Análisis histórico de los nacionalismos periféricos en España. (VIII) Puntos de unión de los tres nacionalismos periféricos (e)La sociología del Carlismo Gallego.

Introducción

En esta sección, vamos a ver, por primera vez, el Carlismo Gallego, al que dedicamos un apartado específico por su especial idiosincrasia.

En su trayectoria bélica el carlismo gallego vivió tres experiencias que significaron otros tantos fracasos como en el resto de España.

            Las posibles causas de este fracaso las enumera Barreiro[i]:

            .- La táctica militar.

En las tres guerras carlistas se utilizó la misma: las guerrillas o facciones que operaban independientemente. A su frente tenían un cabecilla que recapitulaba en su persona todos los poderes: el militar, el civil[ii] y el económico[iii]. Este autonomismo, que naturalmente excitaba los afanes independentistas de otros miembros de las facciones que llevaban a mal su independencia del jefe y que les arrastraba a constituir su propia facción, terminará por constituir el Carlismo gallego en una constelación de partidas, solo unidas por un ideal supremo: el triunfo de la Causa, pero sin unidad operativa. El carlismo gallego no fue capaz de crear un ejército regular, como el del norte, que pudiera actuar en una basta zona y dominar con cierta permanencia un pedazo de tierra.

            .- La mínima respuesta popular.

La imposibilidad de crear un ejército no se debió únicamente, según Barreiro, a la irreductible independencia de los cabecillas. Hay otra razón mucho más grave: la mínima respuesta popular al carlismo de acción. El carlismo no atrajo al hombre del mar, con lo que se vio privado de una quinta columna ubicada en un lugar estratégico que le permitiría apoyar el desembarco de armas y de tropas. El carlismo, y esto es una circunstancia específica de Galicia en estos enfrentamientos civiles, tampoco consiguió atraerse al campesino gallego como se vera más adelante, siendo cualitativamente urbano.[iv]

La trayectoria sociológica.

            En su primera época (1833-1840), el carlismo gallego estuvo constituido por la hidalguía rural, la aristocracia de segundo orden y, sobre todo, el clero. Unos y otros lucharon por mantener el antiguo régimen que se deshacía a pedazos. Lucharon por mantener su arquitectura ideológica, pero también económica, de la que ellos eran los principales beneficiarios. Hubo, sin duda alguna, idealismo, pero también interés.

A partir de 1868, la composición sociológica del carlismo ofrece algunas peculiaridades. Se vio hinchado repentina y artificialmente por la incorporación de una clase enriquecida por la apropiación de bienes desamortizados, y que necesitaba y procuraba un partido de orden. Su conciencia quedó tranquilizada cuando Pío IX ratificó sus adquisiciones y cuando Carlos VII les prometió respetar sus derechos adquiridos. Se desengancharán del movimiento cuando el viejo carlismo se lance, en una guerra de lealtades, de ideales y de supervivencia ideológica.

La columna vertebral del carlismo gallego fue el clero en todas las contiendas y la hidalguía o aristocracia de segundo orden. A un lado, expectante, quedaba el campesinado al que nada se le ofrecía a largo plazo, en contraposición con el campesinado de la zona norte: ni redención de foros, ni liberación de las cargas fiscales, ni suavización de los cánones rentuales, ni una reforma agraria. El carlismo sólo le ofrecía un Rey y una Religión, pero al campesino gallego si le hacían falta ideales, más necesitaba casa y pan. Por esto el carlismo gallego no pudo ser un movimiento de masas.

Fuera de Galicia, los carlistas sí tenían un ideal capaz de movilizar a una masa: la defensa del sistema foral. En el foralismo no hay sólo un sentimiento regionalista, hay muy importantes implicaciones económicas. Los fueros les defendían contra la presión fiscal niveladora de los gobiernos de Madrid, especialmente desde 1845 en que se reorganiza el sistema tributario  que tan directamente va a afectar a todo el Norte español. Los fueros defendían un sistema jurídico que contenía realidades tan económicas como el sistema de la transmisión de la propiedad, la resolución de los conflictos, la organización de los sistemas de riegos, de los bienes comunales. El foralismo no era, por consiguiente, un mero sentimiento regional, sino la defensa de unas peculiaridades socioeconómicas preexistentes que no se daban en Galicia.

