Guerra de la Historía.

Cuando, dentro de muchos años, se examine esta contienda intelectual, lo que más llamará la atención será la facilidad con la que se han proferido afirmaciones tan improbables y extraordinarias como, por ejemplo, que Galicia como nación surgió con los suevos, que los Vascones habitaban y era una etnia definida en los siete territorios de «Aitor» o que Cataluña es una nación ancestral esclavizada por Castilla durante toda su historia; que España se explica como unidad simplemente por su geografía o que el Estado de las Autonomías ha constituido un desastre sin paliativos.

Si ha nacido una cierta «Guerra de la historia» ha sido porque en la propia sociedad española se dan determinadas circunstancias que no se han dado en otros momentos. Durante toda la transición lo políticamente correcto era dar por supuesto que el régimen democrático iria acompañado de una nueva organizació territorial del Estado: de ahí la identificación entre libertad y autonomía en las manifestaciones de 1976 y 1977. Hoy el clima ha cambiado mucho. La disintonía entre las opiniones se ha hecho cada vez más grande, hasta el punto de que, si hay quien se siente en una cierta fatiga de españolidad, otros experimentan un abrumador cansancio ante la presentación, tan supuesta-mente implacable, como inacabable, de nuevas reivindicaciones por parte de los nacionalistas periféricos. Estos se quejan de no ejercer todas las competencias a las que creen tener derecho y hacen nuevas propuestas, desde el «federalismo asimétrico» al reconocimiento de un Estado plurinacional. En los partidos de ámbito nacional ya ha saltado la alarma con el caso Catalán, al que seguirá el caso Vasco, pues van «de la mano».

En los últimos tiempos han proliferado los libros de ensayo acerca del ser de España, en los que a menudo se vuelve de forma implícita al castellanismo como raíz única de lo español, se critica a la izquierda por haber sido débil hacia las reivindicaciones nacionalistas o simplemente se somete a acerbo juicio no ya éstas últimas, sino a los partidos que las sustentan. Los nombres de los autores de estos ensayos, prueban que no se trata de derechistas recalcitrantes en su unitarismo. Pero lo principal no es tanto este enfrentamiento sino el modo de expresarlo. Por vez primera en torno a esta cuestión resulta políticamente correcto, e incluso ansiosamente exigible, expresar una voluntad de disenso en lo fundamental. De este modo el debate se ha convertido en un conflicto entre la opinión ilustrada , alineada en fervorosos bandos contrapuestos.

Un reconocimiento mutuo debiera empezar por describir, en sus estrictos e imparciales términos, el fundamento de las argumentaciones del otro. Estas, en el conjunto de España, pese a lo que piensen los nacionalistas periféricos, no se centra en una especie de reverdecimiento del nacionalismo español. La conciencia nacional española sigue siendo un tanto modesta, como si se produjera un cierto pudor al expresarla, salvo en partidos de fútbol. Este se ha producido tan sólo en parte, y no sólo en el mundo de la derecha.

Existe, en cambio y realmente, una actitud reactiva muy grande y mucho mas contraria a las reivindicaciones periféricas que verdaderamente españolista.

La tregua de ETA y el caso catalán, añaden urgencia a un debate que, muy de acuerdo con la tradición española, concluirá con las espadas en alto y los combatientes cansados, aburridos, pero incapaces de admitir cada uno de ellos que la victoria les correspondía a los dos juntos.

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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