Violencia vasca, fundamentalismo, ejército y rebeldia. (I) Identidades vascas.

VIOLENCIA FUNDAMENTALISTA VASCA, EJÉRCITO Y REBELDIA: IDENTIDADES (I). Fundamentalismo vasco

BASQUE FUNDAMENTALIST VIOLENCE, THE ARMY AND REBEL: IDENTITIES

Enrique Area Sacristán.

Teniente coronel de Infantería y Doctor por la Universidad de Salamanca

enriquearea@live.com

RESUMEN: Hasta que se firmó el Pacto de Estella o Declaración de Lizarra-Garazi el 12 de septiembre de 1998 era difícil precisar con exactitud qué querían los nacionalistas, incluso para ellos mismos. Este Pacto supuso un hito largamente deseado por el nacionalismo: el de la unidad. En 1998 el nacionalismo vasco puso por escrito cuál era el objetivo común de todos ellos, dejando de lado las enormes diferencias sobre los medios, los plazos y los grados, para ir acercándose, hasta alcanzar, el fin común. Cuatro días después, el 16 de septiembre de 1998, ETA declaraba una tregua.

Si la violencia separa a los nacionalistas moderados y radicales de los radicales violentos, la ausencia de violencia también los separa, pero de otro modo. En el discurso nacionalista se menciona con frecuencia que la sociedad vasca es “plural”, al tiempo que dicho discurso presenta unas regularidades, venga de donde venga, del PNV, de Batasuna en su momento, o de la izquierda abertzale, que lo hace parecer monolítico.

Esto se debe a que las discrepancias provocadas por los atentados de ETA o por la lucha por los votos no afecta a cuestiones tales como la concepción que, de la propia identidad, el territorio o el autogobierno tienen los nacionalistas, que se mantiene inalterado.

Todo el nacionalismo vasco tiene al euskera como principal elemento identitario, cuya principal virtud es la de aislar a la comunidad de euskaldunes y proteger su identidad.

PALABRAS CLAVE: Violencia, fundamentalismo vasco, ejército, rebeldía, identidad

ABSTRACT: Until the Estella Pact or Lizarra-Garazi Declaration was signed on September 12, 1998, it was difficult to specify exactly what the nationalists wanted, even for themselves. This Pact was a milestone long desired by nationalism: that of unity. In 1998, Basque nationalism put in writing what was the common objective of all of them, leaving aside the enormous differences regarding means, deadlines and degrees, to gradually get closer, until reaching the common goal. Four days later, on September 16, 1998, ETA declared a truce.

If violence separates moderate and radical nationalists from violent radicals, the absence of violence also separates them, but in a different way. In the nationalist discourse it is frequently mentioned that Basque society is «plural», while said discourse presents some regularities, wherever it comes from, from the PNV, from Batasuna at the time, or from the Abertzale left, which makes it seem monolithic.

This is due to the fact that the discrepancies caused by the ETA attacks or by the fight for the votes do not affect issues such as the conception that the nationalists have of their own identity, territory or self-government, which remains unchanged.

All Basque nationalism has Euskera as its main identity element, whose main virtue is to isolate the Basque-speaking community and protect its identity.

KEY WORDS: Basque fundamentalist, violence, the Army, rebel, identities

Para Sabino Arana “el pueblo vasco no necesita constituirse, tiene la esencia en su propio vivir: posee como núcleo la sangre de una raza inconfundible, como elemento aislador posible una lengua singular, como manifestación y prueba de su existencia, su propia historia.”

Para el PNV “el euskera es el elemento conformador más importante y el más claro exponente de la identidad nacional vasca. (…) el euskera es la lengua que aporta valor significante a la construcción identitaria. Será nuestra identidad nacional ‘con toda su capacidad de adaptación y de permanencia la que nos preserve del creciente igualitarismo cultural uniformizador que avanza a pasos agigantados. La diversidad cultural y, en definitiva, los diferentes estilos de vida y de convivencia sobrevivirán en la medida en que perduren las identidades nacionales.(…) Es nuestro desafío más importante como miembros de un Partido comprometido con la construcción nacional de Euskadi.”

Al mismo tiempo que el euskera aísla culturalmente, construye las fronteras del territorio, Euskal Herria, el área cultural vasca que es igual a la nación vasca. Todos los nacionalistas coinciden en que la nación vasca se compone de siete territorios: los que se encuentran en España (Hegoalde: Vizcaya, Guipúcoa, Álava y Navarra) y en Francia (Iparralde: Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa). Jackeline Urla (Urla 1993) ha estudiado cómo los mapas sociolingüísticos permiten a los nacionalistas representar una “imagen de la nación como algo unitario al tiempo que menguada comunidad de hablantes del euskera” (Urla 1993), unificando igualmente el euskera convirtiendo un conjunto de dialectos ininteligibles entre sí, mediante esta transformación simbólicamente que es la cartografía, en la lengua de un moderno estado-nación (Urla 1993)

El objetivo de alcanzar la autodeterminación es otro elemento común a todos los nacionalistas vascos. De los nacionalistas radicales se sabe que son independentistas, secesionistas, soberanistas, etc. Pero el PNV ha desarrollado toda una terminología eufemística que no permite sin más “acusar” al PNV de algo que nunca declara abiertamente. El PNV habla de “ser para decidir”, del “ámbito vasco de decisión”, del “derecho de la sociedad vasca a defender su futuro”, del “respeto a la voluntad del pueblo Vasco”, de que “el pueblo Vasco es dueño de su propio destino”. Incluso con motivo del centenario de su fundación, el PNV publicó una solemne Declaración del Centenario con nueve puntos y un Juramento final, que no mencionaba la palabra “autodeterminación”:

“2.- Los vascos de los seis territorios constituimos un mismo pueblo unido por su origen y por su voluntad, dueño de sí mismo, sin que reconozcamos y acatemos otra soberanía.

3.- La lengua de nuestro pueblo es el euskera, constituyendo su recuperación e implantación una absoluta prioridad para cada uno de nosotros.

