, lo más grave era la famosa base quinta. Conforme a ella, los derechos protectores que figuraban con carácter extraordinario, subsistirían solo temporalmente, y en sucesivas reducciones comenzarían a desaparecer al cabo de seís años, en julio de 1875.

            Moret y Echegaray[li] sostenían, desde el Gobierno, la tesis librecambista. En la polémica se producía, una y otra vez, la desviación política y “alguien”, según Pugés, se encargaba de propalar que Cataluña tenía el propósito de declararse independiente, dándose así pretexto a que se hablara con indignación de castigar el separatismo y hasta el federalismo catalán con la inmediata implantación de las más radicales teorías librecambistas.

            Con la Restauración, Alfonso XII desembarca en Barcelona y responde al saludo de Bosch y Labrús: “Sabía cuanto vale la producción catalana y tendré a gran gloria que, durante mi reinado, las demás provincias imiten a Barcelona…”.

            En líneas generales, los conservadores son proteccionistas y los liberales librecambistas. El problema económico se incluye, lógicamente, en el debate político y general del Régimen. Salaverría, Ministro de Hacienda con Canovas, suspende la aplicación de la base quinta del Arancel Figuerola, en 1875. Camacho, Ministro de Hacienda con Sagasta, anuncia en 1881 su propósito de implantar la rebaja gradual prescrita y derogada. En la pugna, crece la figura política y parlamentaría de Bosch y Labrús.

            La actitud de Canovas es fundamental y permanente, pese a su Gobierno de 1884, al cual se plantea el modus vivendi con la Gran Bretaña, más allá de su voluntad. Canovas sigue siendo proteccionista.En diciembre de 1887 la enmienda parlamentaria que firmaron con él Silvela[lii], Toreno, Villaverde[liii], Cos Gayón y Rodríguez Sanpedro, pedía la derogación de la base quinta y la denuncia de los tratados de comercio en vigor. Públicamente, Canovas hace suya la frase de Cousin: “Por mi parte no dejaré de ser nunca proteccionista, porque soy patriota”. De tal manera que, en 1890, con Canovas en el poder, se deroga la base quinta por decreto, con carácter definitivo y, tras la denuncia de los tratados de comercio, el proyecto Arancel, redactado por la Comisión[liv], presentado al Gobierno y modificado parcialmente, quedó convertido en Ley el 31 de diciembre de 1891.

            A partir de esta fecha, la lucha tiene lugar en torno al Arancel de 1891. Sin derogarlo, los Gobiernos liberales procedieron a desvirtuarlo mediante nuevos proyectos de convenios internacionales, obra de Moret, Ministro de Estado.

            Tras la asamblea de Bilbao, se agrupan, de nuevo, las fuerzas proteccionistas, uniéndose en Madrid los industriales y los agricultores de las Vascongadas, Navarra, Asturias y Cataluña, constituyendo la Liga Nacional de Productores.

            Un R.D. de 31 de diciembre de 1893 extendió a los productos del suelo y de la industria de Alemania, Austria-Hungría, Francia, Gran Bretaña e Italía los derechos reducidos y las ventajas arancelarias, resultantes de los convenios concertados con otros Países europeos, contraviniendo el Arancel vigente de 1891.

            Al reanudarse las sesiones de las Cortes, el Gobierno de Sagasta intentó legalizar lo dispuesto y obtuvo lo que se denominó bill de indemnidad, en razón de su carácter político. En cambio, la aprobación de los tratados que anulaban el Arancel de 1891, chocó en el Senado con una gran resistencia y la división de la mayoría liberal.

            El pleito proteccionista, planteado por Cataluña y convertido en problema general, quedó oculto por un caso político iniciado en Barcelona y convertido en tragedia nacional. El 25 de noviembre de 1905, un grupo de oficiales de la guarnición de Barcelona asalta las redacciones del Cu-cut y de La Veu. Cayó Montero Rios, y se formó otro Gobierno liberal presidido por Moret. En principio, una catástrofe para el proteccionismo, hasta que, lograda la autorización en las Cortes, se publica el nuevo Arancel el 23 de marzo de 1906: La “Ley constitucional económica”. Ley que constituyó el triunfo del proteccionismo.

En la dilatada disputa económica, Cataluña lleva la voz cantante. Es protagonista o antagonista, personaje destacado. En la polémica, el otro bando lo constituye, necesariamente, el Poder Central. Para que nada falte a la conciencia catalana del adversario, se le enfrenta, a veces, desde el Gobierno, el mismo conservadurismo proteccionista.

2.4- La tradición regionalista.

            El federalismo, como veremos en el siguiente epígrafe, se vierte en el Catalanismo, siguiendo un cauce, generalmente tenido por único en razón de su importancia: el Particularismo de Almirall.

            El tradicionalismo, de modo diferente, penetra en Cataluña, partiendo de diversas fuentes, a través de cauces muy varios. Fenómeno, en consecuencia, más complejo y difícil de percibir.

            Su raíz, histórica y política, es vieja y honda. Tenaz y dilatadamente, con las ideas y con las armas, venía luchando contra el uniformismo y la centralización liberales.

            La lógica e inevitable coincidencia de Tradicionalismo y Catalanismo, en los primeros tiempos del segundo, parecería total a una mirada simple, según Pabón.

            De los cauces principales del catalanismo, uno es el Carlismo. En las familias Carlistas, acabada la contienda civil, los hijos continúan, a veces, rigurosamente fieles a las ideas y disciplina de sus padres; otras veces y frecuentemente, en la crisis política general y en la particular catalana, determinadas ideas y diversos acontecimientos, les hacen desplazarse hacía el catalanismo creciente. Llevan consigo, como ocurre con el nacionalismo vasco parte de la ideología heredada.

            Tres figuras nos muestra Pabón como ejemplo que simboliza, por la edad y la significación, el desarrollo del Catalanismo: un jurista, un político y un intelectual; Verdaguer i Callís[lv], nacido en un hogar carlista, que se suma a un Catalanismo confesionalmente católico, políticamente inoperante y tradicionalista en su base. Pasante de su bufete es Cambó, que también pertenece a una familia carlista y cuyo Canovismo paterno le aparta del carlismo encuadrándose en el Catalanismo político pero persistiendo en él las ideas básicas del Tradicionalismo, en sus afirmaciones y en sus negaciones.

            Juan Estelrich nace y crece en un ambiente tradicionalista y tradicionalistas son sus escritos en “Cruz y Espada”, revista que publica en Menorca. Fundamentalmente intelectual, ocupa un tercer escalón en el Catalanismo. No obstante, las vetas tradicionalistas aparecen inconfundibles y llenan páginas enteras de sus libros.

            Una primera corriente del regionalismo tradicionalista es ésta. Nace del Carlismo y se aparta en el doble abandono de la disciplina y de la ortodoxia que las viejas familias carlistas mantuvieron en Cataluña.

