Análisis histórico de los nacionalismos periféricos en España. (V) Puntos de unión de los tres nacionalismos periféricos (b): el carlismo, la Iglesia y el proteccionismo/liberalismo económico. El frente Este. La segunda guerra Carlista: La sociología del carlismo catalán durante la guerra de los «matiners».

Cuando en 1846 el carlismo, fracasada y extinta la vía negociadora que habían abierto los intentos balmesianos de una reconciliación dinástica por la vía del frustrado matrimonio entre Luis Carlos de Montemolín e Isabel II, opta por un nuevo llamamiento a las armas, éste tendrá una muy desigual respuesta en los distintos territorios españoles. Tanto en Navarra como en las provincias vascas, auténtica patria del carlismo durante la guerra de los Siete Años, como en Galicia o Aragón, Andalucía, Extremadura o Castilla los alzados serán pocos y sus esfuerzos rápidamente neutralizados, en la mayoría de los casos, por la rápida respuesta gubernamental. Puede afirmarse que, en puridad, será Cataluña la única excepción a la norma. El único lugar donde el alzamiento cuaja y se consolida. La nueva patria del carlismo.

     La segunda guerra carlista es, por ende, un conflicto fundamentalmente catalán. Pero ¿por qué? No parecen existir razones ideológicas o religiosas que permitan establecer profundos distingos entre esta Región y las restantes zonas del estado español. Sí que es fácil, sin embargo, apreciar claras particularidades catalanas en otros aspectos. Por ejemplo el de la creciente presión demográfica. Según Josep Iglesies entre 1834 y 1860 la población catalana aumentó desde 1.041.222 habitantes hasta 1.637.842, un crecimiento claramente superior al del conjunto de España, en cuyo total pasó porcentualmente de representar el 8,56% al 10,67%.[i]Y mayor presión demográfica significa, invariablemente, incremento de las tensiones sociales si no lleva aparejado un crecimiento de recursos similar. No parece que fuera este el caso de Catalunya. En 1846-47 se produce en todo el orbe capitalista una crisis económica generalizada que, dentro de la Península Ibérica, incide especialmente sobre una Cataluña individualizada por el doble carácter de su economía (con unas incipientes transformaciones burguesas, pero con una estrecha dependencia de la agricultura tradicional). Esta crisis se verá además agravada por las malas cosechas de 1846, que provocaron la escasez de cereales y otros productos alimenticios básicos.

En algunas comarcas de la Cataluña prepirenáica y pirenáica la carestía de productos alimenticios esenciales resulta además agravada por el deterioro de las estructuras económicas agrarias provocado por la anterior contienda (Primera guerra carlista) que de forma intermitente y larvada había venido manteniéndose tras Vergara, entre 1840 y 1846. Esta situación llevará, por ejemplo, en el Solsonés a una situación de suma indigencia a numerosas familias, lo que provocará que en mayo de 1847 el capitán general de Catalunya, Manuel Pavía, preocupado por que el hambre pueda empujar a algunos ciudadanos a buscar la soldada en las filas carlistas, intentará paliarla, al menos parcialmente, a costa de su propio bolsillo al hacer entrega al obispo de la diócesis de Solsona de una donación de una suma de 4.000 reales, específicamente destinada a ayudar a los elementos más necesitados a causa de la hambruna[ii].    

La crisis fabril aparece, por otro lado, claramente descrita en los diversos trabajos de investigación de carácter económico y de alcance local realizados en municipios eminentemente industriales, como es el caso de Sallent, estudiado por Ferrán Sánchez i Agustí.[iii] A tenor del mismo, en la citada localidad del Llobregat, a pesar de que entre 1840 y 1850 la actividad industrial fue vigorosa, no faltan las quejas empresariales ante la disminución de la demanda, agravada por el incremento del contrabando: «Se verán precisados los fabricantes a cerrar sus fábricas (…) dicha paralización procede del mucho contrabando y de las medidas librecambistas gubernamentales (…/…) y lo que es aún más sensible que tantas familias que trabajan en esta industria que no les es fácil ocuparse en otro oficio por haberse dedicado exclusivamente toda su vida a aquella, quedarán sin un bocados de pan y por consiguiente a una suma miseria pudiendo aquí seguirse fatales resultados», entre los que expresamente se menciona que la juventud en paro se pase a los matiners. Según el estudio de Sánchez i Agustí , en fin, el año 1847 resulta en Sallent especialmente apocalíptico al coincidir la mencionada crisis del textil con los efectos de la epidemia de gripe que ocasionó 68 defunciones, sobre un censo de 2654 almas.  

En Cataluña en su conjunto, sobre crisis y presión demográfica inciden, a su vez, otros factores relacionados con el proceso de transición desde una economía de antiguo régimen a otra de carácter capitalista, o con la definición, a través del Código Civil realizado entre 1843 y 1851 bajo la inspiración de Francisco García Goyena, de un modelo de estado liberal español más centralizado que perjudica instituciones del derecho catalán como son la Legítima, la Enfiteusis y la » Rabassa Morta». En este contexto jurídico se verifican las reformas financieras de Mon y Santillán, que implican la implantación de un nuevo sistema fiscal probablemente bastante más gravoso para el pequeño y mediano campesinado de Cataluña.          

Una de las más significativas reformas que el nuevo modelo de estado burgués conlleva es la introducción en Cataluña del sistema de quintas que había de generar un lógico rechazo agravado además por el hecho de privar a las economías domésticas de una fuerza de trabajo imprescindible en estos momentos especialmente críticos.