4.- La libertad y la justicia son bases de nuestra convivencia. Jamás aceptaremos tiranía ni servidumbres, como jamás las aceptaron nuestros mayores. (…)”

Esta Declaración del PNV tiene grandes semejanzas con la “Declaración de Nacionalidad de Euskal Herria” (EHNA) auspiciada por la Udalbiltza:

“Yo, como ciudadano/a de Euskal Herria, declaro lo siguiente:

Euskal Herria es un pueblo formado por los territorios de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa, Nafarroa Beherea, Nafarroa Garaia, Lapurdi y Zuberoa.

La lengua de Euskal Herria es el euskera, el cual merece todo el respeto y debe contar con estatus oficial en todo el territorio vasco.

Euskal Herria es una nación soberana, independiente y libre, y tiene derecho a decidir democráticamente.”

Udalbiltza o «Asamblea de Municipios vasco», controlada por nacionalistas radicales, es considerada por el nacionalismo vasco -incluso moderado- como la única institución nacional vasca, al tener implantación territorial en toda Euskal Herria. En 2007 se abre una «ventana electoral» en Euskal Herria al coincidir las elecciones municipales españolas y francesas. La «ventana electoral» no se abriría de nuevo hasta 2019, dado que las elecciones españolas son cada cuatro años, y las francesas cada seis. Creemos que en el actual proceso de paz tiene gran influencia el deseo nacionalista de poder concurrir legalmente tanto en Francia como en España para poder ir construyendo por la vía de los hechos la nación vasca. Ésta sería la clave para entender la declaración de Arnaldo Otegui en la que afirmaba que “si se frustraba el proceso en ciernes, debería de transcurrir al menos una generación para recuperar una situación «tan favorable» como la de ahora”

Resumiendo, la “doctrina básica” descrita por Smith es la que subyace al discurso nacionalista de la identidad, el territorio y el autogobierno, haciendo que todo el nacionalismo vasco parezca hablar con una sola voz, y que por tanto alguien pueda decir de ellos que “todos los nacionalistas son iguales”. Esta fue la estrategia seguida por el Gobierno de Aznar en su segunda legislatura de acoso a los nacionalistas moderados, criminalizando al nacionalismo vasco en su conjunto, algo que para muchos vascos se hizo insoportable: “Cada día que pasa se abre más la sima entre la opinión pública española y la vasca y cada día parece más difícil convivir bajo un mismo techo.” (Anasagasti 2004)

Desde la perspectiva de las ideologías “habitadas” nos encontramos, sin embargo, con discursos nacionalistas enfrentados. Grosso modo hay partidos nacionalistas «conservadores» como el PNV y EA, y partidos «de izquierdas» como Batasuna y Aralar. Pero las discrepancias manifestadas entre ellos hasta el momento no han sido de carácter ideológico, sino sobre su concepción de la “doctrina básica”. Para la izquierda abertzale los Gobiernos vascos del PNV-EA carecen de legitimidad. En el País Vasco, la izquierda abertzale se refiere a Ibarretxe como el “lehendakari de tres provincias”, e Iñigo Iruin en la enmienda al texto de autodeterminación aprobado por el Parlamento Vasco el 8 de febrero de 1990 señalaba que “este Parlamento no puede ser depositario del derecho de autodeterminación, porque no es una institución nacional vasca y, por tanto, no tiene esa pretendida legitimidad sobre el conjunto de Euskal Herria” (citado en Abascal). Los nacionalistas navarros se refieren al Gobierno vasco como “el Gobierno autonómico de la Navarra occidental” (Urzainqui 2005).

En un País Vasco donde partidos políticos como el PP o el PSOE se atrincheraron – sin margen de maniobra – tras el “frente constitucionalista”, y una izquierda abertzale autoexcluida de la vida pública, no le resultó difícil al PNV presentarse como los administradores de «lo vasco» a través del Gobierno y sus sucesivos lehendakaris. Así administraban en Vitoria, y en Madrid se presentaban con el cómodo ropaje de ser un movimiento social que, defendiendo la “doctrina básica” de lo vasco, se aliaban indistintamente con partidos de derecha e izquierda.

Pero en la actualidad los radicales violentos están valorando también que han de recoger las nueces. Para el PNV esto supone disputarse un bien que estaba, como se desprendía de las elecciones del 25 de octubre de 1998, las primeras elecciones tras el Pacto de Estella, tasado pero que se ha traducido, con el abandono de la violencia directa, en un continuo aumento, como parece confirmarse tras las elecciones de 2023 a los Ayuntamientos y a la Comunidad Vasco-Navarra

En el País Vasco aparece una izquierda abertzale dispuesta a hacer política, al PNV ya no le valdrá el erigirse en gestor del patrimonio de los vascos, porque frente a unos objetivos básicos de Batasuna legalizada (con ese u otro nombre) el PNV tendrá que definirse por su ideología, no por su “doctrina básica”, lo que le resultará muy incómodo.

En un País Vasco sin bloques “constitucionalista” y “nacionalista”, son el PNV y el PP quienes más riesgos electorales corren. El PNV porque una formación independentista de ideología radical legalizada le resta mucho voto nacionalista. El PP porque un PSOE libre para pactar podría desarrollar políticas más cercanas a su ideología que no aquellas más dictadas por la situación de excepción política generada por la violencia.

Una izquierda abertzale legalizada permite al PSOE establecer alianzas para desarrollar políticas “progresistas”, alejándose del “frente constitucionalista” que tantos réditos políticos proporcionó al PP. La percepción de una alianza entre los socialistas y la izquierda abertzale no es de ahora. Ya Mario Onaindía en su artículo “La capucha y la txapela” observaba las distancias que separaban a Herri Batasuna-Euskal Herritarrok del PNV y EA, especialmente en los municipios de las zonas industriales, concluyendo que “en cuanto pase esta espuma de gaseosa de la violencia y de la tregua, la Euskadi que va a emerger no la va a conocer ni la madre que la parió.”

Esta situación la señalaba el diario ABC:

“Por primera vez en la historia de los «contactos» con ETA, el PNV no ocupa un papel central. Una «pinza» entre los socialistas y una Batasuna legalizada puede cambiar radicalmente el mapa político del País Vasco y dejar fuera de juego a los nacionalistas”.