Fuera de toda duda, se puede afirmar que en el carlismo gallego hubo siempre un predominio muy marcado de lo que se ha llamado carlismo de retaguardia.[v] Esto, por otra parte, era normal, continúa este autor, si tenemos en cuenta que fue el clero y la hidalguía quienes llevaron el peso del mismo. Esta cualidad del carlismo gallego, que de ninguna manera implica falta de heroísmo, que lo hubo, se acrecienta en la tercera guerra carlista por el aporte conservador que siguió a Nocedal[vi]. El dualismo que desde siempre existió en el carlismo español, se radicaliza ahora.

Para un amplio sector carlista, especialmente para la masa popular, que nutría las filas carlistas a excepción de Galicia, no quedaba otra solución que la militar. Otro fuerte sector, especialmente el nuevo grupo que pronto se hizo con el poder, tendía a una solución política. Nocedal y su equipo representaba esta segunda opción, intentando “civilizar” al carlismo, es decir, presentarlo ante la opinión pública sin la carga de agresividad, cerrilismo y absolutismo que la prensa liberal siempre había atribuido al carlismo. Nocedal procuraba hacer un amplio proselitismo utilizando las bazas propias de los demás partidos, evitando la situación incómoda, o heroica, en la que había tenido que actuar durante tantos años el carlismo.

Para conseguir esto Nocedal dio al carlismo la forma de partido. Creó unos cuadros bien organizados, monta una propaganda por medio de periódicos nacionales de gran tirada, y por medio de una telaraña de periódicos locales, no duda en aliarse con otros partidos, no excluido el republicano, se somete a la prueba de las elecciones.

Esta línea de actuación no podía ser bien vista por los amplios sectores del carlismo viejo y la fractura entre el equipo dirigente, llevado por el omnipotente Nocedal, y el pueblo se hizo casi insalvable.

En el carlismo gallego encontramos, también estas dos líneas de actuación, aunque menos radicalizadas que en Madrid. El carlismo de acción y el de retaguardia fueron capaces de superar las fricciones internas y colaboraron para conseguir el triunfo de su causa, pero esto no se hizo sin dificultades y sin traiciones. Muchos defensores de una política de diálogo y discusión se desengancharán del carlismo al ver que éste adopta, una vez más, la solución de fuerza.

Como colofón a esta parte del estudio vamos a mostrar los resultados numéricos de este carlismo de retaguardia en las elecciones generales, mientras el viejo carlismo prepara en las montañas de Lugo y Orense los escondrijos que habían de ser su guarida en la última guerra:

Elecciones generales de enero de 1869: Los carlistas obtienen en toda España 20 actas, en Galicia ni una sola.[vii]

Elecciones generales de marzo de 1871: El partido republicano, el moderado y el carlista se alían de cara a estas elecciones. Se pacta para votar a favor de los candidatos de cualquier tendencia de la triple alianza que cuente con mejores posibilidades. En Galicia se aceptó esta alianza con optimismo en las ciudades[viii] y con poca ilusión en las aldeas en donde anduvieron a la greña durante las elecciones carlistas y republicanos. Los resultados fueron positivos para el carlismo, que pasa de 20 actas a 51. En Galicia consiguen 5 diputados o actas.

Elecciones generales de abril de 1872: Una vez más, los carlistas de Nocedal se alían con los republicanos y radicales, de reciente creación, para hacer frente contra el gobierno. El otro carlismo, el viejo carlismo, había empezado a manifestarse en varios puntos, lo que “espantó” a un buen número de votantes. Los carlistas pierden un buen número de escaños, al conseguir sólo 38 actas. En Galicia consiguen una en Lugo capital.

La vinculación a la Iglesia

La Iglesia gallega había sido cordialmente carlista desde 1833. Es verdad que a partir de 1845, al triunfar el Partido Moderado, hay una atracción de los estamentos eclesiásticos hacia el campo liberal, pero una atracción puramente táctica. El corazón de la jerarquía estaba con el carlismo.

Cuando en 1868 amplios sectores de la burguesía católica pasan a engrosar las filas del carlismo, una burguesía de intachable ortodoxia política hasta el momento, el carlismo se permitirá asomarse sin complejos de ninguna clase a los puestos avanzados de la sociedad gallega. Y para ello empezó por la Iglesia.