Si en este contexto que hemos descrito, un movimiento político lograra convertirse en expresión de la resistencia a la transición, dando además a esta resistencia un carácter violento, sería fácil explicarse que a través de él pudiera canalizarse un descontento más social que político.      

Considerando que el carlismo había operado, tras la abdicación del pretendiente y el acceso a su cúpula de Luis Carlos de Montemolín un radical giro ideológico, o cuando menos estratégico, que podría resumirse en la postergación de los sectores más ultramontanos y en el triunfo de elementos más populistas, tal vez deberíamos preguntarnos en qué medida el alzamiento de 1846 no es, en el caso del espacio rural catalán, antes que nada, un verdadero movimiento social, una forma de reacción popular frente a un proceso de transición traumático y percibido como una clara agresión.

Pero contestar a tales cuestiones pasa, necesariamente, por un análisis sociológico del carlismo catalán en la década de los cuarenta del siglo XIX; un análisis que lejos de limitarse al carlismo dirigente se acerque a las bases de este movimiento. Realmente interesante sería, así mismo, acceder al estudio del otro carlismo, del no combatiente, del estrictamente social, que prestaba a los matiners un imprescindible apoyo económico y también moral. Pero tal cual es el estado de nuestros conocimientos en el presente, quiero en este artículo limitarme a analizar a los luchadores carlistas, o al menos a aquellas personas que por haber sido represaliadas políticamente desde el bando gubernamental, constan de un modo u otro como tales, y me propongo a hacerlo mediante el estudio de los integrantes de la agrupación de combate característica de esta segunda guerra: las partidas.

Las partidas 
No fue la de los matiners una guerra entre grandes ejércitos, como lo había sido el anterior conflicto carlista. El eco relativamente escaso del llamamiento a las armas obligó al carlismo a adoptar la táctica de la lucha de guerrillas, eludiendo los enfrentamientos a campo abierto con unas fuerzas gubernamentales siempre muy superiores en número y armamento. El instrumento de tal planteamiento táctico, al igual que durante la guerra del francés o el levantamiento de los «malcontents» fueron las partidas; estas unidades cuyo número de integrantes era siempre reducido, actuaban bajo la dirección de un cabecilla caracterizado por un alto grado de autonomía en sus decisiones respecto al mando central, al que no siempre acataba. Se componían de combatientes naturales del país y, más concretamente, de la zona geográfica en que operaban, lo que les otorgaba la indudable ventaja del conocimiento del terreno y, presumiblemente, el apoyo de las poblaciones locales que les liberaba de las preocupaciones relacionadas con la intendencia e incrementaba su eficacia.
Aparecieron por toda Cataluña a raíz del alzamiento de otoño de 1846, aunque algunas existían ya con anterioridad, bien por haber mantenido izada la bandera de «la causa» tras Vergara, bien por provenir de bandas de salteadores que entre las dos guerras hallaron en el bandolerismo una forma eficaz de capear la crisis económica y las dificultades de reinserción social y laboral post-bélica. Del estudio de sus jefes, pero sobre todo del de sus integrantes, intentaremos extraer elementos susceptibles de explicar qué les movía a combatir, de donde procedían social y geográficamente hablando, cómo influyeron, en fin, fenómenos tales como la crisis o las quintas en su decisión de tomar las armas. El autor intenta, en resumidas cuentas, saber si puede considerarse el alzamiento «matiner» en Cataluña, por su volumen y por sus causas un movimiento social de reacción frente a una transición forzada y traumática.      

Los «cabecillas»      
     Al frente de las partidas cabría distinguir entre dos tipos de jefes. Por una parte, los líderes de aquellas formaciones que, por motivos ideológicos o económicos se habían mantenido con las armas en la mano durante el periodo entre ambas guerras. Por otra, los viejos combatientes que manteniéndose leales a la causa de D. Carlos, optaron tras el Convenio de Vergara por el exilio francés y que ahora regresan, con grados militares diversos, al frente de partidas embrionariamente estructuradas tras los Pirineos y reforzadas, una vez en territorio catalán, con nuevos efectivos.      

Entre los primeros, además de numerosos jefecillos de bandas de «salteadores de caminos», que hubieron de ser dificultosamente reducidos a obediencia e incluso a veces, represaliados por los comandantes en jefe carlistas, cabe destacar a los Tristanys, comenzando por Mosen Benet, cuya partida, alzada en el Solsonés en 1838 nunca desapareció por completo, enlazando con 1846. Sus sobrinos, que habían combatido a su lado como capitanes, tomaron el relevo tras su muerte, manteniendo viva la lucha en aquella comarca hasta bastante después de concluida esta segunda guerra. Otro lugarteniente de Mosen Benet que formaría después partida propia es «El Guerxo de la Ratera».        

En muchos de estos casos -aunque no desde luego en el de los Tristanys- el bandolerismo como medio de repuesta a la crisis, aparece detrás de la negativa a dejar las armas de unos jefes de partidas que, naturales de las comarcas donde operaban, encontrarían fuertes dificultades de reinserción laboral una vez concluida la guerra.         