El ABC añadía:

“Los actuales dirigentes de ETA-Batasuna necesitan su reincorporación en mayo de 2007 al campo electoral mediante una nueva marca política. Los adversarios de las municipales y forales de 2007 no serán los socialistas. Para ETA-Batasuna, será el PNV.”

El periódico también podía haber añadido en su análisis la conveniencia de un entendimiento entre el PNV y el PP, cosa que no hacía pues hubiera puesto en evidencia los intereses del PP en el desarrollo de un hipotético proceso de paz ¿Cómo sugerir que Rajoy e Ibarretxe (el del Plan Ibarretxe) deberían llegar a un entendimiento, cuando las dos líneas maestras del PP en política son la denuncia de la desmembración de España y la traición al espíritu de la Transición, y su apoyo para “derrotar” a ETA, pero no para dialogar con ella?

En un País Vasco sin violencia, en la que cada partido político defiende sus ideas y busca sus alianzas, considero que el “conflicto vasco” está en vías de solución, al lograr hacer ‘bajar del monte’ a los abertzales y disputarse el voto nacionalista bajo las reglas de la democracia. Pero la democracia parece funcionar bien cuando el sistema de partidos es de partidos políticos, y no un híbrido de partidos y movimientos sociales.

Como señala Smith, los nacionalismos carecen de ideologías en sentido estricto, limitándose a “habitar” en corrientes ideológicas como el liberalismo, el socialismo o el conservadurismo, “canalizando sus ideales y políticas a los fines nacionalistas”(2001). Arzalluz ya lo decía en el documental de Medem La pelota vasca: “La ideología política del Partido Nacionalista Vasco se llama nacionalismo vasco”(Medem) Luego, en sus memorias escritas, fue más explícito:

“El PNV no es un partido de derechas, ni de centro. En cierto modo, ni siquiera es un partido: es un movimiento social. Lo esencial en nosotros es la lucha por la libertad de Euskadi a través de vías democráticas. En el PNV hay gente que tiene diferentes posiciones en relación a la economía y los asuntos sociales, pero nuestra raíz entronca con los movimientos sociales cristianos, que nacieron como respuesta al capitalismo salvaje.” (Arzalluz)

Los movimientos sociales tienen la ventaja de poder penetrar todas las esferas de la vida privada y pública hasta lograr crear un paisaje ‘natural’ para nacionalistas y no nacionalistas. Los “principios de carácter general” son a las ideologías lo que los “sentimientos inculcados” a los movimientos sociales. Un ejemplo del poder no de una ideología sino de un movimiento es su capacidad para reciclar símbolos. En España se vio en la Transición, cuando la izquierda, tal vez inducida por un sentimiento de consenso, aceptó “la existencia de una Monarquía, convirtiéndose sus símbolos en los símbolos del Estado español, transformándose la bandera borbónica, que fue la bandera del bando franquista (con eliminación de sus símbolos «fascistas»), en la bandera española, y una Marcha Real en el Himno Nacional; la consolidación de la escuela privada (mayoritariamente de propiedad de la Iglesia) como paritaria con la escuela pública; la perpetuación de los privilegios de la Iglesia católica; la asignación del Ejército como garantía de la unidad de España (convirtiéndole así en un organismo policial de carácter doméstico); una excesiva protección de la propiedad privada (que está dificultando, por cierto, la resolución del enorme problema de la vivienda en España) (…)”

En el País Vasco sucedió otro tanto. La aprobación del Estatuto vasco el 25 de octubre de 1979 supuso un gran éxito nacionalista en la «normalización» simbólica del País Vasco. En su artículo 1 la Comunidad Autónoma pasa a denominarse Euskadi o País Vasco, siendo Euskadi un neologismo del euskera ideado por Sabino Arana. En el artículo 5 se consagra como bandera oficial la bicrucífera. Pues bien, su diseño había sido obra de los hermanos Arana. Tiene interés conocer los criterios estéticos que guiaron la composición de la ikurriña, ya que el proceso de construcción simbólica de la bandera está falseado en la página web del Gobierno vasco, donde se dice:

“Según sus diseñadores tiene su origen en la bandera de Bizkaia. El fondo rojo se tomó del fondo rojo del escudo vizcaíno. Sobre ese fondo rojo se colocó un aspa verde, la Cruz de San Andrés, en atención al color verde del roble que figura en el blasón de Bizkaia y la cruz blanca, que no es otra que la que superpuesta a dicho roble figuró siempre en dicho escudo. Su simbolismo, en la intención de sus autores, era sencillo: Bizkaia, su fuero y la fe religiosa jerárquicamente relacionados.”

El propio Luis Arana explica el origen de lo que llamó la “Bandera de la Confederación” vasca en estos términos:

La Confederación Vasca, o sea Euzkadi, compuesta de los seis ex-Estados históricos vascos en que se refundieron todos los de Euzkadi, o sean: Bizkaya, Guipuzkoa, Laburdi, Nabarra y Zuberoa, ¿porqué no ha de tener su bandera confederativa propia, la bandera de la Confederación? ¿No forman un solo Estado político, en nuestro ideario nacionalista vasco, esos seis ex-Estados históricos considerados como Regiones autónomas en la Confederación, distintas todas y sin confundirse, conservando su personalidad propia cada una, igual la una a la otra, sin hegemonía ni postergación ninguna?”

Así pues, si bien la ikurriña se basa en la bandera de Vizcaya no representa a este territorio, sino a Euskal Herria, territorio que excede con mucho los actuales límites autonómicos. Más adelante Luis Arana explica el simbolismo de la bandera de Vizcaya, origen de la “Bandera de la Confederación”, diseñada por su hermano Sabino:

“1º – Sobre el fondo rojo (bermellón) que representa la raza vasca

2º – Seis barras verdes (roble) que representan los seis ex-Estados históricos vascos o Regiones autónomas iguales; o sean seis barras verdes que representan las seis instituciones distintas de esas Regiones de igual personalidad una que otra dentro de la Confederación vasca.