            La segunda corriente es más difícil de registrar. Conforme al patrón europeo, alberga dos grandes partidos, liberal y liberal-conservador. Y en “lo conservador”, dice Pabón, hay algo que doctrinal e históricamente, pertenece al Tradicionalismo.

            Esa moderación, en Cataluña, supone una resistencia al liberalismo abstracto y central, en lo religioso, en lo político, en lo jurídico y en lo económico. Hallará su base en un regionalismo, moderado también.

            En los orígenes del Catalanismo, la persona que simboliza esta corriente es Juan Mañé y Flaquer,[lvi] tarraconense, perteneciente a una familia liberal que heredó una invariable prevención respecto al carlismo. Este regionalismo, que Mañé denomina también “provincialismo”, se apoya en bases tradicionalistas. Mañé escribe a Mosén Jaime Collel: “Nosotros, usted y yo, fundamos el provincialismo en el espíritu conservador; que es la defensa, es la resistencia que la organización cristiana político social de la Edad Media opone a la conquista revolucionaria, a la corriente panteísta, que soltó contra la sociedad europea el renacimiento pagano”. 

            Sin reparo alguno se puede calificar de tradicionalista a la corriente formada por las ideas y las personas que defienden las instituciones civiles catalanas contra los sucesivos intentos de unificación jurídica.

            La pugna es vieja. Y ni más ni menos que la sostenida por los proteccionistas de Barcelona contra los librecambistas de Madrid, hubo de contribuir a la formación de una conciencia pública catalana.

            Lo más característico e importante de este movimiento está protagonizado, como en el caso vasco por la Iglesia en el llamado “filó vigatá”, el filón vicense, correspondiente a una Diócesis, obispos, sacerdotes, “escolania”, seminario, y se beneficia, lógicamente, de la autoridad y de la continuidad de esta Institución eclesiástica: Balmes, cura de Vich; Verdaguer, cura de Vich; Collell, cura de Vich. Filosofía, literatura y política que, en la vieja Diócesis, contribuyen florecientes a la Renaixenca catalana.

2.5- El federalismo.

            “La confluencia, escribe Estelrich[lvii], del elemento tradicional y del elemento avanzado que sintetiza el federalismo determina la aparición del catalanismo en su aspecto político”. Se producen dos corrientes principales en el catalanismo durante el siglo XIX: la tradicionalista o histórica…y la federalista o filosófica, según Rovira y Virgili.[lviii] Vamos a analizar la segunda.

            Caso extraordinario fue el de Pi y Margall. Único en nuestra historia contemporánea. Fenómeno lleno de asombrosos contrastes, según Pabón, entre su carácter y las adhesiones personales logradas, su gestión gobernante y el prestigio de que gozó, el valor de sus ideas y la inmensa y varia influencia ejercida por ellas.

            No fueron sus preocupaciones morales, sino sus convicciones inalterables las que provocaron el desastre de su Gobierno e impidieron las lógicas y posteriores revisiones de sus ideas. Su Federalismo dio lugar al tremendo desorden del Cantonalismo.

            La ceguera política de este gobernante ante todo lo que otros veían, no le impidió ver, excepcionalmente, el 2 de abril de1898; escribía: “ Ira nos da ver, como ciertos periódicos, mintiendo un patriotismo que jamás sintieron, empujan a la Nación y al Gobierno a que no ceda en la cuestión de Cuba y rompa con los Estados Unidos. Para conseguir sus ignorados fines llegan a pintarnos aquella República sin soldados y sin buques de guerra… Imposible parece que con tal descaro se mienta…Es un grave error, sino una infamia empujar la Nación a una guerra con los Estados Unidos”. Previó y razonó el resultado.

            Con la claridad y sencillez insuperables, elevó a sistema todas las ideas que jugaron en la política revolucionaria española, en su maximalismo simplista. Alumbró una versión ibérica de Proudhon,[lix] acentuada la abstracción teórica y deducida la aplicación práctica a favor de todo extremismo. Las ideas elementales y radicales que expone el revolucionario español en el café o que le hacen lanzarse a la calle, se encuentran en Pi y Margall, razonadas coherentemente y servidas por el bagaje cultural de un doctrinario de la época.

            Serra y Hunter, estudiando las tendencias filosóficas en Cataluña durante el siglo XIX, opina que la crítica de Balmes[lx] y el prestigio de Llorens,[lxi] cerraron el paso “a las corrientes extremistas de la filosofía”: Pi y Margall, considerado como excepción, le parece adecuadamente encuadrado en “el ambiente ideológico de la capital de España”. La segunda afirmación priva de explicación suficiente a la influencia de Pi en Cataluña y al anarquismo catalan expuesto en la radicalísima fórmula:

                                               Ni trono, ni trona:

                                               Ni pátria, ni patró:

                                               Ni matrimoni, ni patrimoni.

            El individualismo ibérico y carpetovetónico, encuentra aquí su fórmula. Ni autoridad ni jerarquía: el hombre es un soberano que puede o no pactar. Conocía Pi el alcance de tal doctrina. Sobre base tan radical, el sistema ha de ser muy sencillo. El hombre tiene dos esferas de acción distintas. Una en la que se mueve sin afectar a sus semejantes y otra en la que no puede moverse sin afectarlos. Absolutamente soberano, el hombre pacta con los demás hombres, conservando la autonomía en la primera esfera. Del pacto van naciendo todas las sociedades. “¿Qué es al fin un pueblo? Un conjunto de familias. ¿Qué es la provincia? Un conjunto de pueblos. ¿Qué la nación? Un conjunto de Provincias.

Cada una de ellas es soberana y autónoma y, en su respectivo orden de intereses tiene determinada su órbita y su libertad.. Soberanía y Pacto, autonomía y Federación.

            El federalismo pudo producir, y produjo, una segunda y menos caudalosa corriente. La autonomía como virtud y derecho de todas las sociedades y el propósito de reconstruir las antiguas regiones podían convertir el sistema de Pi y Margall en punto de partida para un determinado catalanismo.

            Por diversas razones, ni los federales siguieron siendo una fuerza en Cataluña, ni, por lo general, pasaron al catalanismo en calidad de tales.

            Pi chocó con los federales catalanes y hubo de hacer frente al intento de proclamar el Estado Catalán.

            Con claridad suficiente define, por su parte, Almirall: “Las terminaciones en ismo, ista, etc., indican idea de afición, cariño y preferencia hacia lo que expresa la palabra a que se posponen. Así, pues, de la misma manera que catalanismo quiere decir afición o cariño a todo lo catalán, y regionalismo supone los mismos sentimientos simpáticos hacia lo regional en general, la palabra compuesta particularismo significa afición, cariño y preferencia a todo lo que es particular. El catalanismo es particularista, pero concreta su particularismo a nuestra sola región…”

            La fuerza de Almirall residió en una doble y fundamental desviación del federalismo. Abandonando el punto de partida teórico y general, basó el sistema en una realidad objetiva y concreta: Cataluña, lo catalán, el Catalanismo.