La relación de los segundos -o sea, de los jefes venidos del exilio- sería numerosa, comenzando por el propio Ramón Cabrera, que se había hecho prácticamente inexpugnable en el Maestrazgo a fines de la anterior contienda, o por Borges cuya fidelidad a las ideas legitimistas le llevaría no solo a participar en la dos guerras carlistas sino a defender también el «viejo orden», después de finalizadas estas, sobre el suelo italiano, donde fue a morir defendiendo Nápoles frente a los Camisas Rojas de Garibaldi. También habían tenido mando en tropa durante la contienda de los Siete Años Castells y Torres de Sanahuja, su segundo, que ya se habían significado como defensores de la monarquía tradicional y de «el rey solo» en el conflicto de 1822 contra el trienio y en el levantamiento de los «malcontents», en 1827.    

En todos estos casos «la firme adhesión a los conflictos tradicionales», el odio al liberalismo, «la lealtad a la causa de D.Carlos», parecen ser el motor principal que empuja a estos líderes al combate. De origen mayoritariamente catalán, sabrán conectar a la perfección con los hombres que nutrirán sus partidas, a las que aportan su indiscutible carisma y su experiencia militar y organizativa.

El contingente humano de las partidas  
Lo que podríamos denominar como «lealtad a la causa» hizo empuñar las armas a alguno de los excombatientes de la Primera Guerra. Se habían negado a aceptar las relativamente generosas condiciones impuestas por los vencedores en 1839, optando por el exilio. Ahora, cuando aquel a quien consideraban su «rey legítimo» les requería, se aprestaban a responderle y entraban en España, generalmente como jefes de partida.

Pero este concepto de fidelidad que mueve a los cabecillas no resulta de recibo para los contingentes de tropa de las partidas, para los «matiners». No era, ni mucho menos, el exilio carlista tan numeroso como lo serán los combatientes de la Segunda Guerra en Cataluña, algunos de los cuales, como más adelante veremos al estudiar sus edades, eran prácticamente niños en la década previa y mal pudieron por tanto, haber nutrido entonces las filas que defendieron los supuestos derechos al trono de D.Carlos María Isidro.  
Pero ¿cuántos eran los «matiners»? ¿Cómo distribuían sus efectivos? Solo sabiéndolo podremos analizar en qué medida fue marginal o general el fenómeno de «echarse al monte» tras el llamamiento de 1846.       
Aunque no existen relaciones totalmente fiables al respecto, dos autores, Pírala[iv] y Camps Giró,[v] han realizado estudios de los efectivos de las partidas procedentes de los informes dados sobre las mismas por las autoridades isabelinas. Ambos estudios, alejados en el tiempo, difieren entre sí y parecen responder a la situación a lo largo de 1847. 

     A. Pirala, a mediados de siglo (1853-56) intentó en su obra «Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista«, un primer recuento de los efectivos «matiners» y de su distribución por partidas. Es el siguiente:

 PARTIDAS EFECTIVOS PARTIDAS EFECTIVOS
 Vilella 300 Estartus 150
 «Boquica» 260 Guerxo de la Ratera 120
 Hermanos Tristany 250 Antón de la Puda 90
 Marcelí Gonfaus, «Marçal» 250 Pau Mañe 70
 Bozo 230 Estallade 70
 Castells 300 Llucifer 60
 Borges 200 Carrofa 50
 Clenchu 200 Blanco, «El Comediant» 40
 Torres 190 Cabet de Seros 40
 Caletrus 190 Jubany 40
 Griset de la Cabra 180 Altamira 40
 Cendros 180 Poca Roba 40
 Cor de Roure 160 Galart 30
 «Currutaco» 160 Pío 20


     La suma de estas cifras del censo de Pirala nos daría unos efectivos totales de 3950 matiners.  
     El de Camps Giró, realizado con algo más de un siglo de posterioridad y mediante métodos más fiables de investigación, aparece como sigue en «La guerra dels matiners i el catalanisme polític” :

JEFES DE PARTIDAEFECTIVOS APROXIMADOS
Ramón Vilella
 Joan Griset
 Currutaco

 De 300 a 320 matiners

Estartus
 Climent Brau
 José Puig «Boquica»
 Climent  Marçal
  Josep Juvany
 Isidre de Marata
 Ramón Arbucias
En torno a los 200 matiners
Bartomeu Posas
 Josep Pou, «Bou o Pep Milisera»
 Josep Borjas «Borgetes»
 L´Estudiant de Grau
150 matiners
Miquel Vila, «Caletrus»
 Masdefiol, «Anton de la Puda»
 Sellares
 Josep Martí, «L´Hereu Lladre»
De 120 a 140
Torres de L´Espluga de Francolí
 Ferrer i Tabertet
 Pau Mañé
 Puiggugut
 Mirats de Santa Olna
De 80 a 100
Joan Castells, «Gravat de L´Ase»
 Josep Sucarrats, «Corda Ronse»
 Manuel Musell de L´Hostal Nou
  Jaume Monserrat
Menos de 80


     Este censo supone el hallazgo de unos efectivos superiores en un 25% a los aportados por Pírala. Ninguno de los dos autores tiene en cuenta a la partida de Mosén Benet Tristany -cuyos efectivos máximos rondaron los 300 hombres- ya extinta, como tal, en 1847, pero que continúa activa bajo la dirección de su sobrino, Rafael Tristany. Tampoco aparece la facción de Ros d´Eroles, que supera los 150 guerrilleros, en tanto que otras, como la de «Guerxo de la Ratera» aparecen con unos efectivos claramente estimados a la baja al complementarlos con otras fuentes.[vi]       