3º – Y encima de esas seis Regiones, de esas seis instituciones, la cruz blanca de la Religión cristiana que es común a todas.”

Por tanto, el simbolismo de la ikurriña no es “Bizkaia, su fuero y la fe” como afirma la página web del Gobierno vasco, sino la raza vasca, los siete territorios Euskal Herria y la fe.

El proceso de recuperación de símbolos nacionalistas se completa con la elección de una melodía popular como Eusko Abendaren Ereserkia o Himno Oficial de Euskadi, aprobado por el Parlamento Vasco mediante la Ley 8/1983, el 14 de Abril de 1983. Esta melodía había sido escogida por Sabino Arana para adaptarla y ponerle letra, convirtiéndola finalmente en el himno oficial del PNV.

Tenemos, por tanto, que los principales elementos simbólicos del País Vasco (denominación, bandera e himno) fueron obra directa del fundador del nacionalismo vasco, símbolos asumidos por toda la sociedad vasca, nacionalista y no nacionalista. Esto ha sido posible gracias a que son símbolos que han logrado desvincularse del PNV como partido político y asociarse a un PNV confundido con lo vasco que ha logrado introducirlos en la sociedad vasca como si fueran patrimonio de todos y cada uno de los vascos.

Estos reciclajes simbólicos sólo pueden darse en circunstancias especiales. En ellos se muestra que ciertos cambios en la sociedades democráticas no pueden producirse exclusivamente mediante la dialéctica entre partidos políticos. En la pequeña escala el nacionalismo como movimiento es mucho más potente que un partido político como ideología. Tal vez los politólogos consideren conceptualmente pobre al nacionalismo, los historiadores se echen las manos a la cabeza por sus falsificaciones históricas, los economistas aticen el miedo de una imposible autarquía, pero socialmente el mensaje nacionalista es de una gran eficacia. Creemos que esto se debe a que el nacionalismo vasco es, en realidad, un movimiento religioso.

Entendemos aquí religión como “religión política”, en el sentido en el que lo usa Anthony D. Smith:

“Estoy usando ahora la definición de la religión que ofrece Durkheim, según la cual ésta es «un sistema unificado de creencias y prácticas referidas a las cosas sagradas, es decir, aquellas cosas separadas y prohibidas: creencias y prácticas que unen en una única comunidad moral llamada iglesia a todos aquellos que se adhieren a ella» (Durkheim 1915). Esta aproximación funcional es útil para entender la naturaleza del nacionalismo como sustituto de la religión [y] entender la nación como una «comunidad sagrada de ciudadanos»” (Smith 2001)

No fue hasta 1986 que los obispos vascos advirtieron contra el culto a la nación: “Cuando la patria o el pueblo se convierten en un ídolo, despiertan tarde o temprano las energías destructivas” (García de Cortázar 1988).  “La coincidencia de la Iglesia con el poder nacionalista ha hecho que se hable de nacionalcatolicismo vasco, en el que se reproducían todas las formas y «tics» del viejo nacionalcatolicismo franquista” (García de Cortázar 1988)

Los enfrentamientos entre los obispos vascos y el resto de los obispos españoles ha hecho que en ocasiones se hable de cisma, y la Conferencia Episcopal llegó a publicar una Instrucción Pastoral que corregía a sus colegas vascos en los siguientes términos:

“Resulta moralmente inaceptable que las naciones pretendan unilateralmente una configuración política de la propia realidad y, en concreto, la reclamación de la independencia en virtud de su sola voluntad. La Doctrina Social de la Iglesia reconoce un derecho moral y originario de autodeterminación política en el caso de una colonización o de una invasión injusta, pero no en el de una secesión”.

La connivencia entre nacionalistas y sacerdotes vascos la describe claramente José Luis Orella, representante en Madrid del foro El Salvador:

 “El verdadero problema es que tanto los curas de la Curia como los responsables del PNV son de la misma generación, muchos de ellos amigos y algunos compañeros de promoción del seminario”.

Un primer rasgo de carácter religioso que se observa en el nacionalismo vasco es que la aparición de una “conciencia nacionalista” es vivido por muchos vascos como un despertar, como una revelación, como un acto de gracia. Es algo que cambia sus vidas, algo que marca un antes y un después. En 1880 Luis Arana, hermano de Sabino, “asume su conciencia nacional vasca” camino de la población gallega de La Guardia, donde se encontraba el Colegio de los Jesuitas en el que estudiaba. Este cambio se produce tras la conversación mantenida con un viajero en el tren en el que viajaba. Dos años después es Luis el que, tras una conversación con su hermano Sabino, lo convierte al nacionalismo. La “resurrección”, como lo califica Sabino Arana, queda descrita en El discurso de Lárazabal, tenido lugar el 3 de junio de 1893.

“Pero el año ochenta y dos (¡bendito el día en que conocí a mi Patria, y eterna gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas!), una mañana en que nos paseábamos en nuestro jardín mi hermano Luis y yo, entablamos una discusión política. Mi hermano era ya bizkaino nacionalista; yo defendía mi carlismo per accidens. Finalmente, después de un largo debate, en el que uno y otro nos atacábamos y nos defendíamos sólo con el objeto de hallar la verdad, tantas pruebas históricas y políticas me presentó él para convencerme de que Bizkaya no era España, (…) entré en la fase de la duda y concluí prometiéndole estudiar con ánimo sereno la historia de Bizkaya y adherirme firmemente a la verdad (…) Mas al cabo de un año de transición, disipáronse en mi inteligencia todas las sombras con que la oscurecía el desconocimiento de mi Patria, y levantando el corazón hacia Dios, de Bizkaya eterno Señor, ofrecí todo cuanto soy y tengo en apoyo de la restauración patria, y juré (y hoy ratifico mi juramento) trabajar en tal sentido con todas mis débiles fuerzas, arrostrando cuantos obstáculos se me pusieran de frente y disponiéndome, en caso necesario, al sacrificio de todos mis afectos, desde el de la familia y de amistad hasta las conveniencias sociales, la hacienda y la misma vida. (…) Tres trabajos se presentaron desde el primer día ante mis ojos: estudiar la lengua de mi Patria, que desgraciadamente me era en absoluto desconocida, su historia y sus leyes (…)”

La tradición dice que aquel día de paseo de ambos hermanos por el jardín familiar se produjo el domingo de Resurrección de 1882. Desde 1932 el «Día de la Patria» (vasca, se sobreentiende) o Aberri Eguna, inicialmente llamado ‘Día de los nacionalistas vascos’, se celebra anualmente el domingo de Resurrección.