            El particularismo de Almirall fue decisivo para la formación del Catalanismo. Se empleo en sumar todo lo catalán, excluyendo los motivos que, dentro o fuera de Cataluña, podían dividirlo.

            El federalismo de Pi era, principalmente, una idea, un sistema. El particularismo de Almirall,[lxii] a pesar de su amplitud generalizadora, era una expresión del problema vivo y concreto de Cataluña.

NOTAS


[i] Bahamonde A. , Martínez Jesús A, “Historia de España, siglo XIX”, Madrid, Cátedra, 1998, p. 500.

[ii] Este fenómeno es común a todas las Regiones españolas de la época que tratan de rescatar un acerbo cultural cuya base se sitúa en un gran número de eruditos, literatos, artistas e intelectuales locales y regionales.

[iii] Palacio Atard, V, “Manual de Historia de España”, “Edad Contemporánea I”, Madrid, Espasa Calpe, 1978, pp. 539 y ss.

[iv] Bahamonde A. , Martínez Jesús A, “Historia de España, siglo XIX”, Madrid, Cátedra, 1998, p. 503.

[v] ARTERO Y GONZALEZ, Juan de la Glória Atlas histórico-geográfico de España, desde los tiempos primitivos hasta nuestros dias / D. Juan de la Gloria Artero. – Granada : Imp. de Paulino Ventura Sabatél, 1879. http://www.purl.pt

[vi] Vaca de Osma, J. A, “Así se hizo España”, Madrid, Espasa Calpe, 1981. p12.

[vii] Vaca de Osma, J. A, “Así se hizo España”, Madrid, Espasa Calpe, 1981. p23.

[viii] Sánchez-Albornoz, C, “España: un enigma histórico”, Buenos Aires, Edhasa.

[ix] Pabón, J, “Cambó”, 1876-1918, Barcelona, Alpha, 1952, vol.I, capítulo III, pp., 97-163.

[x] Palacio Atard, V, “Manual de Historia de España”, “Edad Contemporánea I”, Madrid, Espasa Calpe, 1978, pp. 539 y ss.

[xi] (Vilafranca del Penedès, España, 1818-id., 1884) Filólogo y escritor español en lenguas castellana y catalana. Licenciado en filosofía y letras y en derecho, en 1846 obtuvo la cátedra de literatura en la Universidad de Barcelona, donde llevó a cabo importantes estudios sobre la literatura catalana medieval, de la que fue un destacado historiador. Presidente de la Academia de las Buenas Letras de Barcelona entre 1861 y 1878, intervino en las polémicas sobre la unificación de la ortografía catalana. Autor de varios poemas en castellano y catalán, cultivó también la crítica literaria y de arte. Entre sus obras destacan: De los trovadores en España (1861), Ressenya històrica i crítica dels antics poetes catalans (1865) y De la poesía heroico-popular castellana (1874). Impulsó la restauración de los Juegos Florales en 1859, que tendrían una importancia crucial a la hora de relanzar la cultura catalana.

[xii] (Barcelona, 1860 – 1911) Poeta español en lengua catalana. Durante su juventud se debatió entre su vocación literaria y la carrera de derecho a la que parecía destinado, en gran parte debido a las presiones familiares. Escribió sus primeros versos, en castellano y catalán, durante sus estudios de derecho, al mismo tiempo que realizó diversas traducciones, sobre todo de Goethe, que ejerció en él una gran influencia.

En 1894 ganó los Jocs Florals con una composición que se hizo muy popular, La sardana, y un año después apareció su primer volumen poético, Poesías (Poesies, 1895), que incluía uno de sus más célebres poemas, La vaca ciega (La vaca cega).

En sus artículos publicados en el Diario de Barcelona llevó a cabo una crítica constante de la sociedad burguesa catalana, en un complicado equilibrio entre su anticonvencionalismo romántico y su conciencia de los problemas y la realidad del país. El desastre colonial de 1898 le impulsó por corrientes afines a las de la Generación del 98, manteniendo a partir de 1900 una intensa relación epistolar con Unamuno.

Su Elogio de la palabra (Elogi de la paraula, 1903) propone una concepción de la poesía de raíz romántica y basada en la inspiración y la espontaneidad. En Visiones y cantos (Visions i cants, 1900) aparece el comienzo de su poema extenso El conde Arnau (El comte Arnau), de tema legendario con reminiscencias del Fausto, de Goethe, que significó su consagración y por el que, a la muerte de Verdaguer en 1902, fue declarado su heredero y el mayor poeta en lengua catalana.

[xiii] (1824-1901) Político y escritor español, n. en Barcelona y m. en Madrid. Fue diputado, ministro de Fomento y Ultramar (1869), presidente del Consejo de Estado y del Tribunal de Cuentas del Reino y miembro de las academias de la Lengua (1875) y de la Historia. Como historiador dedicó gran parte de su actividad a la exaltación de las glorias de la Cataluña medieval: Historia de Cataluña, Lecciones de Historia, Historia de los trovadores, etc. Fue además uno de los propulsores del renacimiento literario catalán (la «Renaixença») del s. xix, al que contribuyó con sus trabajos de historia y sus libros de poesía en lengua catalana: Lo trobador de Montserrat y Esperances i records. Formó parte del primer consistorio de los Juegos Florales de Barcelona (1859).

[xiv] Tarifas oficiales que determinan los derechos que se han de pagar en varios ramos como el de costas judiciales, aduanas, etc.

[xv] Barcelona, 1870- id., 1954) Político español. Fue un activo político del movimiento catalanista y militó en diversos partidos de este signo. Nombrado secretario de la Lliga regionalista (1901), fue concejal del ayuntamiento de Barcelona (1906-1910, 1916-1920, 1934-1936), senador (1919, 1920 y 1923) y diputado del parlamento catalán (1932). Es autor de numerosas obras teóricas sobre el nacionalismo catalán, entre las que destaca Regionalismo y federalismo (1905).

[xvi] Cataluña y España para Prat de la Riba : “España no es cuestión de lengua ni de corazón, sino de vientre. Para los que viven de ella, España es una realidad providencial indiscutible; para los demás es una expresión geográfica o bien la denominación impropia de una sola de las nacionalidades españolas, la nacionalidad castellana (…)”.

 1 de abril de 1896.