Cotejando ambos censos, así como datos de otras procedencias,[vii] se podría elaborar una aproximación al número de combatientes montemolinistas en Cataluña en 1847 y los primeros meses del siguiente año:

18 grandes partidas, con un promedio de 220 guerrilleros.  
12 partidas de tamaño medio, con un promedio de 150 guerrilleros.         
22 pequeñas partidas, con un promedio de 60 guerrilleros. 
Esto supondría unos efectivos totales bastante mayores que los censados por Pírala o Camps Giró, que se aproximarían a los 7000 hombres aún antes del incremento producido con la llegada de Cabrera.[viii] Claro que tal relación se refiere a un periodo relativamente extenso, a lo largo del cual se produjeron bajas, defecciones y altas. Nunca habría, por tanto, antes de junio de 1848, 7000 «matiners» combatiendo, pero el número total de los que alguna vez engrosaron las partidas bien podría aproximarse a éste. En cualquier caso, los altibajos en el nº de efectivos no resultaron excesivamente significativos.      
La entrada de Ramón Cabrera en Cataluña, a principios del verano del 48, provocó, tal como decíamos más arriba, una ola de nuevas adhesiones al bando «matiner», que según un informe de Capitanía General de Barcelona llegaría a alcanzar entonces unos efectivos cercanos a los 10000 hombres.      

La procedencia geográfica de los «matiners»   
Tal y como ya demostró Camps Giró, los combatientes de la Segunda Guerra carlista fueron sobre todo catalanes, puesto que solo en Cataluña el llamamiento a las armas de Luis Carlos de Montemolín adquirió características de conflagración generalizada. No obstante, también hubo combatientes de otras partes del estado español entre 1846 y 1849. Evaluar porcentualmente el origen geográfico de los guerrilleros carlistas nos permitirá saber la importancia del caso catalán en el conflicto general de un modo más preciso.

Cuando en 1849, liquidada la guerra, el gobierno del partido moderado concede una amplia amnistía política a través del Decreto de Aranjuez del 8 de junio, la autoridades consulares españolas en Francia redactarán listas de acogidos que se avienen a realizar el preceptivo juramento de fidelidad a la reina Isabel II. En estas listas se especifican los lugares del territorio español donde los amnistiados pretenden establecer su residencia; considerando elevada la probabilidad de que tal lugar de destino coincida con aquel en que residían antes de exiliarse, el estudio de estas listas nos permitiría proceder al análisis arriba propuesto.          
Tanto Camps Giró[ix] como Josep Carles Clemente,[x] han estudiado las listas de amnistiados correspondientes al Registro de Perpiñán (Registro de 46 páginas, legajo M-1897: «Espagnols réfugies rentrant dans leur patrie par suite de L´Amnistie du 8 de Juin 1849»). El censo alcanza un total de 1496 amnistiados, entre los que la procedencia política carlista es abrumadoramente mayoritaria:

 Carlistas 1396 (es decir,el 95%)
 Progresistas y republicanos 22
 Otras procedencias 51


El lugar en el que estos amnistiados pretenden establecer su residencia nos habla claramente de que la de los «matiners» ha sido, fundamentalmente, una guerra catalana, pues catalanes son, en efecto, el 86,5% de los mismos y el 94,72% de los que se declaran carlistas (1204). Aunque en ello influya el hecho de provenir estas listas de un registro francés cercano a la frontera con Cataluña, como es el de Perpiñán, las cifras no dejan de ser elocuentes.      

Se han completado estos estudios con el del legajo 8.128 de la Sección de Estado del Archivo Histórico Nacional, que recoge los datos referentes a otros 339 exiliados carlistas, procedentes de los consulados españoles en Bayona y Perpiñán, con mención, en este caso, de sus localidades natales, lo que nos permite completar con datos más diversos, y también más seguros, la distribución geográfica de muchos de los combatientes carlistas de la segunda guerra. A saber:

 REGION NÚMERO PORCENTAJE
 Cataluña 162 45%
 Navarra 37 11%
 Aragón 33 9,5%
 Madrid 33 9,5%
 País Vasco 20 6%
 Castilla y León 19 5,5%
 Castilla-La Mancha 9 2,5%
 Andalucía 7 2%
 Valencia 7 2%
 Rioja 4 1%
 Baleares 3 0,8%
 Cantabria 3 0,8%
 Galicia 1 0,2%
 Extremadura  10,2%


Si confrontamos esta distribución con la que, procedente del registro de Perpiñán han estudiado Giró y Clemente, vemos que en ella desaparece la práctica unanimidad de la presencia catalana para mostrar también la incorporación al fenómeno de otras zonas como Aragón y Navarra. De todos modos los carlistas catalanes siguen representando casi la mitad del total de amnistiados, lo que refuerza la visión de una contienda carlista centrada fundamentalmente en Cataluña. 