Esta aproximación a las esferas de mando de la Iglesia se produce en toda España, pero, posiblemente, se advierta de un modo mas elocuente en Galicia por la presión social que aquí siempre ha ejercido el clero.

En Madrid se constituye la Asociación de Católicos que preside el Marqués de Viluma que recibirá el aplauso y el apoyo incondicional del cardenal compostelano García Cuesta.[ix] Esta Asociación publicará entre otras obras el Catecismo para uso del pueblo acerca del Protestantismo, del Cardenal García Cuesta[x] a un precio verdaderamente irrisorio, lo que demuestra la potencia económica de esta Asociación.[xi]

La Asociación penetra también en Galicia, aunque con lentitud[xii] . Cuando se constituye en Madrid la Juventud Católica de España, el cardenal compostelano funda una delegación en Santiago[xiii] poniendo a su frente a un clérigo Universitario, D. Miguel Hidalgo y Garrido que ya había dado pruebas fehacientes de su integrismo doctrinal y político.[xiv] El 22 de mayo de 1870 celebra la Juventud Católica de Santiago una Academia científico-literaria[xv] que se inicia con un discurso del Cardenal en el que se invita “a no mezclar en esto cuestiones políticas”, pero parece ser que no fue muy atendida su exhortación porque en el decurso del mismo acto, Mariano Ulla y Fociños, alumno de la Facultad de Derecho, entre otras cosas dijó: “¿Podremos nosotros, hijos de la desventurada Península Ibérica, mirar con indiferencia la Bandera mancillada de nuestros padres cuyo lema era Religión, Patria, Rey?”, frase que en aquel momento solo tenía una posible interpretación: la defensa del credo carlista.

El personal de las facciones y la economía.

En las facciones del carlismo gallego había un núcleo de hombres que, cobraran una soldada o no,[xvi] no estaban allí por causas económicas. La situación social y económica que habían abandonado al entrar en la partida de ninguna manera podía ser compensada por un sueldo que generalmente no solían cobrar. Pero aparte de éstos, había los mercenarios, que eran la mayoría. No se les considera tales por el simple hecho de percibir un sueldo, sino porque la única razón para entrar en la facción fue el cobro de un sueldo, siendo el impago una de las razones por las que decidían salirse. Estos son los mercenarios. Y, estos, hay que reconocerlo, fueron la mayor parte de las clases de tropa, ya que los grados estaban reservados a los carlistas puros o no mercenarios.

La recluta de personal se hacía de muy diversas formas. En su mayor parte fueron los párrocos, circunstancia coincidente en todas las zonas y guerras carlistas, los encargados de hacer proselitismo, auxiliados eficazmente por los hacendados de la tierra. Aprovechaban la proximidad de una leva para intensificar su proselitismo.

Una serie de agentes, delegados por el carlismo en las ciudades se encargaba de ejercer una propaganda intensa en determinados círculos, especialmente los proletarios.

De todo ello se deduce que, cualquiera que sea el valor de la tesis que opone el carlismo rural al liberalismo de las ciudades , esto no se da en Galicia. El carlismo conspirador y el carlismo de acción proselitista, en Galicia, fue eminentemente urbano y que si en el aspecto militar escoge la zona rural tradicional no es por otra cosa que porque allí encuentra soldados, mediante una soldada ajustada de antemano y una “entrada”, encuentra refugios y guías, encuentra una frontera próxima y las tropas del gobierno están por lo general en las ciudades y villas. Pero esta elección del terreno rural no se vio acompañada del apoyo de las aldeas. Testimonios muy elocuentes de lo contrario aparecen por todas partes. Así los vecinos de los pueblos inmediatos a Meira persiguen a los carlistas cuando éstos pretendían imponerles una contribución especial de guerra[xvii], los vecinos del pueblo de Sanguñeiros (Orense) capturan a carlistas[xviii], los de cerca de Lalín denuncian a las autoridades la formación de círculos carlistas, etc.

Se hace, por tanto, necesario asegurar que el carlismo tuvo en Galicia un desarrollo histórico especial y distinto respecto a la zona norte, siendo más bien un movimiento cultural y de retaguardia que un carlismo de acción, no constituyéndose en ningún momento como movimiento de masas debido al rechazo o, al menos, la falta de simpatía del pueblo llano.