[xvii] Nacido en Mataró (El Maresme) en 1867. Siendo todavía estudiante, entró en 1887en el Centre Escolar Catalanista y formó parte del grupo de la Renaixença (Renacimiento) y se puso a trabajar en su ciudad natal. Mas tarde se desplazó a Barcelona, donde finalizó sus estudios de arquitectura en 1891. Nombrado Profesor de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, (Especialidades de Hidráulica y de Resistencia de materiales), desarrolló ampliamente sus cualidades como arquitecto. Además de su actividad profesional como arquitecto, desarrollo una amplia actividad política en el campo del catalanismo. En 1917, al morir Enric Prat de la Riba, le sustituyó como Presidente de la Mancomunitat de Catalunya creando escuelas e instituciones culturales (Junta de Museus, nuevos museos del Parc de la Ciutadella de Barcelona, impulso de las excavaciones de Empuries), vías de comunicación y mejora de la explotación agraria en Catalunya.

[xviii] Fernández Almagro, O, “Los orígenes del régimen constitucional en España”, Madrid, 1929. Cito por la reedición de Barcelona, 1976, vol. III, p190.

[xix] Porque lo ha venido ocultando la historiografía borbónica.

[xx] Uno de los principales exponentes de la historia total marxista. Sus primeros contactos con tierras catalanas datan de dos estancias en Barcelona los años 1934-36 y 1945-47 donde compaginó la preparación de su tesis doctoral sobre la Cataluña moderna y sus clases en el Instituto Francés de Barcelona. Catedrático en la Sorbona desde 1965 hasta su retirada. En mayo del año 2000, con la edad de 93 años, recibió el tardío, pero justo reconocimiento a su labor histórica por parte de Cataluña, al serle concedida la «Medalla d´Or de la Generalitat de Catalunya». En un breve discurso pronunciado en la Maison de Catalogne de Paris afirmó: Podría pasarme cinco horas hablando sobre la importancia que para mí tuvo el descubrimiento de Cataluña y el papel que ha desempeñado en mi vida. Nada más. Estas escuetas y significativas palabras se hallan ampliadas por su obra.

[xxi] Aprobado por el Consejo de Estado.

[xxii] El tratado  preveía la boda entre Luis XIV de Francia y María Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España, cuya dote se fijó en medio millón de escudos de oro, a cambio de renunciar a sus derechos sucesorios al trono de España. Esta compensación no se pagará jamás, sirviendo de excusa a Luis XIV para anular el tratado e iniciar nuevas hostilidades, siendo uno de los factores que llevará a la Guerra de Sucesión Española en 1702.

[xxiii] El gobierno del archiduque en Cataluña no fue nada satisfactorio: represión implacable contra los contrarios, malversación, favoritismo y detalles absolutistas; todo ello fue provocando el desencanto de muchos catalanes.
(Antoni Ferret. «Compendi d’Història de Catalunya». Claret, Barcelona, 1989. Citado en José Luis Vila-San-Juan, «Mentiras históricas comúnmente creídas II», Planeta, Barcelona, 1996, p. 227).

[xxiv] Una vez en el trono [fue proclamado rey de España el 16 de noviembre de 1700, en Versalles], Felipe V no tardó en anunciar su visita a Aragón y Cataluña, convocando sus Cortes (…) Las Cortes catalanas se reunieron del 12 de octubre de 1701 al 14 de enero de 1702 (…) Felipe V se mostró sumamente comprensivo y político para atraerse a los catalanes; a tal punto que un testigo de la época, Macanaz, escribía en sus memorias: «Los catalanes consiguieron todo lo que deseaban, porque ni a ellos les faltó cosa por pedir, ni al rey cosa que concederles, y así vinieron a quedar más independientes del rey que lo es el Parlamento de Inglaterra».         
(Marcelo Cap de Ferro. «Historia de Cataluña». MES Euroliber, Barcelona, 1967. Citado en José Luis Vila-San-Juan, «Mentiras históricas comúnmente creídas II», pág. 219. Planeta, Barcelona, 1996)              
-[Los catalanes] obtuvieron la esperada concesión de poder comerciar con América, el establecimiento de un puerto franco en Barcelona y la organización de un Tribunal de Contrafueros [cuya misión era examinar las denuncias sobre las extralimitaciones de los funcionarios reales].    
(JL VSJ, op. cit., 219)       
-Hasta que se firmó el secreto Pacto de Génova, el 20 de junio de 1705, el principado de Cataluña, con todos los beneficios que le había adjudicado Felipe V (…), no abandonó al rey que gobernaba desde Madrid.
(JL VJS, op. cit., p. 223)  
El mencionado pacto fue suscrito por Mitford Craw, embajador en Italia de la reina Ana de Inglaterra, y los catalanes Antoni de Peguera i Aymerich y Domingo Perera. VSJ afirma -p.225- que era «un verdadero tratado de adhesión de Cataluña a la Gran Alianza, o sea, la declaración de guerra del principado a Felipe V [las cursivas son suyas]». «(…) para el buen amante de la Historia -añade líneas más adelante VSJ- ninguno de ellos [Peguera, Perera y sus compinches] significaba nada: ni Generalitat ni Consejo de Municipio, que eran las dos instituciones autonómicas con que, entonces, contaba Cataluña (o Barcelona)».

[xxv] Austria reconoce a Felipe V como rey de España y de las Indias y, este renuncia a la posible herencia de la Corona de Francia, obtiene Bélgica y Luxemburgo; el Milanesado, Nápoles y Cerdeña (después Sicilia).

[xxvi] En contra de todas las tergiversaciones surgidas sobre la figura de Casanova, hay que decir que fue un gran español que creía mejor y más libre la España de los Austrias que la de los Borbones, y con ese convencimiento lanzó un manifiesto -cuidadosamente ignorado por los manipuladores de turno- el 11 de septiembre de 1714 a las tres de la tarde, en el que, entre otras cosas, decía: «Se confía en que todos, como verdaderos hijos de la patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados con el fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por el rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España».

[xxvii] Como  dice Pierre Vilar, el patriotismo desesperado de 1714 no es únicamente catalán, sino español.

[xxviii] Los Decretos de Nueva Planta son un conjunto de decretos con los cuales cambió la organización territorial de los reinos hispánicos de Castilla, Aragón, Valencia y Navarra, creando el moderno Reino de España. Fueron promulgados por Felipe de Anjou pretendiente de la Casa de Borbón, tras su victoria en la Guerra de Sucesión Española sobre el Archiduque Carlos de Austria, pretendiente de la Casa de Austria. La Corona de Aragón había sido partidaria de este último y los reinos de Castilla y Navarra apoyaron al pretendiente borbónico.

Los Decretos de Nueva Planta terminaron con la tradición confederalista que habían tenido los monarcas de la Casa de Austria en España y tuvieron el efecto de castigar a los que se habían alineado en contra del pretendiente borbónico, que pasó a reinar con el nombre de Felipe V. Abolieron los antiguos fueros propios de los reinos y condados de la Corona de Aragón y extendieron la organización administrativa del Reino de Castilla y el uso del castellano a estos territorios, siguiendo el modelo centralista de los Borbones franceses.