Dentro del ámbito catalán podemos desglosar, a su vez, la siguiente distribución comarcal:

 COMARCA NÚMERO COMARCA NÚMERO COMARCA NÚMERO COMARCA NÚMERO
 Barcelonés 26 Segrià 4 Conca de Barberà 3 Vall d´Aràn 1 
 Noguera 14 Urgell 4 Montsià 3 Alt Camp 1 
 Bergadà 10 Cerdanya 4 Vallés Occidental; 3 Baix Camp 1 
 Osona 7 Baix Cinca 4 Baix Ebre 2 Alta Ribagorça 1 
 Gironés 7 Pla d´Urgell 3 Vallés Oriental 2 Terra Alta 1 
 Garrotxa 7 Solsonés 3 Llitera 2 Priorat 1 
 Bages 5 Pallars Sobirà 3 Pla de l´Estany 2 Segarra 1 
 Alt Empordà 5 Ripollés 3 Garrigas 2 Pallars Jussà 1 
 La Selva 4 Baix Empordà 3 Maresme 2 

En suma, si dejamos a parte el Barcelonés que por ser la zona más intensamente poblada es también la más representada, encontramos una distribución bastante homogénea en la que la práctica totalidad de las comarcas catalanas aportan combatientes al carlismo, pero eso si, con una especial incidencia del fenómeno en algunas zonas como el Bergadà, Osona, el Gironés, la Garrotxa y, sobre todo, la Noguera. Sería interesante comprobar, mediante estudios económicos a escala comarcal si la incidencia de la crisis de 1846 fue mayor en estas comarcas que en el resto de Cataluña, o si las consecuencias de la transición hacia una sociedad capitalista resultaron aquí más violentas. Se trata de saber si las zonas que nutrieron de combatientes las filas del de Montemolín eran, realmente, las más pobres de Cataluña o bien, como afirma Josep Fontana, las más empobrecidas por crisis y transformaciones burguesas.  

En cualquier caso, el hecho de que aparezcan guerrilleros «matiners» de la práctica totalidad de las comarcas catalanas parece cuestionar la existencia de una relación directa entre zonas rurales especialmente deprimidas y militancia carlista. La incidencia de crisis y transición habrá de rastrearse en la procedencia laboral y, por ende, social de los miembros de las partidas. Geográficamente, Cataluña en su totalidad y no algunas de sus comarcas en concreto, se nos presenta como la patria del carlismo en esta segunda guerra.    

El origen laboral y social de los «matiners»       
     En tanto carezcamos de detallados estudios sobre la incidencia de la crisis en las comarcas catalanas de mayor presencia «matiner», habrá que recurrir a otro tipo de métodos para evaluar en qué medida la propia coyuntura económica y las reacciones frente a los desequilibrios ocasionados por la transición burguesa contribuyen directamente a engrosar las filas de las partidas carlistas.     

La metodología que aquí propongo es un análisis de la procedencia laboral y, por tanto, social de estos «matiners» para a partir del mismo comprobar si los oficios reflejados con preferencia son también los supuestamente más afectados por la desintegración de las relaciones de producción características del Antiguo Régimen o los más agredidos por las crisis agrícola y fabril.          

El principal problema procede de que son, lamentablemente, muy escasos los documentos donde datos como la ocupación laboral aparecen reseñados, y por tanto el estudio de los mismos ha de ser tomado con las precauciones propias del menguado volumen de la marca estadística resultante. 

Para la comarca de La Noguera contamos con uno de estos infrecuentes documentos; se trata de una relación de 29 vecinos presuntamente incorporados a las filas del pretendiente, de los cuales se cita nombre, edad y oficio.[xi] De su lectura extraemos las siguientes procedencias:

 Labradores 14
 Jornaleros 4
 Pequeños artesanos 8 (cinco de los cuales son, concretamente, alpargateros)
 Escribano 1 con el grado de oficial
 Músico 1
 «quinto desertor» 1


De una rápida lectura podemos deducir el claro predominio agrícola (labradores y jornaleros) de los carlistas de esta comarca, si bien no debemos tampoco dejar de tener en cuenta la presencia de ocho pequeños artesanos, cuya decisión probablemente parte de motivaciones distintas a las de los primeros.     

Pocos años después, en octubre de 1855, y a raíz de un nuevo levantamiento matiner, más localizado en las comarcas de la Cataluña prepirenáica, y conocido como «guerra de los Tristanys», el ayuntamiento de Balaguer informa al gobierno superior político de Lleida sobre los vecinos del municipio que han tomado parte en las partidas carlistas; la similitud con los datos de 1849 es palpable, lo que viene a incidir en las características arriba reseñadas:

 Labradores y jornaleros 17 Escribanos 1
 Artesanos 8 Músicos 1
 Estudiantes 1 Sin profesión alguna 2


Otra comarca que cuenta para esta época con un censo de características similares es la del Solsonés.[xii] En este caso la distribución es la siguiente:

 Jornaleros 14 Labradores 4
 Artesanos 8 Estudiantes 2
 Pastores 5 Cedaceros 1


     Las similitudes con la distribución comarcal de La Noguera son obvias. Predominio agrícola y, dentro de este sector, de la mano de obra no propietaria (integrada por jornaleros y pastores). También, como en La Noguera, es significativa la marca de artesanos (9 en total) y tan apenas apreciable la presencia de sectores acomodados: dos estudiantes que, con toda probabilidad, son seminaristas.           