[i] Barreiro Fernández, J. R., “El Carlismo Gallego”, Santiago de Compostela, PICO SACRO, 1976.

[ii] Imponía tributos al paisanaje en la zona de su influencia.

[iii] Conservaba y distribuía el dinero a su forma y manera.

[iv] Barreiro Fernández, J. R., “El Carlismo Gallego”, Santiago de Compostela, PICO SACRO, 1976., pp. 264-265. “En las ciudades y villas principales se crean los casinos carlistas, indudablemente los de mejor tono en aquella sociedad. En las ciudades se editan los periódicos carlistas, a las ciudades acudel los mejores oradores que vienen desde Madrid o del Norte(…); en la ciudades se preparan las grandes campañas políticas redactando e imprimiendo panfletos(…); se reclutan soldados…, se recauda plata para los ejércitos carlistas(…).

[v] Barreiro Fernández, J. R., “El Carlismo Gallego”, Santiago de Compostela, PICO SACRO, 1976. pp. 193 y ss.

[vi] (La Coruña, 1821-Madrid, 1885) Político y escritor español. Perteneciente al Partido Moderado, se fue derechizando de forma progresiva. En 1856 fue ministro de Gobernación con Narváez. Se pasó posteriormente al carlismo (1869), siendo nombrado por Carlos VII jefe de la minoría carlista en el Congreso. Tras la guerra civil (1872), fue jefe del partido, pero su actitud intransigente provocó la escisión de quienes más adelante formarían la Unión Católica. Fundó los periódicos La Constancia y El Siglo Futuro.

[vii] Se afirmó que D. Joaquín Barreiro, de Santiago, y diputado en estas Cortes era Carlista, aunque el lo desmintió.

[viii] Partes de la Guardia Civil a Capitanía General de Galicia.

[ix] Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago, nº 243, 1869.

[x] “Catecismo para uso del pueblo acerca del protestantismo, compuesto por el Cardenal Cuesta Arzobispo de Santiago”. Al poco tiempo se hicieron reediciones en las ciudades más importantes de España. En octubre de 1869 se habían impreso 212.000 ejemplares.

[xi] Barreiro Fernández, “El pontificado compostelano del Cardenal García Cuesta, 1852-1853, Compostellanum XVII (1972, PP. 189-260.

[xii] Boletín Oficial del Arzobispado, nº 243 (1869), p41. Primera noticia en la Diócesis de Lugo.

[xiii] Boletín Oficial del Arzobispado, nº 325 (1871)

[xiv] El 15 de octubre de 1878 publicó el magistral de Santiago D. Gaspar Fernández de Zunzunegui un folleto “ Una palabra a mis hermanos” en el que se aconsejaba a los sacerdotes neutralidad política en aquellas circunstancias. Inmediatamente fue acusado por los inquisidores de ser simpatizante con la revolución. Entre los que se alzaron contra él estaba D. Miguel Hidalgo, que publicó un folleto. Una palabra a otra palabra, Santiago 1868, en el que acusa a Zunzunegui por su folleto. Este tuvo que rectificar y lo hizo el 11 de noviembre de 1868 en una sola hoja: “Una satisfacción al público”.

[xv] La juventud católica. Academia científico-literaria de Santiago. Sesión Pública celebrada el 22 de mayo de 1870. La sesión se inició con la lectura de una carta del Papa Pío IX que todos los asistentes escucharon de rodillas.

[xvi] En realidad, a estos hacendados, médicos, abogados, etc., que se metían en las facciones, el carlismo le debía en Galicia todo; desde su hacienda hasta sus personas. Muchos de ellos quedaron arruinados y sus familias abandonadas. No se puede pedir mayor fidelidad a una causa ni mayor heroísmo personal. Que se entienda que nada de lo que aquí se diga del mercenarismo les afecta a estos carlistas, hombres que honran una causa.

[xvii] Sumario contra Manuel Diez y Pedro Fernández, AUS, Fondo C-BC, Procesos 1875.

[xviii] Parte al Capitán General del 24 de diciembre de 1874, AUS, Fondo C-BC, Partes 1874.

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