Los decretos de Valencia y Aragón se publicaron el 29 de junio de 1707, teniendo como resultado la abolición de todo el derecho civil y privado de los reinos de Valencia y de Aragón. Si bien con éste último fueron más benévolos, en Valencia se prohíbe la lengua valenciana, se reprime toda manifestación sociocultural propia, y se crean agravios comparativos con la instauración de alcabalas, alojamientos, y otros impuestos. Dicha revancha se extiende posteriormente a Cataluña y Mallorca.

El 13 de abril de 1711 se dictó un segundo decreto por el que se restablecía parte del derecho aragonés otorgándose una nueva organización planta a la Audiencia de Zaragoza. En el caso de Aragón la asimilación castellana fue más fácil, puesto que el idioma propio ya había sido absorbido por aquel entonces por el castellano en la parte sur del territorio.

El tercero, el de Mallorca, se publicó el 28 de noviembre de 1715, siendo más complaciente y fruto de una actitud más negociadora.

El cuarto decreto que afectaba sólo a Cataluña se dictó el 16 de enero de 1716 y como fue el territorio que mostró más resistencia fueron también los más duros. Abolían la Generalitat de Cataluña, las Cortes, el Consell de Cent. Además se sustituía al virrey por un capitán general y se dividía Cataluña en corregidurías, como Castilla y no en las tradicionales vegueries. Se estableció el catastro gravando propiedades urbanas y rurales y los beneficios del trabajo, el comercio y la industria. Igualmente, el idioma oficial del Principado fue sustituido por el castellano, aplicándose desde entonces obligatoriamente en las escuelas y juzgados. También se cerraron las universidades catalanas que apoyaron al archiduque Carlos.

Con este proceso unificador, España se configura como un solo reino. Así mismo, Felipe V se convirtió en el primer rey oficial de España, usando la numeración de los reyes de Castilla y el escudo de Castilla como propio de toda España hasta 1868, cuando tiene lugar la revolución de septiembre, que prepara el advenimiento, en 1873, de la I República.

[xxix] La tozuda resistencia que opuso Barcelona a los ejércitos de Felipe V tampoco fue la lucha heroica y popular que celebran cada 11 de septiembre los nacionalistas catalanes. La nobleza y el clero no mostraron ningún entusiasmo por seguir amurallados contra Felipe V, y las masas, entre gritos ahogados y casas arrancadas de cuajo, no pedían sino que se acabara la resistencia, y con ella el hambre y las bombas. Las peleas entre los líderes barceloneses también fueron frecuentes. Villarroel y Rafael de Casanova, dos de los héroes más celebrados, lucharon hasta el último momento, pero ambos se opusieron rotundamente a la resistencia final y se inclinaron por una solución negociada. La resistencia entre murallas, la resistencia entre barrios y calles muertas, no fue cosa ni latido natural del pueblo, sino empeño de unos grupos muy reducidos abandonados por la mayoría de los catalanes y tan carentes del sentido de la realidad como los que en 1641 habían hecho a Luis XIII conde de Barcelona para arrepentirse después y desangrar parte de Cataluña con la ocupación del ejército francés. Tan alejados de la realidad que todavía el 24 de septiembre de 1714, días después de que las tropas del duque de Berwick hubieran entrado en Barcelona, los embajadores catalanes desplazados a Londres continuaban alentando la resistencia, porque «lo cierto es que el rey Jorge I, el príncipe y su hijo y la corte de Hannover están inclinados a vuestro alivio y beneficio […] sólo falta que de aquí se influya con eficacia y que Barcelona se mantenga así».       
Fernando García de Cortázar. «Los mitos de la historia de España», Planeta, Barcelona, 1996; pp. 147-148.

[xxx] Como ejemplo contrario, y no es el caso de fomentar el enfrentamiento ni faltar a la verdad histórica, es necesario decir que durante la guerra de sucesión se produjeron actos inhumanos por ambas partes: El Regimiento León, nº 38, es denominado “El Arcabuceado” por haber sido vilmente fusilados casi todos sus soldados en el Castillo de Genebret (Cataluña) por los partidarios del Archiduque, en el año 1714, después de haber sido prisioneros.

[xxxi] Otras fuentes dicen: El 11 de septiembre Rafael Casanova, portando la bandera de Santa Eulàlia, patrona de Barcelona, fue herido de un tiro en una pierna. Posteriormente se refugiaría en San Baudilio, para en 1719 volver a Barcelona, donde siguió ejerciendo la abogacía, sin ser molestado hasta su muerte, en el año 1743(…)El día 19 llegó el nuevo gobernador, Juan Francisco de Bette, marqués de Lede, que no respetó, en absoluto, las condiciones de rendición estipuladas por Berwick, procediendo a la detención (con engaño) de los principales dirigentes austrófilos. Varios fueron ejecutados y aprisionados. Casanova se salvó porque, temiéndose lo peor, un amigo suyo médico firmó un parte de defunción, y su supuesto cadáver fue registrado en el hospital de la Santa Cruz.[…]              
En 1719 (…) debió de haber una amnistía, porque Casanova reapareció en público y volvió a ejercer tranquilamente su carrera de abogado.             
[…]
Recordemos que fue un excelente conseller en cap [en cursiva, en el original], héroe cuando debió serlo y pacifista cuando tuvo que ceder. Luchó por su patria (Cataluña y España) y se rindió con honor. Pero no fue un mártir de la independencia catalana.
Eduardo Palomar Baró, Barcelona. Carta al director de El País, edición de Cataluña. Citado en José Luis Vila-San-Juan, «Mentiras históricas comúnmente creídas», pp. 235-236. Planeta, Barcelona, 1996

[xxxii] Fernando Gª de Cortázar. «Los mitos de la historia de España»,. Planeta, Barcelona, 2003, p. 15: Cataluña cicatrizó sus heridas y descubrió pronto la rentabilidad económica que había detrás de los decretos de Nueva Planta y del absolutismo de los Borbones. El siglo XVIII, sobre todo tras la llegada de Carlos III al trono, contemplaría la escalada de los grandes comerciantes catalanes y el esplendor del puerto de Barcelona, abierto al inmenso negocio de América. Lo que muchos catalanes de hoy tienden a recordar como una época de opresión fue, en realidad, una época de prosperidad, con una burguesía interesada en colaborar con la monarquía y un pueblo que recibe afectuosamente a Carlos III y toma una actitud favorable al rey durante el motín de Esquilache.

[xxxiii] Bahamonde, A y Martínez, J.A, “Historia de España, siglo XIX”, Madrid, Cátedra, p. 500.

[xxxiv] Barcelona, 1798- id., 1862. Escritor y economista español. Fue director general del Tesoro a partir de 1847. Contribuyó a introducir las ideas románticas en España y se convirtió en símbolo de la Renaixença literaria del s. XIX en Cataluña. Dirigió la Biblioteca de Autores Españoles. Debe su fama como poeta a la oda La patria (1833), escrita en catalán.