El Baix Cinca, una comarca ya aragonesa, pero de evidentes concomitancias económicas y culturales con la Cataluña Ponent, nos aporta igualmente los datos de dedicación laboral de una serie de vecinos de Fraga detenidos en 1845, pocos meses antes del inicio del conflicto matiner, por participar en un motín de signo carlista en el que se entonaron diversos himnos y se dieron vivas a D.Carlos.[xiii] De un total de 37 personas mencionadas la distribución es la siguiente:

 Jornaleros 17 Agricultores 4
 Alpargateros 9 Sogueros 1
 Pastores 5 Seminarista 1


Tales ocupaciones coincidentes en los esencial (predominio agrario y pequeño artesanal, con especial presencia de los alpargateros) con las de La Noguera y el Solsonés sin embargo contrastan, reflejando la diferente especialización económica zonal, con las aparecidas en otra relación de huidos de las quintas cuyas familias han sido encarceladas en represalia por su ingreso en el bando «matiner». Realizada en Manresa, en agosto de 1847, ha sido ya publicada por Ferran Sanchez i Agustí, y de ella extraemos las siguientes procedencias laborales:[xiv]

 Trabajadores del textil 17
 Parados 9
 Trabajadores de la construcción 2


En este caso, y aún a falta de saber cual había sido en su día el oficio de estos nueve parados mencionados, el predominio de la incidencia de la crisis fabril parece más que evidente entre los carlistas del entorno manresano.

Contamos, además, con otras relaciones tan poco numerosas como las citadas previamente, pero útiles para completar nuestra visión. En los documentos de refugiados acogidos a la amnistía de 1849 del consulado español de Perpiñán se menciona, aunque de forma muy excepcional, el oficio:

 Tejedores 26 Sastre 1
 Fajeros 13 Estudiante 1
 Pelaires 9 Papelero 1
 Calceteros 6 Contable 1
 Molineros 4 Peón de la construcción 1
 Carpinteros 2 Albañil 1
 Tintoreros 1 Ladrillero 1
 Panaderos 1 Vagabundos 1
 Cordeleros 1


Tenemos, así mismo, el caso de seis jóvenes, cuatro de Sallent y dos de Balsareny sobre los cuales el ayuntamiento de aquella primera localidad informa de este modo el 27 de julio de 1847: «Son trabajadores del algodón, y como este ramo está totalmente paralizado, tuvieron sus amos que despedirles (siendo esta) la causa de haber desaparecido del pueblo y enrolarse, tal vez, en las filas rebeldes”.[xv] 

También de la localidad de Sallent procede la siguiente relación de jóvenes, que habiendo perdido sus medios de subsistencia a causa de la crisis económica se han acogido a las filas carlistas. Se trata de 27 trabajadores en situación de desempleo (17 de ellos solteros y 10 casados). En 19 casos se especifica el oficio que previamente ejercían. El predominio del sector textil algodonero resulta aquí incontestable:

 Tejedores de algodón 18
 Peón de la construcción 1
 Sin expresar oficio 8


Finalmente, en una relación de jóvenes huidos de Cervera en agosto de 1847 para unirse a las filas rebeldes (quintos desertores según el oficio municipal en que aparecen reseñados) se nos mencionan los oficios siguientes:[xvi]

 Labradores 2 Albañil 1
 Sogueros 2 Cerrajero 1


Si, aunque resulte audaz a causa de referirse a comarcas de diferente especialización económica, aunamos todas estas relaciones, prescindiendo de su diferente origen geográfico, podemos intentar un análisis de conjunto de las mismas. Actuamos ahora sobre una lista de 288 individuos cuyas profesiones serían las siguientes:

 Artesanado tradicional 77 Pastores 10
Obreros fabriles (textil) 92 Obreros de la construcción 7
 Parados 11 Molineros 4
Labradores 33 Profesiones liberales, estudiantes 8
Jornaleros 43 Músicos, vagabundos; 3


Con estos datos podemos elaborar el siguiente gráfico sectorial para el conjunto de comarcas catalanas:

El primer elemento reseñable es la casi nula representación de las clases medias y altas, que se reducen a tres escribanos y otros tantos estudiantes. También apreciamos la significativa ausencia de miembros del clero regular o secular, lo que parece alejar entre las causas de militancia «matiner» a concepciones ideológicas, de carácter religioso o de defensa de viejos privilegios. La mayoría abrumadora de «matiners» cuyo oficio conocimos pertenecen a las clases trabajadoras y populares en general, las más expuestas ante la coyuntura de crisis, las más indefensas frente a las transformaciones realizadas por la burguesía.

Tres son los sectores especialmente representados. Primeramente, con nada menos que 92 individuos (el 35% del total), aparecen los obreros del sector textil, a lo que tal vez tendríamos que añadir los parados. ¿Estamos ante el espectro de la crisis económica generalizada de 1846-47? Sin duda que las partidas suponían un modo de vida alternativo para aquellos obreros que perdían sus empleos, para aquellos a los que unos salarios estancados frente a la vertiginosa tendencia alcista de los precios, no les permitían la satisfacción ni de las necesidades más perentorias. En segundo lugar y con una significativa marca de 77 individuos (el 26,7% del total), el de un artesanado tradicional en descomposición, incapaz a buen seguro de competir con la producción manufacturera en alza. Estamos quizás tras la pista de una concepción de movimiento «matiner» como una reacción violenta, desesperada frente a la transición del modelo económico.

Por último 86 campesinos -pues hemos incluido aquí tanto a labradores como jornaleros y pastores- (representan el 29,8%). Cifra considerable, aunque menos voluminosa de lo que a tenor de la importancia de la agricultura en el reparto sectorial del momento (50% del total de la población activa española según los trabajos del profesor Asín Remirez de Esparza) se pudiera esperar. Tras ellos está, la crisis de subsistencias crónica frente a una demografía creciente. Un espacio rural que expulsa hacia las facciones de la guerrilla, o también hacia el bandolerismo, a jornaleros en paro y a pequeños labradores incapaces de hacer frente al incremento de la presión fiscal, a las condiciones de los nuevos contratos.  