Otro ejemplo del mismo “despertar” lo tenemos en las palabras de Xabier  Arzalluz:

«La lectura me ayudó mucho a adquirir conciencia de vasco. Empezaron a caer en mis manos libros de Historia y otras materias que antes nunca había tenido y, poco a poco, caí en la cuenta de ciertos contenidos nacionalistas (…) Pero la cosa que, además de la lectura, me ayudó a adquirir conciencia de vasco -vasco con cierto radicalismo- fue la convivencia con los castellanos. Me politicé, ante todo, en contacto con otros que no me aceptaban. (…) Ése fue mi primer despertar, lo que me hizo caer en la cuenta. (…) O sea que, de repente, caigo en la cuenta de que me han hurtado mi lengua, de que me han hurtado mi historia, de que no me dejan explicar y defender lo mío… Y en ese momento es cuando digo: «Cruz y raya. Se ha acabado. Esto es España: pura opresión» (Arzalluz)

El nacionalismo vasco nace con Sabino Arana (1865 – 1903), fundador a su vez del EAJ/PNV (Euzko Alderdi Jeltzalea/Partido Nacionalista Vasco) en Bilbao, en 1895. Es curioso el paralelismo que se establece en la página web del partido que Arana fundó, y la figura de Jesucristo: la autoridad le persigue, lleva una vida de sacrificio, es portador de un mensaje, tiene una misión redentora, la brevedad de su vida, el cumplimiento final de la misión, el PNV como iglesia que continúa la labor de su fundador y que se constituye como piedra del nacionalismo vasco…

“Frente a todos los inconvenientes que se le opusieron, (multas, clausuras, censuras y prisión por el delito de opinar) Sabino de Arana sacrificó su vida y hacienda en su afán por despertar la conciencia nacional de los vascos antes de que pudieran desaparecer como pueblo. Toda su actividad política duró tan solo diez años, desde 1893 hasta su muerte en 1903, a la temprana edad de treinta y ocho años, pero para entonces había logrado cumplir su objetivo difundiendo la conciencia nacional vasca entre muchos de sus compatriotas y dotando a su país de un partido político moderno, como era EAJ/PNV, que sería el eje fundamental de la actividad política del nacionalismo vasco.”

Otros detalles revelan la adoración de los miembros del PNV por su fundador, como fue lograr comprar su casa natal, donde acabaron instalando la sede central del partido, así como el traslado que se hizo de sus restos mortales el 27 de abril de 1937, tras el bombardeo de Guernica, para evitar que su tumba fuera presumiblemente profanada.

En el nacionalismo vasco se mezclan imágenes que recuerdan a las del “pueblo elegido”, la veneración por los fundadores y los líderes, la asociación de la identidad personal con otra colectiva que es inmortal, la imagen del territorio que una vez liberado será un paraíso de libertad, la autoimagen de probidad moral, la defensa de los valores tradicionales, el sacrificio por la comunidad, etc ( Smith 2001)

Para los vascos ese símbolo de pueblo primordial está representado por las dos vertientes de los Pirineos, donde vivían en su ser hasta que la industrialización trajo la inmigración, y la inmigración puso en peligro de muerte la continuidad del pueblo vasco.

“Las características que distinguen a los vascos comenzaron a desarrollarse en el mismo lugar que actualmente habitan, las vertientes norte y sur de los Pirineos occidentales. Fue un resultado de la adaptación del hombre de Cromañón en esta zona a los grandes cambios ambientales que se produjeron tras el final de la última glaciación, hace aproximadamente diez mil años. (…) El Pueblo Vasco, conformado como tal desde entonces, con su propia cultura e idioma, el euskera, posiblemente el más antiguo de Europa, ha logrado sobrevivir manteniendo su propia identidad. Viendo a lo largo de milenios aparecer y desaparecer otras culturas, reinos e imperios que la pusieron en peligro”

La vida discurría en un ambiente de gran religiosidad y moral puritana. Seis de los siete hermanos Arzalluz ingresaron en órdenes religiosas (Arzalluz 2005). Como él mismo dice, “la religión se practicaba masivamente” (Arzalluz 2005): “Mi madre era una mujer bastante… no, qué digo, bastante: era totalmente jansenista, una puritana tremenda. Hoy no se puede reflejar el ambiente de aquellos días. No te dejaban ir al circo, por ejemplo. Una vez, me quiso llevar mi padre y mi madre dijo que ni hablar, que allí había cosas inconvenientes. Hasta le costó comprar una radio, porque se oían canciones ligeras. » (Arzalluz 2005) En esos ambientes ultracatólicos la religión se mezclaba con las creencias y los mitos que se transmitían oralmente en euskera en las cocinas de las casas (Arzalluz 2005)

La opinión que de sí mismos tienen, no podía ser de otra forma, es llamativamente buena (así como es mala la que tienen de los demás). Arzalluz nació en Azcoitia: “Yo suelo hablar muy bien de la gente de Azcoitia, porque es muy buena gente. No lo digo en el sentido religioso. Es gente de buen corazón. Dicen que los azkoitianos somos ingenuos. » (Arzalluz 2005). Dos azkoitianos protagonizaron un suceso digno de ser tratado en un drama shakesperiano: En 1962 Ramón Baglietto salvó la vida de un niño llamado Kandido. En 1980 Kandido asesina a Baglietto.  En 2001 el periodista Erwin Koch entrevista a Kandido Azpiazu:

– (…) -¿Cómo te convertiste en asesino?

 -Yo no soy un asesino.

-Has matado.