[xxxv] Barcelona, 1818- id., 1899. Erudito y escritor español en lengua catalana. Catedrático de historia en Valladolid y Barcelona, publicó en castellano algunos trabajos de carácter histórico y varios estudios literarios. En catalán publicó dos volúmenes de poesías con el título de Lo gayter del Llobregat, cuyos prólogos constituyen verdaderos manifiestos reivindicativos del catalán. Tuvo un papel muy destacado en la creación de los Juegos florales de Barcelona (1859).

[xxxvi] Nacido en Folgueroles el 17 de mayo de 1845, en una familia de campesinos con tradición ilustrada, estudió en el seminario de Vic desde 1856 hasta que se ordenó como sacerdote en 1860. Hasta Vic debían llegar en 1859 la desazón y las expectativas de la restauración de los Juegos Florales y la invitación de Víctor Balaguer que se dirigió a la juventud con la esperanza de encontrar un poeta que diera consistencia a una literatura renaciente ya que: «Tal volta entre vosaltres s’oculta lo Virgili de l’esdevenidor» —«‘Tal vez entre vosotros se oculta el Virgilio del futuro’»—, tal como afirmó en su discurso. Verdaguer era para entonces un joven seminarista que se adiestraba en los versos y la poesía, y fue a la sombra de los Juegos Florales, precisamente, que el estudiante creció y se proyectó como poeta. Sólo hay que recordar que en 1877, cuando el proceso culminó con la aparición de L’Atlàntida, además de ser recibida con singular entusiasmo en Cataluña, la obra gozó de una insólita proyección internacional y se tradujo a una docena de lenguas.

[xxxvii] Barcelona, 1823-Palma de Mallorca, 1894. Poeta español en lengua catalana. Adscrito al movimiento de la Renaixença, fue mantenedor de los Juegos Florales de Barcelona en 1859. Su obra poética, de orientación romántica, está reunida en Poesías (1892).

[xxxviii] Los Juegos Florales, también llamados Juegos de la Gaia Ciencia, son un certamen literario instituído en Tolosa de Languedoc (Toulouse, Francia) en el año 1324 por la Sobregaya Companhia dels Set Trobadors y que se celebró hasta 1484, al que concurrían también trovadores y poetas catalanes. Tras varias tentativas, en 1393, por deseo del rey Juan I, el Consistori de la Gaia Ciència se instauró en Barcelona hasta fines del siglo XV bajo el amparo de los monarcas catalano-aragoneses.

Los Juegos Florales de Barcelona volvieron a instaurarse en 1859 gracias a las iniciativas de Antoni de Bofarull y de Víctor Balaguer, con el lema Patria, Fides, Amor, en alusión a los motivos de los tres premios ordinarios: la Flor Natural o premio de honor, la Englantina de oro y la Viola de oro y plata, además de otros premios ordinarios. El ganador de tres premios ordinarios era investido con el título de Mestre en Gai Saber, todo ello siguiendo la tradición.

Si bien cuando se restablecieron fueron considerados  ya anacrónicos para la época, lo cierto es que casi todos sus detractores terminaron participando, siendo el centro y motor de la Renaixença literaria catalana, desfilando por ellos las principales figuras señeras del siglo XIX y principios del XX.

[xxxix] El carlismo. Es un movimiento sociopolítico de carácter antiliberal y contrarrevolucionario que apareció en España a comienzos del siglo XIX como rechazo a la implantación de una sociedad y un Estado liberal y que sobrevive aún. Ha tenido gran importancia en la historia contemporánea española. La palabra «carlismo» aparece a fines del reinado de Fernando VII pero el movimiento entronca con los diputados «serviles» de las Cortes de Cádiz y los realistas que en el Trienio Liberal (1820-1823) formaron partidas en el norte de España y un organismo político, la Regencia de Urgel (1822). En la Década Absolutista (1823-33) los realistas puros o ultras vieron mal las tímidas reformas económicas iniciadas por el rey y se sublevaron en Cataluña, los Malcontents o agraviados, 1827, surgiendo también los Voluntarios Realistas dispuestos a velar por la fe y el absolutismo.

Estos realistas exaltados o apostólicos se convirtieron en carlistas a causa del pleito desencadenado por la sucesión de Fernando VII.

[xl] Pugés, M., “Cómo triunfó el proteccionismo en España”, Barcelona, 1931, pp, 53-60.

[xli] Canovas del Castillo, “Problemas Contemporáneos, Madrid, 1889, tomo III, pp,s 441,446.

[xlii] Financiero experto, dirigía la Casa de Banca del Marqués de Remisa, y sus ideas económicas, expuestas en diversos periódicos, coincidían con las de los industriales catalanes. Su “Oda a la Patria”, inicia, para la mayoría de los historiadores, el renacimiento de la literatura catalana.

[xliii] Político español (Oviedo, 1801-1882). Protegido por su pariente, el conde de Toreno, pasó a la política liberal desde comienzos del reinado de Isabel II y se especializó en cuestiones financieras. Fue diputado desde 1837 y ministro de Hacienda en varios gobiernos del partido moderado: con Ofalia en 1837-38, con Narváez en 1844-46, con Istúriz en 1846-47, de nuevo con Narváez en 1848-49 y con Armero en 1857-58.

Por entonces, Mon se alió políticamente con su cuñado, el conservador Pedro José Pidal; juntos formaron el sector del moderantismo que apoyó la redacción de una nueva Constitución en 1845, más conservadora que la de 1837. Como ministro de Hacienda, también se encargó de paralizar la venta de bienes nacionales procedentes de la desamortización eclesiástica iniciada por Mendizábal.

Pero su principal realización fue la reforma tributaria de 1845, que racionalizó la Hacienda Pública refundiendo los múltiples impuestos del Antiguo Régimen en unas cuantas figuras adecuadas a los principios liberales, inspirándose en el modelo francés (si bien en una versión conservadora, atenta a no perjudicar los intereses de los grandes terratenientes); aquella reforma definió el sistema tributario español hasta 1978.

[xliv] Político inglés (Midhurst, Sussex, 1804 – Londres, 1865). Este empresario textil establecido en Manchester en la época álgida del triunfo de la «revolución industrial» inglesa, tuvo una formación autodidacta a base de viajar y leer libros de política y economía. Se inició en las luchas políticas locales, interviniendo en la política municipal de Manchester en los años treinta.

Desde 1838 se lanzó a una campaña más ambiciosa a escala nacional, fundando con Bright la Liga contra las Leyes de Granos, para pedir la derogación de dicha legislación proteccionista que favorecía a la aristocracia terrateniente y perjudicaba a los industriales y a la economía británica en su conjunto (como se habían ocupado de señalar, desde su aprobación en 1815, David Ricardo y los «clásicos» de la economía política).