En resumidas cuentas, desarticulación de la sociedad rural tradicional ante las transformaciones burguesas. Incidencia de una crisis económica de carácter capitalista. Ambos elementos que en el análisis estadístico arriba realizado aparecen como causas motrices de la adscripción «matiner» se nos delinean con mayor claridad, de forma independiente, si intentamos agrupar los datos de que disponemos en dos grandes regiones; por una lado la Cataluña industrializada de Manresa o el Llobregat; por otro la Cataluña del interior y la montaña, las Terras de Lleida o del Pirineo. Tal ejercicio es posible solo en la medida en que existen relaciones en las que además del oficio se nos cita la comarca de procedencia del combatiente carlista. La ausencia de este último dato nos obliga a excluir de este nuevo análisis a los 71 amnistiados recogidos en el Registro de Perpiñán. Con los restantes elaboramos los siguientes cuadros: a)Comarcas caracterizadas por el predominio de una economía tradicional(datos procedentes de La Noguera, Baix Cinca, Solsonés y La Segarra).

Artesanado tradicional 38 Escribanos,estudiantes 6
 Jornaleros 43Trabajadores de la construcción 1
 Labradores 33 Músicos,vagabundos 1
Pastores 10 Sin oficio alguno 2


     Lo que nos da el siguiente gráfico de reparto porcentual:


     La crisis agrícola, la expulsión del campo de los elementos más desfavorecidos merced al proceso de apropiación capitalista, incremento de la presión fiscal rústica y descomposición de la sociedad tradicional aparecen en la Cataluña interior, no industrializada, como factores fundamentales que impelen a la adscripción «matiner», como se expresa a través del neto predominio en sus filas de campesinos (que entre jornaleros, labradores y pastores suponen el 65% del total, porcentaje, ahora sí, superior al de población agrícola en el reparto sectorial de población activa en Cataluña) y de artesanos (que representan alrededor de un 30%).


Comarcas de la Cataluña industrial o en proceso de industrialización (datos procedentes de Sallent, Manresa y Balsareny).

 Trabajadores del textil 66
 Parados 9
 Trabajadores de la construcción 6

Datos con los que elaboramos un gráfico sectorial de características bien distintas al que describíamos más arriba:                    

                                                                           


En este cuadro la incidencia de la crisis industrial y muy en particular la del colapso del sector textil algodonero (aunque éste pueda repercutir de manera indirecta en otros sectores como el de la construcción, que también está representado) resulta innegable. Unos miserables salarios frente a unos precios en alza y lo que aún es más grave, el desempleo, la pérdida de puestos de trabajo provocada por el cierre de no pocos talleres y la reducción de plantilla de otros, parecen ser la causa que empuja hacia las filas carlistas a los más desfavorecidos de una Cataluña en proceso de modernización.

La percepción de que la guerra de los «matiners» era, en buena medida, alimentada por la crisis económica, no escapó totalmente a las propias autoridades del moderantismo. Pavía, tal vez el único capitán general de Cataluña durante esta década que contempló el problema del carlismo desde una perspectiva no exclusivamente militar, propuso a Bravo Murillo, ministro de Fomento, con fecha de 8 de febrero de 1848, la construcción de una red de carreteras que, financiada por la Diputación de Barcelona mediante arbitrios extraordinarios sobre la importación de diversos artículos tendría como misión no solo facilitar los desplazamientos del ejército regular, sino también dar trabajo a los numerosos parados, apartándoles así de la tentación de acudir a engrosar las partidas de «matiners».    

Fruto de esta convicción nacería la Junta Central de Carreteras de Cataluña que impulsó de forma decisiva la red de caminos vecinales y carreteras en el país (construyéndose más kilómetros de vías de comunicación en la década 1846-56 que en todo el resto del siglo XIX), cuyas obras absorbieron en buena medida un paro que de otra forma hubiera nutrido, a buen seguro, las filas carlistas. Tan solo, por ejemplo, en la carretera Lleida-Tarragona se emplearon a más de 800 peones.       

Tal esfuerzo se vio, sin lugar a dudas, favorecido por la creación prácticamente simultánea, el mismo año 1848, del Ministerio de Fomento, fruto del traspaso de competencias de las subdirecciones generales de Obras Públicas e Instrucción Pública, circunscritas hasta ese momento al Ministerio de Gobernación.          

     La incidencia en la cuestión de las quintas 
La extensión a Cataluña del sistema de quintas por parte de la política centralista del partido moderado parece estar, indiscutiblemente, entre los elementos que contribuyeron a alimentar de combatientes las partidas de «matiners». A la catástrofe doméstica que implica el tener que prescindir, en tiempos de tal marasmo económico, de mano de obra joven, se unía el natural rechazo de los mozos a ser alejados de su tierra. Ejército por ejército el de D.Carlos Luis resultaba menos riguroso y más cercano, y dejaba abierta la posibilidad de que los miembros de las partidas regresaran a sus casas en los meses de más intensas faenas agrícolas, para colaborar en la siembra o en la cosecha, tal y como aparece documentado para el caso de la comarca del Solsonés.[xvii]

Inmediatamente antes de comenzar el conflicto objeto de este estudio (a lo largo de 1845) el Gobierno Superior Político de Lérida mostraba su preocupación por la demora de muchas de las localidades de la provincia en la presentación de sus quintos. Para intentar poner remedio a tal situación hubieron de imponerse, ya en 1845, diversas sanciones a algunos ayuntamientos, como el pago de una multa de 10000 reales por cada individuo no presentado a caja de reclutamiento.[xviii]   