-Por necesidad histórica -el hombre agita sus grandes manos-, por responsabilidad ante el pueblo vasco, que es magnífico, que tiene una magnífica cultura, que habla una de las lenguas más antiguas de Europa, que nunca fue vencido por los romanos, ni por los visigodos, ni por los árabes. Un pueblo muy distinto al de los españoles.

-Kandido, el País Vasco nunca fue independiente, nunca fue un Estado. Y el País Vasco es bilingüe desde hace muchos siglos.

-Los vascos, estábamos aquí antes que nadie.

-Kandido, tan sólo una cuarta parte de las personas que viven en el País Vasco dominan el vasco, sólo una décima parte lo utiliza.

-A mí me torturaron -dice Azpiazu- con descargas eléctricas; los españoles me sujetaron la cabeza debajo del agua, casi hasta ahogarme; me introdujeron una bolsa de plástico por la cara hasta casi estrangularme.

-¿Cuándo ocurrió eso?

-Después de mi detención. – (…)

Y sin duda otras muchas cosas habrán pasado y siguen pasando en Azkoitia, pero ello no hará que Arzalluz matice la opinión que le merecen los de su pueblo. Los nacionalistas tienen un llamativo punto ciego al juzgar a los “suyos” frente a los “otros”. Un buen ejemplo es el modo en que Arzalluz juzga los modos de hacer política. “En Madrid” el PNV ha podido practicar el pragmatismo, gracias a que sus principios políticos no son de carácter ideológico, sino que se rigen por la “doctrina básica”:

“En relación a los Gobiernos de Madrid, ésa ha sido siempre nuestra posición: si nos ayudan a avanzar, tanto nos da que se digan de centroderecha, de centroizquierda, socialistas o lo que les parezca. Nosotros los evaluamos en función de las necesidades de nuestro propio proceso.” (Arzalluz)

Es paradójico confrontar este comportamiento del PNV respecto a Madrid, dictado por sus propios intereses nacionalistas, y la opinión que le merece a Arzalluz esa misma política practicada por los otros:

“Con el paso de los años, me he ido haciendo una idea cada vez más negativa de la clase política española. Me parece inmoral, oportunista, vaga y escasa de luces.” (Arzalluz 2005). “Al único que rescató del pasado [Rodríguez Zapatero] fue a Pérez Rubalcaba, al que todos conocíamos de sobra por su estilo marrullero, su falta de palabra y su ausencia de principios. Un político cortesano de la peor especie.” (Arzalluz 2005) “Ese tipo de comportamiento es muy frecuente en el mundo de la política de Madrid. Hoy prometen A, mañana hacen B y lo justifican diciendo que la política es así (…) No tienen ningún reparo en engañar (…) Eso no va con nuestra mentalidad. Al menos con la mía. (…) Nunca ha sido nuestro estilo. Yo no sé si es que somos muy primitivos y no sabemos lo que es la vida, o es que ellos son una banda de impresentables. Aunque tengo que confesar que, tal vez, entre nosotros hoy estos criterios no son tan firmes como en nuestro tiempo.” (Arzalluz 2005)

Pero lo más sorprendente de todo es que lo que denigra de la política española lo alabe de la italiana:

“Los políticos italianos son gente simpática. Y muy inteligente. Para mí, la gente más inteligente de Europa; la más viva, la más creativa… Pero también la más desastre. Son muy incumplidores. Te dicen a todo que sí y luego hacen lo que les da la gana. Son de un refinamiento muy especial. En comparación, nosotros somos muy primitivos. Particularmente los vascos, con lo mal que se nos da mentir y el empeño que ponemos en cumplir lo que prometemos. No todos, claro. Y menos ahora. Pero es cierto que es una característica muy nuestra.”  (Arzalluz 2005)

El propio lehendakari vasco Juan José Ibarretxe Markuartu no tiene inconveniente – ni nadie de su entorno – que la página web del Gobierno vasco hable de él en unos términos que se acercan a lo políticamente naif:  “El presidente del Gobierno Vasco suele decir a menudo que si alguien da su palabra debe cumplirla puesto que de modo contrario nadie volverá a creer en sus compromisos. Es la herencia de su origen, de sus padres, del caserío y también de la industrialización (…) Negociador tenaz y trabajador infatigable (…) Hombre discreto y sencillo, sus grandes pasiones son el ciclismo, deporte que practica con asiduidad y, sobre todo, su familia. Casado y con dos hijas a las que le une una gran devoción, el Lehendakari suele dedicar los fines de semana a dar largos paseos por el monte y a leer novelas históricas en el recogimiento familiar (…) Metódico y ordenado, si algo sorprende de su personalidad es el enorme interés que le provoca el diálogo. Quienes le conocen bien aseguran que siempre escucha antes de hablar y que nunca cierra una puerta ante una duda razonable, ya que para él las cosas no siempre son como parecen.”

Si la aparición del nacionalismo vasco en el siglo XIX está relacionada con la industrialización y la inmigración, la aparición y actuación de ETA también puede relacionarse con la aparición de una fuerte corriente migratoria en el periodo 1955 a 1975, en el que la población aumenta un 59,95% frente a un crecimiento medio anual del 22,91% (García de Cortázar 1988).

El aspecto violento del nacionalismo vasco tiene también un fortísimo componente religioso que ha sido destacado por muchos. En concreto la transferencia de sacralidad que ha estudiado extensamente Juan Aranzadi en su libro El escudo de Arquíloco (2001). “El modelo religioso de la militancia de ETA es -concluye Zulaika- el modelo cristiano de sacrificio y martirio.” (Cit. Aranzadi 2001).  “Nunca se insistirá lo bastante en el carácter intrínsecamente perverso de la moral cristiana que incita a entregar la vida por «la más noble de las causas», pues nadie se siente más legitimado para matar por una Causa que quien está dispuesto a morir por ella; es muy corta la distancia entre el mártir y el asesino.” (Aranzadi 2001)

En la homilía pronunciada en los funerales del etarra José Miguel Beñarán Ordeñana “Argala” en la parroquia de Arrigorriaga, el 24 de diciembre de 1978, el sacerdote proclamó: “Los valores del Evangelio son los de la crítica, la justicia, la libertad, la liberación, la consecuencia hasta la muerte misma. Y José Miguel se identificó con las ideas y los valores básicos del Evangelio. En estos días José Miguel se ha identificado con la muerte de Jesús que no fue una muerte religiosa, sino un asesinato político a manos del poder militar de ocupación”34 (García de Cortázar 1988)

Los sacerdotes católicos comparaban a los terroristas de ETA con Jesucristo, les daban consejo y les absolvían de sus pecados pasados, presentes y futuros. “Conviene recordar que, entre las primeras decisiones de ETA en 1965, antes de lanzarse a actuar, está la de consultar a los clérigos sobre la licitud de la violencia.” (García de Cortázar 1988).