Cobden, portavoz de la «escuela de Manchester», desplegó una actividad incesante como propagandista del librecambismo; desde 1841 fue diputado en la Cámara de los Comunes, lo que le llevó a abandonar la gestión de sus empresas, que entraron en declive. En 1846 consiguió la derogación de las Leyes de Granos por Peel; y en 1860 logró un nuevo éxito al negociar con Francia los términos del «Tratado Cobden-Chevalier», que abrió una era de predominio del librecambio en las relaciones comerciales de toda Europa.

En su viaje de propaganda por varias naciones, en 1847, visitó Cádiz, donde su estancia dio lugar a la formación de una sociedad cuyo órgano de prensa fue “El propagador del Librecambio. Blanch, A., “Prólogo a los Escritos Económicos, de Güell y Ferrer”, Barcelona, 1880, p. XV.

[xlv] (Calaf, 1816-Madrid, 1903) Economista y político español. Fundador de la Sociedad Libre de Economía Política, defendió activamente el librecambismo y la necesidad de transformar las estructuras políticas del régimen. Siendo ministro de Hacienda, realizó la reforma monetaria (1868) que estableció como base la peseta. La abolición del arancel (1869) provocó grandes tensiones, particularmente entre el régimen y los intereses de los industriales catalanes.

[xlvi] En la sesión inaugural, dijo Pastor: “No temáis ya a las hordas feroces de la selva: de las ciudades brotan los bárbaros de la civilización, que intentan imponer al mundo entero el feudalismo industrial.”

[xlvii] (Torredembarra, 1800-Barcelona, 1872) Economista e industrial español. Comerciante enriquecido en Cuba, creó en Barcelona la industria textil El Vapor (1840) y fue accionista del canal de Urgel y la Maquinista Terrestre y Marítima. Fundó el Instituto Industrial de Cataluña (1849) y el Fomento de la Producción Nacional (1869). Fue diputado por la Unión Liberal (1857-1858).

[xlviii] Pi y Margall, opinó que el resultado sería que las mismas mercancías vendrían ahora bajo otro pabellón. Moret le contestó con estas palabras: “No sé bajo que pabellón vendrán esas mercancías; lo cierto es que vendrán un veinte por ciento más baratas… con lo cual se formarán buques en los puertos españoles, que luego surcarán los mares con la grandiosa enseña de la libertad, en vez de gallardete de una protección ignominiosa”. 

[xlix] (Besalú, 1827-Barcelona, 1894) Economista y hombre de negocios español. Presidió (1870) el Fomento de la Producción Nacional (FPN), organismo proteccionista fundado por los industriales catalanes. Tras la Restauración, fue diputado a Cortes en diversas ocasiones.

[l] (Cádiz, 1838-Madrid, 1913) Político español. Colaboró en la redacción de la Constitución de 1869. Ministro de Ultramar en el gabinete presidido por Prim (1870) y de Hacienda en el primer Gobierno de Amadeo I (1871). Nombrado embajador en Londres, en 1875 regresó a España y fundó el Partido Democrático-monárquico, que en 1882 se fusionó en Izquierda Dinástica, siendo nombrado en 1883 ministro de la Gobernación. Desde 1885 formó parte del Partido Liberal, en el que colaboró con Sagasta como ministro de Estado (1885-1888), Gobernación (1888, 1901 y 1902), Fomento (1892), Estado (1892 y 1894) y Ultramar (1897-1898); en 1897, siendo ministro de Ultramar, decretó la autonomía de Cuba y Puerto Rico, en un vano intento de impedir la emancipación de ambas colonias. Tras la dimisión de Montero Ríos ocupó la presidencia del Gobierno (1905-1906). Durante este mandato hizo aprobar la Ley de Jurisdicciones, que satisfizo a los militares descontentos. De nuevo presidente del Gobierno en 1906 y 1909.

[li] José Echegaray y Eizaguirre. (Madrid, 1832 – 1916) Ingeniero, escritor y político español. Se graduó con el número uno de su promoción en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, en la que entró como profesor. Sus ideas políticas y económicas liberales le llevaron a participar en la Sociedad Libre de Economía Política en defensa de las ideas librecambistas. Tras la revolución democrática de 1868, en la que no había participado, contribuyó al afianzamiento del nuevo régimen ocupando diversos cargos políticos: fue diputado en las Cortes constituyentes, director general de Obras Públicas (1868-69), ministro de Fomento (1869-70 y 1872) y ministro de Hacienda (1872-73). Participó activamente con Ruiz Zorrilla en la fundación del Partido Radical.

Tras el hundimiento de la monarquía de Amadeo de Saboya (1873) apoyó el efímero régimen de la Primera República, a la que sirvió encargándose por dos veces del Ministerio de Hacienda (en 1873 y 1874). A él se deben medidas como la Ley de Bases de Ferrocarriles (1870) o el monopolio de emisión de billetes del Banco de España (1874).

Siguió fiel a sus ideales republicanos tras el pronunciamiento de Martínez Campos que restauró la Monarquía (1874). No obstante, participó como diputado en las Cortes monárquicas de 1876, a fin de poder defender su gestión de las críticas de los conservadores. Luego participó con Martos y Salmerón en la fundación del Partido Republicano Progresista (1880) y, finalmente, aceptó entrar en la política del régimen de la Restauración, formando parte del ala izquierda del Partido Liberal de Sagasta.

Fue en su época un hombre de inmenso prestigio, presidente del Ateneo de Madrid (1888), director de la Real Academia Española (1896), senador vitalicio (1900) y dos veces presidente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1894-96 y 1901-16).

[lii] (1845-1905) Político español, n. y m. en Madrid. Licenciado en derecho administrativo, perteneció al partido de Cánovas. Tras el golpe del general Pavía (3 enero 1874) fue subsecretario de Gobernación y ministro de Gobernación con Martínez Campos (1879). Con Cánovas desempeñó los ministerios de Gracia y Justicia (1884) y Gobernación (1890), período político que estuvo lleno de sus discrepancias con Romero Robledo y que dieron lugar a su dimisión al año siguiente. A raíz de la crisis de 1898, y adherido al regeneracionismo, formó gabinete con Dato, Polavieja, Durán y Bas y Villaverde (1898-1900). Sus reformas fiscales provocaron una fuerte oposición en el país, sobre todo entre las burguesías vasca y catalana, y a ésta vino a unirse la agitación obrera, todo lo cual determinó su dimisión. En 1902-03 formó otro gabinete con Maura, mandato en el cual se creó el Instituto de Reformas Sociales.