Una vez empezada la guerra son numerosos los documentos en los que se menciona a jóvenes desertores de las quintas, que frecuentemente hallan refugio en las facciones carlistas. En el caso de los muchachos manresanos a que hemos hecho referencia más arriba, se cita explícitamente que huían de las quintas, en otras se menciona a alguno de los «matiners» como quinto desertor (v.g. la relación de Balaguer) y finalmente en otras, como las dos de la propia comarca de La Noguera y las de Cervera y Solsona, la juventud de los huidos hace sospechar que se trataba, igualmente de desertores (v.g. 33 de entre los 37 cuya edad se menciona en Balaguer son susceptibles, por tal concepto, de ser llamados a filas).[xix]   

Las represalias de todo tipo a que recurrieron las autoridades militares (multas a los pueblos retrasados en la recluta, detención de familiares de los huidos, como en el ejemplo de Manresa) son una muestra más de la magnitud del rechazo popular en Cataluña frente a la imposición de las quintas.        

Conclusión
  A lo largo del presente artículo[xx] el autor se ha esforzado en comprobar la veracidad de una serie de hipótesis previas. “Soy, en cualquier caso, consciente de que la mayor parte de la tarea está por realizar y que son muchas las preguntas a las que aún no somos capaces de dar respuesta en el tema del movimiento «matiner». Creo, no obstante, que lo aquí expuesto, fundamentalmente sobre sus aspectos sociales puede ser suficiente para permitirnos enunciar una serie de conclusiones”:


1ª.- Dentro de Cataluña, la segunda guerra carlista será una contienda civil que enfrenta a miembros de las clases sociales más desfavorecidas, a las que el carlismo proporciona cobertura estratégica y organizativa, con los propietarios de los medios de producción capitalistas (agrícolas o fabriles) y con el gobierno Narváez que actúa como su superestructura, tanto en el espacio rural como en determinadas zonas semi-urbanas.

2ª.- La incidencia de la crisis económica de 1846-47, sumada a una crónica crisis de subsistencias en el mundo rural agravada por un crecimiento demográfico superior al incremento de recursos, así como las consecuencias de una transición traumática hacia nuevas formas de producción características del sistema económico capitalista, nutrieron las bases del carlismo «matiner» dándole el sesgo de un verdadero movimiento social.  

3ª.- Por otra parte, el descontento social que alimentó el alzamiento «matiner» no desaparecerá con el final de la Segunda Guerra carlista, sino que desbordando los límites cronológicos de esta, dará lugar a nuevos rebrotes violentos a lo largo de la década de los cincuenta del siglo, (v.g. la denominada «guerra de los Tristanys» que asoló las comarcas de La Noguera y el Solsonés en 1855). Se puede afirmar, por tanto, que el fenómeno «matiner» perdura mientras se prolonga la transición económica y social hacia el capitalismo y los traumas generados por ella entre las clases populares.


[i] Iglesies,J. El cens del comte de Floridablanca. 1787. (Part de Catalunya). Barcelona,1969 y Lleida y el seu corregiment al darrer ter del segle XVIII. Separata del Boletín Informativo del Centro Comarcal Leridano, nº 68, Barcelona 1965.

[ii] Arxiu Episcopal de Solsona/ Mayo 1847.

[iii] Sánchez y Agusti,Ferrán. Carlins y bandolers a Catalunya (1840-1850) Sallent 1990.

[iv] Pirala,A. Historia de la guerra civil y de los patidos liberal y carlista. Madrid, Imp. Mellado, 1853-56 (reedición en Madrid,Turner,1984).

[v] Camps Giro,Joan. La guerra dels matiners i el catalanisme politic.1846-49. Curial, Barcelona,1978.

[vi] Por ejemplo,archivos comarcales de La Noguera y El Solsonés. O bien autores como Clemente, Oyarzum, Ferrer etc.

[vii] Por ejemplo,archivos comarcales de La Noguera y El Solsonés. O bien autores como Clemente, Oyarzum, Ferrer etc.

[viii] Este último llegará a reunir en su Cuartel General de Vidrá a 5000 carlistas en mayo de 1848.

[ix] Camps Giri,Joan. La guerra dels matiners i el catalanisme politic. Op.Cit.

[x] Clemente ,Josep Carles. Historia general del carlismo. Servigrafint.Madrid,1992

[xi] Arxiu Comarcal de La Noguera, Balaguer. Expediente Carlismo

[xii] Arxiu Episcopal de Solsona. Exp.31

[xiii] Archivo Municipal de Fraga.

[xiv] Sánchez i Agustí,Ferrán. Carlins i bandolers a Catalunya(1840-50) Sallent 1990.

[xv] Sánchez i Agustí,Ferrán. Carlins i bandolers a Catalunya(1840-50) Sallent 1990.

[xvi] Sánchez i Agustí,Ferrán. Carlins i bandolers a Catalunya(1840-50) Op. Cit.

[xvii] Arxiu Episcopal de Solsona.Exp.31

[xviii] Arxiu de la Paer’a,Lleida. Caja 1845.

[xix] Arxiu Comarcal de La Noguera,Balaguer.

[xx] Ignacio Javier Castán Andolz, http://hispanianova.rediris.es, IES Ramón José Sender, Fraga (Huesca). La sociología del carlismo catalán durante la guerra de los «matiners».

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