Miren Alcedo Moneo, en su libro «Militar en ETA. Historias de vida y muerte», cuenta cómo un etarra que tenía problemas de conciencia para usar la pistola acude a confesarse a un cura, y este le dice: “No te preocupes, te doy la absolución en todos esos casos cuando quieras” (citado en Aranzadi 2001) “La religiosidad impregna el espíritu etarra. Hay militantes de ETA que van a misa antes y después de un atentado. La religiosidad cristiana entre la militancia de ETA no es ningún secreto, también en la Mesa Nacional de HB hay curas rebotados, los hay dentro del MLNV (Periko Solabarria). Existen otros que dejaron de ser sacerdotes y permanecen en Herri Batasuna como Xabier Amuriza, y hay muchos militantes de ETA en activo que acuden semanalmente a hincarse de rodillas ante la imagen de Dios. Iturbe Abasolo, Txomin, era profundamente creyente.” (Citado por Aranzadi 2001)

La idea de un pueblo en lucha por la sagrada Patria trató de capitalizarla el PNV con motivo del centenario de su fundación, en el que se acercó a una reedición modernizada del juramento que Sabino Arana pronunciara en 1893:

“JURAMOS fidelidad a la causa del pueblo vasco, sin contraponer jamás el interés particular al de la Patria. Porque el sentido de pertenencia a una Patria en peligro es el que ha unido antes y une ahora a todos nosotros, letrados e iletrados, profesionales, gentes de la industria, del campo y del mar, así como a comerciantes, a funcionarios o policías, a hombres y mujeres, a mayores y jóvenes. Por más diferencias de formación, de credo, ideología, nivel económico o prestigio social que haya entre nosotros, nos une desde nuestro ser de vasco, el instinto y la voluntad de salvar y potenciar a nuestro pueblo y a nuestra lengua, y el empeño de darle aliento en este tremendo cambio histórico. Este es nuestro juramento, que pronunciamos conscientes de lo que su guarda ha costado en sangre, destierro y cárcel a tantos de nuestros mayores, y que prometemos guardar por encima de nuestras miserias individuales y de los avatares de los tiempos.”

Steve Bruce, en su libro Fundamentalismo estudia el fundamentalismo religioso, y recuerda que el término nació en los Estados Unidos en los años 20, a raíz de la publicación de unos panfletos titulados Los fundamentos de la fe (Bruce 2000). Ello ha contribuido a que el uso del término «fundamentalismo» se asocie únicamente con movimientos religiosos conservadores. Cuando comparamos el nacionalismo vasco y el fundamentalismo no  queremos decir que todos los que votan al PNV – EA o a Batasuna (o su sustituto legal en la actualidad, el Partido Comunista de las Tierras Vascas – PCTV-EH)  son fundamentalistas. Lo que queremos es comparar a uno y otro en su calidad de movimientos sociales.

El origen de ambos movimientos coincide con momentos de grandes cambios que ponen en peligro la continuidad de ciertas formas de vida. Estas transformaciones ponen en riesgo, a juicio de algunos, las creencias seculares del pueblo. Para Sabino Arana la peor consecuencia de la «invasión maketil» era la perversión de las costumbres vascas, especialmente la práctica de la fe: “Bizkaya, dependiente de España, no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica”

Para Fusi parece cada vez más claro que

“el nacionalismo vasco nació como reacción ante la amenaza que para la identidad cultural vasca supusieron la industrialización y la inmigración masiva de trabajadores no vascos, y que el partido nacionalista vasco dio expresión política a la intranquilidad de las católicas clases medias vascas ante la conflictividad laboral, la aparición de un fuerte movimiento socialista y la honda alteración social producida por la presencia de amplios núcleos de población ajenos a la mentalidad, la educación, la religiosidad, las formas de vida y hábitos vascos.” (Fusi 1979)

Desde la perspectiva fundamentalista Bruce destaca que este movimiento “es una respuesta racional que dan personas tradicionalmente religiosas a las transformaciones sociales, políticas y económicas que reducen y condicionan el papel de la religión en el mundo público” (Bruce 2000)

Según Malise Ruthven (Ruthven 2004) el fundamentalismo y el nacionalismo son opuestos. El nacionalismo reclama la soberanía del pueblo, mientras que el fundamentalismo defiende que Dios es soberano de todas las cosas. En los países árabes los movimientos islamistas son los competidores ideológicos de los árabes nacionalistas, pero esta falta de unidad se debe a que el nacionalismo árabe lucha contra el colonialismo. El nacionalismo vasco se da, sin embargo, dentro de una sociedad democrática, por lo que se funden los aspectos de reivindicación espiritual con otros materiales como son el territorio. Para Mark Juergensmeyer nacionalismo y fundamentalismo son complementarios, cuando no dos variantes de una misma cosa (Ruthven 2004).