[liii] (Madrid, 1848- id., 1905) Político español. Diputado desde 1872 por el Partido Conservador de Cánovas, fue gobernador civil de Madrid (1884), y ministro de la Gobernación (1885), y de Gracia y Justicia (1890). Enfrentado a Cánovas, se unió a los miembros descontentos del Partido Conservador que lideraba Silvela. Se hizo cargo en dos ocasiones (1899 y 1902) del Ministerio de Hacienda, donde puso en orden las finanzas coloniales y sentó las bases de una nueva reforma tributaria. En 1903 y 1905 fue por breve tiempo presidente del Consejo de Ministros.

[liv] Compuesta de Diputados, Senadores, funcionarios y miembros de la Junta de Aranceles.

[lv] (Vic, 1863-Barcelona, 1918) Abogado y político español. En 1882 fundó en Vic LÁlmogàver y, en 1891, La Veu de Catalunya en Barcelona. Creó el Centre Escolar Catalanista, que sería la base de la derecha nacionalista catalana. Fue uno de los fundadores de la Lliga Regionalista de Catalunya. Aunque su precario estado de salud le alejaba del primer plano político, desempeñó diversos cargos locales, como el de concejal (1909-1910) y diputado provincial (1911-1913) por Barcelona y a Cortes por Vic (1914-1916). Fue autor de La primera victòria del catalanisme (1914).

[lvi] (1823-1901) Periodista y escritor español, n. en Torredembarra (Tarragona) y m. en Barcelona. Inició su carrera periodística como crítico teatral del Diario de Barcelona (1841); pero, interesado en la política, transformó este periódico en órgano del conservadurismo español. A partir de 1863 fue director de La Época de Madrid sin dejar por ello de colaborar en el Diario, cuya dirección asumió dos años más tarde. Católico ferviente, fue, sin quererlo, figura descollante en el palenque político de su época. Favorecido con la confianza de Pío IX, Alfonso XII y Cánovas del Castillo, se enfrentó a éste al defender los fueros de las Provincias Vascongadas y Navarra (1878). Con tal motivo escribió El oasis: viaje al país de los fueros. Otras obras suyas fueron El regionalismo y Cartas provinciales.

[lvii] Estelrich, J, “Catalanismo y Reforma hispánica, Barcelona ,1932, p. 44.

[lviii] Rovira y Virgili en “El Nacionalismo Catalan”, Cit . “Cambó”, Atard, J, Barcelona, Alpha, 1952, p. 112.

[lix] (Besançon, Francia, 1809-París, 1865) Teórico político socialista francés. Hijo de un humilde tabernero y de una campesina, fue primero pastor y más tarde corrector de imprenta. De formación autodidacta, destacó a temprana edad por su brillantez intelectual. A los veintinueve años le fue concedida una beca para estudiar en París, donde publicó su primer libro, Qué es la propiedad (Qu’est-ce que la propriété, 1840), donde desarrolló la teoría de que «la propiedad es un robo», en cuanto que es resultado de la explotación del trabajo de otros. Esta afirmación le costó la pérdida de su beca de estudios.

Poco después, fue procesado, y al fin absuelto, por la publicación de otro polémico libro, tras lo cual se trasladó a Lyon. Aquí escribió su obra más importante, Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria (Système des contradictions économiques ou Philosophie de la misère, 1846), en la cual se erige en portavoz de un socialismo libertario y declara que la sociedad ideal es aquella en la que el individuo tiene el control sobre los medios de producción. En este sentido, se opone al marxismo y el comunismo, ya que considera que en dichos sistemas el hombre pierde su libertad; el propio Marx replicó un año más tarde a las teorías de Proudhon en el libro titulado Miseria de la Filosofía.

En 1847 volvió a París, donde fundó un periódico, Le Répresentant du Peuple. Tras las revoluciones de 1848, fue elegido diputado en la Asamblea Constituyente, debido a la popularidad que habían adquirido sus radicales teorías. Como miembro de la Asamblea lanzó diversas propuestas revolucionarias, aunque sin éxito; una de sus iniciativas consistía en la fundación de un banco popular que concediera préstamos sin interés. También trató de fijar un impuesto sobre la propiedad privada. Publicó folletos donde matizó su anarquismo con la denominación de mutualismo, que promulgaba la unión, incluso financiera, de burgueses y obreros en una sola clase media.

[lx] (Vic, 1810- id., 1848) Filósofo español. Ingresó en el seminario de Vic (1817) y cursó filosofía y teología en Cervera (1826-1835; sacerdote desde 1834). Catedrático de matemáticas en Vic (1836-1840), se interesó por el movimiento intelectual francés (Lamennais, De Bonald, De Maistre). Se estableció en París para preparar la versión francesa de El protestantismo comparado con el catolicismo (1842) y, en Inglaterra, conoció los problemas socialista e irlandés.

Ya en Barcelona, dirigió la revista La Sociedad (1843), en la que abordó problemas económicos, sociales y religiosos (propugnó la protección de la industria y de la agricultura catalanas y las asociaciones obreras como instrumento para acuerdos sobre salarios y horas de trabajo; combatió la idea burguesa de que las reivindicaciones sociales eran asunto de orden público y el centralismo madrileño ante el incipiente nacionalismo catalán).

En 1844 marchó a Madrid para dirigir la revista El Pensamiento de la Nación, en la que desarrolló su ideario: monarquía, unidad de liberales y carlistas (promovió, aunque sin éxito, el matrimonio entre Isabel y el conde de Montemolín) y restablecimiento de las relaciones con la Santa Sede (tras intentar reparar las consecuencias de la amortización).

Viajó a Francia de nuevo (1845), donde leyó las novedades filosóficas y elaboró la Filosofía fundamental (1846), resumida en Filosofía elemental (1847); sin embargo, su primera obra filosófica fue El criterio (1843).

[lxi] (Vilafranca del Penedès, 1820-Barcelona, 1872) Pensador español. Estudió filosofía y derecho en Barcelona, de cuya universidad fue catedrático desde 1847. Representante de la filosofía catalana del sentido común, sus Lecciones de filosofía (1864-1868) fueron publicadas en 1920.

[lxii] (Barcelona, 1841- id., 1904) Abogado, periodista y político español. Fundó y dirigió el diario federalista El Estado Catalán (Barcelona, 1869-1873; Madrid, 1873) y el primer diario publicado en lengua catalana: Diari Català (1879-1881). En 1882 fundó el partido Centre Català. Participó en la redacción del Memorial de Greuges (Memorial de agravios) presentado a Alfonso XII en 1885. Entre sus obras más importantes destaca El catalanismo, 1886. En 1882, inició la fundación del Centre Catalán. Logró para él la adhesión de numerosos socios y se reconcilió temporalmente con los hombres de la Renaixensa. La circular de la Comisión organizadora decía que el Centre había de componerse de “catalanes de todas las ideas religiosas o políticas, formándose de todos los que se interesen por la regeneración de nuestro crácter y la majora de nuestra tierra, cualquiera que sea su condición social; resumiendo, en una palabra, todas las fuerzas vivas de Cataluña, y sin dependencia ni influencia de Madrid.

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