EL ISLAMISMO Y EL ENCAJE EN LOS NACIONALISMOS

Basado en Gustavo Aristegui, «Contra Occidente. La emergente alianza antisistema», Ed., La esfera de los libros, Madrid, 2008.

Muchos son los que han observado la imperiosa atracción que la izquierda en general y los partidos nacionalistas más radicales sienten por el fundamentalismo islámico, mostrando hacia este una forma de respeto que asombra, pues cabe preguntarse, según Aristegui, cómo es posible que una creencia dogmática, pero laica y atea, pueda admirar a otra que basa su identidad en creer en Dios y en sus profetas. La fascinación ejercida por el islamismo sobre los partidos y movimientos de la izquierda nacionalista y otros aún más radicales no es tan difícil de entender si se estudian bien los parámetros sobre los que se apoyan: coincidencia de objetivos y estrategias y paralelismo de tácticas y programas.

A contramano del sentir mayoritario de una sociedad que experimenta un creciente rechazo al fenómeno de la invasión musulmana y la islamización rampante que conlleva, los partidos locales de izquierda y nacionalistas, haciendo gala de una extraña inclinación y benevolencia hacia esa ejército de intrusos, se desviven por ellos y multiplican los gestos amistosos en esa dirección, materializado ahora en la supresión de los simbolos y mitos como las fietas de Santiago y de la Hispanidad, simbolos muy importantes en la creación de la Nación española y de su posterior Imperio. En esa política se ven secundados, en el ámbito mediático, por una prensa y una televisión francamente exhaltadoras del mundo religioso-cultural árabe-musulmán, a las que se añade un elenco variopinto de “intelectuales”, artistas y saltimbanquis de difícil clasificación, algunos de ellos sin oficio conocido pero con la lengua bien larga, todos ellos rendidos por igual a esa fascinación por el islam que es la marca de identidad de esta caterva de “bellas almas” entregadas a la demolición de su propia cultura.

Un estudio realizado por el Centro Islámico de Perpignan, muy vinculado a los musulmanes catalanes, estima en más de 7.000 las conversiones al islam desde 2.001. Aunque la cifra representa un porcentaje mínimo dentro de los casi 500.000 islámicos que viven en la región, también refleja un ritmo de crecimiento vertiginoso. Siete de cada diez de estos conversos han tenido o tienen vinculaciones con el nacionalismo. De hecho, los únicos miembros de las juventudes de ERC que revelan su identidad religiosa son precisamente los de obediencia mahometana. Dos de cada 10 miembros del partido republicano profesan ya esta religión. En otras formaciones radicales, como es el caso de Reagrupament, el número de musulmanes crece también imparable.

Algunos expertos explican las conversiones como el encontronazo inevitable con la cultura occidental, que los radicales relacionan con la vigente en España. “España es para ellos la patria del catolicismo, de los grandes héroes glosados por algunos historiadores; héroes que forjaron su leyenda a través de la fe en Cristo. Renunciar al catolicismo es también para ellos una forma de renunciar a España. De hecho, muchos se han hecho musulmanes por su odio a las costumbres españolas”, señala Vicente Salafranca, experto en temas sacros”.

Por lo general, el tamaño de la población catalano musulmana de un área dada corresponde al tamaño general de la población musulmana de esa localidad. Esto explica por qué la zona metropolitana de Barcelona, sede del mayor número de mezquitas por habitantes de toda España, es también la zona donde los autóctonos musulmanes son más evidentes.

Al respecto, abundan los nacionalistas catalanes que trazan un paralelismo entre la reconquista de la antigua Al Andalus por los castellanos y la que, según se enseña en algunos colegios, ha sufrido Cataluña desde el siglo XVII. De hecho, el propio Carod-Rovira no pierde ocasión para fustigar a los católicos catalanes y hacer sentir a los musulmanes su cercanía afectiva. Esta aproximación se materializó durante el gobierno del tripartito con innumerables medidas que relanzaron las actividades musulmanes y multiplicaron el número de mezquitas en Cataluña.

“El nacionalismo catalán tuvo siempre un componente masón y, por consiguiente, sus representantes estuvieron siempre más cerca de los imanes que de la jerarquía católica en la región”, explica Salafranca.

“Ahora me siento como en familia”, sostiene la ex militante de La Crida, «La llamada», quien mantiene fijas sus posiciones independentistas, aunque ahora en clave islamita. “El islam puede ser la fuente de energía que necesitaba Cataluña para liberarse de sus cadenas y recobrar su autoestima”, concluye.

La comprensión y el amor es mutuo entre el nacionalismo vasco, el catalán y las corrientes de la izquierda nacional más radical y el islam.

Enrique Area Sacristán

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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