Para el nacionalismo y el fundamentalismo la única condición necesaria de su discurso es el mantenimiento de la coherencia interna. Que hacia el exterior sea inverosímil o vaya claramente en contra de la historiografía más rigurosa es algo que no les preocupa:

“Dicho de forma sencilla, aunque el análisis político de los fundamentalistas pueda resultar extraño, no lo es más que las creencias básicas de las principales religiones. Si se puede creer que Dios envió a su único hijo para que naciera de una virgen en un establo de Belén o que el duodécimo imán no está muerto sino oculto, todo lo demás es fácil” (Bruce 2000)

Además, esa mente nacionalista tiene su propia lógica, la lógica de la mente fundamentalista. Según Elorza el fundamentalismo “busca en el pasado unas esencias sobre las cuales desarrollar un proyecto político o religioso” (Elorza 1995). Bruce opina que es mejor limitar el término ‘fundamentalismo’ “a los movimientos que responden a problemas planteados por la modernización exigiendo que toda la sociedad obedezca algún tipo de texto o tradición auténtico o sin mácula e intentando alcanzar el poder político que les permita imponer esa tradición revitalizada” (Bruce 2000)

Es decir, el fundamentalismo y el nacionalismo no son movimientos conservadores que luchan contra el progreso, sino que aúnan tradición y modernidad, motivo que los hace movimientos tan atractivos. Lo que quieren es no perder su ‘identidad’ por el camino:

“Los fundamentalismos son reactivos. Su conservadurismo no tiende a la conservación, sino a una reformulación creativa del pasado para propósitos actuales. De ahí que los fundamentalismos los conformen tanto las supuestas amenazas a la tradición como la naturaleza de las oportunidades existentes para resistirse a tales amenazas.” (Bruce 2000)

Esa mente autoritaria pretende marcar la pauta a todos los miembros de una comunidad sobre lo que hay que conservar y lo que hay que modernizar para sobrevivir, la lengua que hay que hablar, la comida que hay que comer, los espectáculos que hay que ver. Para Arzalluz y Otegui la hamburguesa se convierte en un problema identitario, no nutricional:

Arzalluz: “Como vasco, creo que hay sólo un camino para el futuro de Euskadi. Yo dije un día que este pueblo había roto aguas, que no había vuelta atrás. Que no sabíamos si será niño o niña, ni cuándo nacerá, pero eso ya no lo para nadie. Entonces, yo quisiera de cara al futuro, un futuro abierto, trabajando, metiendo fuertes inyecciones de cultura en este pueblo, de preparación, de formación. Modernización y a la vez cultivando lo que somos, hasta en nuestros gustos, hasta en el bacalao al pil-pil: porque nos gusta, más que la hamburguesa.”(Medem 2003)

Otegui: “Nosotros pensamos que, el día en que, en Lekeitio, en Zubieta, se coma en hamburgueserías, se oiga música rock americana y todo el mundo vista ropa americana y deje de hablar su lengua para hablar inglés, en vez de estar contemplando los montes, funcionando con Internet, pues para nosotros ese día será un mundo tan aburrido, tan aburrido que no merecerá la pena vivir.” (Medem 2003)

Elorza analiza el integrismo nacionalista de Sabino Arana y el integrismo islámico, entre otros integrismos, pero no llega a interconectar nacionalismo con fundamentalismo de tal forma que el análisis de uno arroje luz sobre el otro y viceversa. Mucho se ha hablado de las escuelas coránicas como lugar donde fermenta el fundamentalismo, pero cuando se habla del papel de los seminarios, ¿en qué estamos pensando? ¿Será que las escuelas coránicas no son lo que dicen que son?

Otro aspecto común a ambos movimientos es su defensa de una única fe (o lealtad). Es impensable que un musulmán sea a la vez creyente católico. Es imposible practicar la fe de Jesucristo y la de Alá simultáneamente. Para un nacionalista sucede algo parecido: pueden aceptar a regañadientes que haya personas que se sientan españolas y vascas al mismo tiempo, pero es imposible ser leal a dos naciones. La existencia de una graduación de los sentimientos de comunidad nacional que mencionaba Weber (1922) son indiferentes para los nacionalistas. O se es nacionalista vasco o se es nacionalista español, no hay término medio. Y quien no lo crea que piense en una hipotética guerra entre Euskadi y España, y veremos cómo todos al final toman partido y empuñan las armas bajo una de las dos banderas.

Sería para otro lugar hacer un estudio a fondo del modo de reproducción del nacionalismo vasco y del fundamentalismo en sus vertientes violentas: mientras unos afirman que el voto radical procede de zonas rurales, otros niegan que el campesino vasco haya estado tradicionalmente vinculado a ETA (Aranzadi 2001); las redes sociales vinculadas a la «cuadrilla» (la pandilla de amigos); el papel de los inmigrantes comparado con el de los conversos, por el que el nacionalismo se convierte para los inmigrantes en una religión laica, o el mejor medio para integrarse en una cultura distinta; los modelos de reclutamiento en ETA (Modelo étnico vs. Modelo ideológico (Conversi 1997))

Todos estos modos de reproducción social se ajustan a la definición que da Ian Lustick de fundamentalismo: “A style of political particiaption characterized by unusually close and direct links between one’s fundamental beliefs and political behavior designed to effect radical change” (Antoun 2001)

Resumiendo, podemos concluir diciendo que se observan los siguientes paralelismos entre el nacionalismo vasco y el fundamentalismo:

• Los fundamentalismos se basan en la existencia de una fuente de verdad, generalmente un texto sagrado. Los nacionalismos se basan en versiones canónicas de una historia convenientemente simplificada.

• El retorno a ese pasado anhelado (cuando la etnia o el poder religioso era soberano de un territorio).

• La mezcla de tradición y modernidad

• Los fundamentalismos atraen a unos estratos sociales más que otros (Bruce 2000), manteniendo una importante transversalidad.

• La amenaza que supone para ambos la modernidad en lo que tiene de invasión/colonización cultural, atentado contra las costumbres y tradiciones. Ambos movimientos buscan defenderse de los efectos uniformadores de la globalización.

• La expresión violenta en ambos movimientos, cuyo sustrato religioso acoge diversas formas de sufrimientos y sacrificio.

• Visión maniquea de la vida, en la que “ellos” son los malos y “nosotros” los buenos.

• Ambos movimientos ofrecen un marco cognitivo y afectivo (Antoun 2001)

ARTICULO CIENTÍFICO PREPARATORIO DE TESIS DOCTORAL EXTRACTADO.

Santiago López Pavillard, Nacionalismo vasco y fundamentalismo

 santiago@mercurialis.com

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